martes, 4 de octubre de 2011

Lo mejor está por llegar

Para E.M.R.
Cuando Megan despertó de madrugada en su casa de La Hiruela, arropada con una colcha tejida a mano por su cuñada, la sierra norte de Madrid presentaba un manto compacto de nieve, cuya instantánea, de haberla hecho, habría inmortalizado al natural, toda la belleza que atisbaban sus ojos. Recién levantada y tiritando de frío, sacó de la leñera pequeños tarugos y apilándolos con tino, trató de reavivar el fuego medio apagado desde la noche anterior. Necesitaba también templarse por dentro, de modo que preparó una infusión con lo primero que encontró en la despensa, tomillo, manzanilla y anís en grano, todo ello, hirviendo en un cazo a la antigua usanza. El salón, dividido en dos partes de estilo diferente por la distribución de los muebles, comprendía a un lado el clásico comedor, discreto, funcional y agradable y al otro, una envidiable librería en media luna con un sillón relax, reservado para el disfrute del ocio. Una vez entonada la temperatura por dentro y por fuera, dispuso sobre la encimera del lavabo, la caja rectangular que había comprado en la farmacia del centro comercial.

Días después de lo anterior descrito y habiéndoselo confirmado la prueba de orina, cogió el coche e incorporándose a la  Autovía del Norte, puso dirección a la capital donde, seguramente, pasaría una inolvidable jornada. Apenas tocando las diez en punto en la Catedral de la Almudena, ocupó mesa en la terraza exterior del Café de Oriente, situado en el precioso Madrid de los Austrias, frente al Palacio Real. Piezas de Puccini, Mahler o Bach, interpretadas por músicos que a pie de calle, deleitaban con sus acordes, la espera de los escasos comensales, que a aquellas horas tan tempranas, andaban por allí. Sin demora, sirvieron un completo y apetitoso desayuno mediterráneo, a base de productos traídos de la comarca de origen. Cuando el camarero se hubo retirado, con la discreción propia que da el oficio, sacó el móvil del bolso y tras dos intentos fallidos, pudo establecer comunicación al tercero.

—Hola. Soy Megan. Estoy en Madrid. Me gustaría verte, tengo buenas noticias. Estaré a la misma hora donde siempre. Besos. —Dejó grabado en el contestador automático.

Manolo es uno de sus mejores amigos. Tipo divertido, ingenioso, fiel, conciliador, especial. Alguien que ejerce muy bien aquello de “cuenta siempre conmigo” y en quien depositar alegrías y temores, con absoluta confianza. Estaba embarazada o lo que es lo mismo, asustada, pletórica, revuelta, contenta, extraña, radiante, invadida y muy feliz, sobre todo, feliz. Tanto que compartir con él la noticia, además de haberlo hecho ya, lógicamente, con su pareja, significaba todo para ella. Lo imaginaba comprando juguetes y ropa infantil, sin reparar en gastos, barajando para el bebé nombres rusos de mujer, que después descartarían por el chat, o ¿por qué no?, subiendo a La Hiruela más de lo acostumbrado para vivir in situ, el tsunami de sus cambios hormonales. Pensaba esto mientras callejeaba por el centro hasta que a las catorce treinta en punto, exhausta y hambrienta, lo visualizó al otro lado del cristal con su habitual aspecto sonriente, impoluto, paciente, y centrado en beber cerveza de una jarra muy fría pero, en el momento que ella irrumpió en el local, él se convirtió en alegría y fue, presto, a abrazarla.

Hacía siete meses que no comían juntos lo cual hizo el reencuentro mucho más entrañable, si cabe. Tras conversar de forma intrascendente, “¿cómo estás?, ¿qué tal te ha ido por Caracas?, ¿sabes lo de Lorenzo y Martina?, si, se han separado, ¿no?, ¿pasas nochevieja en la isla o te quedas con nosotros?… Mas fue con la llegada del segundo plato, “Langostinos al curry con arroz basmati y Rape al horno con ajos tiernos confitados” (habituales del restaurante catalán Ginger), cuando le dijo lo de la preñez. Conocido como buen conversador y de fácil palabra, se quedó sin ellas o mejor dicho, se le atropelló todo el abecedario en el color de su mirada. Ambos emocionados, ella por la espera del hijo y él por la plenitud de la complicidad que los arropaba, acabaron los postres y caminaron hacia Tirso de Molina, donde Manolo, tenía un piso en plena plaza.

De la cita anterior al presente, a Megan le ocurrieron varias cosas. Algunas buenas y otras no tanto. Por motivos que sólo la propia naturaleza sabe, el embarazo, entrando en su segundo mes, no siguió adelante. Una noche, alarmada por fuertes molestias que no la dejaban estar, intuyó que algo no iba bien y partió con su pareja a la clínica. Una vez allí y antes de ser diagnosticada por algún facultativo en servicio, tuvo un aborto en los baños de la sala de espera de urgencias. No descenderé por el desfiladero morboso de los detalles porque, sería poco elegante por mi parte, dar la impresión que hago chanza de su cuita, todo lo contrario, la gran dama de la escena española, Ana Belén, dice: “lo mejor está siempre por llegar” y yo me quedo con eso, con la total seguridad de que a Megan, no tardando mucho, volverá a sonreírle el vientre.

4 respuestas a Lo mejor está por llegar

  1. Ana (Alicante) dijo:
    Es la primera y creo, que no será la última incursión que hago en tu “gran espacio”. Me ha encantado poder conocer algo más de tí a través de tu buen hacer, presente en estas líneas.
    Ya cuentas con una fiel seguidora más… adelante!!
    Un beso.
    AnaUna historia de las que nos pasan, de cuando se hacen planes y ocurren cosas y se dehacen en un momento para ver qué pasa luego.
  2. Miguel Ángel Lozano Martínez dijo:
    ¡Fenomenal!, como siempre. Muy bien retratadas las escenas; uno las va visualizando mientras va leyendo. ¡Y esas historias ocurren en la realidad! Si me permites algún pero, para que no se te hinche el ego demasiado, en mi humilde opinión, el último párrafo, el final de la historia (claro, que no tiene final…) me deja un poco insatisfecho. Confío en no molestarte con este comentario, pero creo que estamos para todo, no sólo para lo buenísimo. Y además es sólo una opinión personal. Y es mucho más fácil criticar que hacer. Etcétera, etcétera.
    Un abrazo. Nos vamos a ver pronto.
    Miguel Ángel.
  3. Estefanía dijo:
    Impresionante, no se que decir. Lo que has escrito demuestra mucho como escritora, pero para mí, demuestra mucho como persona. Es lo primero que leo al llegar del hospital…GRACIAS POR ESTAS LINEAS. Lo mejor está por llegar, y lo disfrutaremos juntas, ya verás. Un fuerte abrazo
    Estefanía

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