domingo, 12 de noviembre de 2023

Cerca de las Smoky Mountains

5.

Tayen McDaniel era un hombre pacífico que vivía apartado del ruido y entregado a la peculiar manera de vivir en Naturaleza. Dos o tres veces por semana cogía la caña de pescar e iba al río Oconaluftee donde, con sumo sosiego, atrapaba truchas de piel brillante, arco iris, que luego asaba para alimentarse. De vuelta por uno de los senderos del Parque Nacional de las Grandes Montañas, llevando el trofeo de dos hermosos ejemplares reservados para la cenar, encontró acostada, entre sol y sombra, a una cierva y sus crías aparentemente dormidas. Pisó la rama caída de un árbol y permanecieron sin latido, se arrodilló y, comprobando que habían muerto de forma violenta, determinó que aquello no era obra de los lobos u otros animales salvajes sino del sello destructor e inconfundible del hombre. En la hoguera encendida en el exterior de la cabaña los peces de agua dulce, ensartados en finas y largas cañas, adquirían un tono plata tostado. El indio Cherokee, Trueno Veloz, cerró los ojos, levantó la cara hacia el cielo y, antes de probar el alimento, rogó al Gran Espíritu que le mandase un soplo de honestidad y que la lluvia limpiase además de la tentación, la maldad y las debilidades…
          Miles de ciudadanas y ciudadanos llegados de varios estados se agolparon en las inmediaciones del Ayuntamiento de San Francisco para asistir al servicio funerario, al aire libre, por la senadora Demócrata Dianne Feinstein. Arriba de los escalones estaban la actual alcaldesa London Breed, Kamala Harris, Churk Schumer, Nancy Pelosi y Eileen Mariano, nieta de la difunta, quien destacó que siempre recordará sus apasionantes partidas de ajedrez y el mejor legado que ha recogido suyo: “Haz algo para hacer del mundo un lugar mejor”. Todos dijeron palabras hermosas destacando los muchos valores de esta mujer que desde bien joven hizo tanto por su país. Cuando le tocó el turno a la vicepresidenta de los Estados Unidos, visiblemente emocionada, recordó que al tomar posesión del cargo Dianne la llevó a su despacho, la obsequió con una copa de chardonnay y la entregó una carpeta con sus proyectos de ley orientados a mejorar la vida de los hombres y mujeres que con su voto habían depositado la confianza en ellas y ellos. Otro de los intervinientes hizo hincapié en la capacidad de diálogo y, sobre todo, de empatía atendiendo las preocupaciones de las californianas y californianos a los que escuchaba sin distinción, tuviesen el color de piel que tuviesen. Cuando Opal Nelson llegó desde Tennessee haciendo escala en Denver tras retrasarse el vuelo por amenaza de bomba, tuvo que conformarse con ver el acto a bastante distancia, sin embargo, gracias a las pantallas gigantes colocadas en varios lugares no perdió detalle de la ceremonia. En parte superior de la puerta de cristal donde puede leerse en grandes letras de molde doradas: City Hall, están sentadas a la izquierda, frente al público, las cuatro personas nombradas anteriormente, y a la derecha, como centinelas custodiando la fortaleza la bandera de los Estados Unidos, la del estado de California, la del Senado y la de San Francisco. Entre los asistentes se palpaba el respeto y la admiración intensificada mucho más, si cabe, por aquellos que tuvieron la gran suerte de conocerla en persona, lo que también les permite corroborar los mensajes de alago dichos desde la tribuna. No obstante, como casi siempre, algún infiltrado trata de ensuciar su memoria, pero los presentes le ningunean y hunden en el más absoluto silencio.
          –Dura activista, eso es lo que nos ha hecho creer, pero en cuanto podía adoptaba ideas conservadoras –dijo el intruso desacreditándola.
          –Mi esposa y yo venimos desde San Diego, se empeñó y no soy quien para contradecirla. Hemos gastado parte de los ahorros en este viaje, sin embargo, ha merecido la pena con tal de verla feliz –contó un hombre de más de ochenta años al grupo de gente que le rodeaba.
          –Ms Feinstein, allá donde esté, lo agradecerá –respondió una chica con los ojos llenos de lágrimas.
          –Dentro de muy poco no podrá moverse –contó el anciano–, tiene diagnosticado un cáncer terminal para el que todavía no existe tratamiento alguno ni en fase experimental, así que, mientras tenga fuerzas vamos a cumplir todos y cada uno de sus deseos sin escatimar en gastos –concluyó antes de que ella le oyese.
          –Escuchen, el Presidente dice que ella abrió camino a líderes más jóvenes que han seguido sus pasos –cuentan unos estudiantes conectados a Internet desde sus teléfonos
          –Nosotras estamos realmente aquí porque nuestra madre falleció hace dos años y la admiraba profundamente desde los inicios políticos de la Senadora, decía que lo suyo era vocacional –continuaron los comentarios, quien más quien menos, llevaban en la mochila algo que contar haciéndoles sentir importantes.
          –Perdón, ¿me permiten pasar, por favor? –pidió Opal Nelson abriéndose paso y yéndose de allí con la esperanza de que Eileen Mariano, en la actualidad asesora de políticas de la alcaldesa de San Francisco, mantenga vivo el recuerdo de su abuela y siga sus pasos, Dianne Feinstein fue una honrada trabajadora de servicio público.
          En casa de Aretha O’Neal se vivían semanas de tremenda incertidumbre planeando sobre sus cabezas un posible cambio que alteraría completamente la vida familiar. Ella, por su parte, acató con desgana y sin rechistar el distanciamiento con Donna Hanks a pesar de no comprender ni compartir los rancios motivos raciales que en su opinión estaban ya obsoletos, pero las preocupaciones de los suyos iban en otro sentido quizá mucho más peligroso y comprometido. Las cosas en la escuela de primaria donde la madre daba clase de matemáticas básicas empezaban a ponerse feas en cuanto a que cada vez más alumnas y alumnos acudían al centro con todo tipo de armas haciendo cundir el pánico y, sobre todo, amedrentando a las maestras de color con el sólo objetivo de doblegarlas y así obligarlas a abandonar su puesto de trabajo, como ya hicieron con el único profesor negro de lectura y escritura que quedaba. Al padre tampoco le iba bien tras defender el despacho de abogados donde estaba de pasante, a un joven gay demostrando su inocencia en el altercado donde recibió tal paliza que a punto estuvo de entrar en coma. Sin embargo, la borrasca que se les venía encima traía en sí muchas precipitaciones.
          –¿Volvemos a Orlinda? –preguntó al escuchar a sus padres hablar casi en susurros.
          –Quizá, ya veremos –respondió el hombre.
          –¿Y si todas mis amigas son de aquí, este año con quien celebraré Halloween? –dijo angustiada mientras todos miraban atentos la noticia de que el fiscal general Jeff Landry, un Republicano bajo el paraguas de Trump, acababa de ser nombrado Gobernador de Louisiana.
          –Nada está decidido –respondió la madre sin apartar la vista de la pantalla donde esta vez era el Presidente Biden quien aparecía en el programa 60 Minutos de la cadena CBS hablando del delicado y peligroso frente abierto en Gaza e Israel.
          –¿Nosotros tenemos refugio antiaéreo? –soltó de repente–. ¿Van a bombardearnos?
          –No, nos protege el Gobierno y el Ejército de los Estados Unidos –intervino el padre.
          –Venga, a lavarse los dientes y todos a la cama, en cinco minutos no quiero oír ni un suspiro –ordenó la madre.
          –¿Rezas conmigo? –la mujer entró con Aretha en la habitación, dijeron juntas las oraciones finalizando con que Dios bendiga a America y, antes de apagar la luz la chica dijo–: Mamá.
          –¿Qué quieres ahora?
          –¿Otra vez somos pobres?
          –Anda, peliculera. Hasta mañana, dulces sueños. –En el dormitorio, con el pijama ya puesto, aguardaba el marido.
          –¿Por qué no les has dicho que te han despedido? –preguntó la mujer–, Aretha no es ya una niña y se da mucha cuenta de todo, además si las cosas se ponen feas y yo también pierdo el empleo les va a costar mucho encajarlo de repente.
          –Tú eres la maestra, ¿te parece bien empezar a hablarles de supremacismo y xenofobia? ¿No crees que de ese modo alimentamos el rechazo al desigual?
          –Bueno, es una forma de verlo, aunque a mí no me parece.
          –Perfecto, entonces mañana les explicas y a ver cómo reaccionan cuando tengan algún tipo de problema en el colegio.
          –Pues mira, sabes qué, prefiero darles herramientas de consenso y diálogo a que arreglen sus diferencias a puñetazos. ¿Crees que no estarían orgullosos de su padre si supiesen el verdadero motivo de haceros la vida imposible?
          –Me da pudor y vergüenza.
          –¿Siguen llegando anónimos?
          –Sí, en el último llaman al bufete, defensor de maricones, hemos perdido a algunos clientes muy influyentes que no quieren verse salpicados por el escándalo.
          –¿Qué vamos a hacer? Siempre puedo volver a colocar o reparar cercas agrícolas en las granjas para el ganado, con lo que ha crecido el censo en Tennessee no me faltará mano de obra.
          –No sé, volver a Orlinda no me apetece nada, busquemos otra opción –ya en la cama, espalda con espalda, dibujaron un futuro de proyectos descarrilados.
          Alvin Evans fue al almuerzo anual organizado por algunos veteranos de la Guerra de Vietnam, entre ellos se mezclaban nostálgicos del Klan, pequeñas cédulas del sur, emergiendo ahora de nuevo y utilizando eventos de este tipo como tapadera. Tan pronto como recibió la convocatoria se preparó para dar una explicación convincente respecto a lo ocurrido con el niño que dejó escapar robándole manzanas del granero, la organización siempre se enteraba de todo, sin embargo, el acto transcurrió distendido y, sólo al final, cuando los más rezagados seguían en el salón alardeando de esas batallas en las que participaron a pecho descubierto, los hermanos Sowell y sus secuaces, procedentes todos de Alabama, negacionistas de todo lo tocante al Partido Demócrata y por ende a la Administración Biden, le llevaron a un aparte, desdoblaron un folio y se lo dieron a leer subrayando lo más importante: detalles en clave de la misión que habría de llevar a cabo.
          –¿Los conoces? –preguntó el más joven de los cinco.
          –No, la oficina está en el centro de Nashville y ahí nos descubren seguro, además apenas salgo de Lenoir City, en la granja hay mucho trabajo.
          –Excepto cuando te dejas ver en carreras de coches y los sábados en pub con música en vivo.
          –Sí, bueno, pero nada más –respondió molesto al sentirse vigilado.
          –Señores –cortó el mayor de los Sowell–, vayamos al grano o levantaremos sospechas, nos están mirando. Cógete a los mejores hombres de tu grupo y averiguad dónde viven, hacedles una visita de cortesía y que entiendan quién marca las normas aquí.
          –De acuerdo, así será. Dios salve a América –soltó abriendo los ojos como platos.
          –¡Aleluya! –contestó el resto.
          –¡Por cierto!, ¿qué han hecho? –dijo con recelo.
          –Defender a uno de esos del movimiento LGTBI, le han absuelto y ahora los maricones se ríen delante de nuestras narices –todo dicho con sarcasmo.
          –Si les dejamos campar a sus anchas destruirán lo que tanto nos costó levantar –apuntó otro.
          –Tranquilos, yo me encargo. ¿Contactamos como de costumbre en la serrería de McQueen?
          –No, nosotros iremos a comprarte verduras –dieron media vuelta y se marcharon, Alvin Evans también desapareció. En ruta por la Interestatal 75 recordó que muchos jóvenes entre 14 y 18 se declaran racistas y dicen estar dispuestos a cualquier cosa para defender la patria y expulsar a los intrusos. Ahí está la cantera donde ha de reclutar adeptos…
          El 31 de octubre Opal Nelson se presentó en casa de Donna Hanks a las 8:00 a.m. levantándola prácticamente de la cama, rebuscó en el armario ropa cómoda y, sin admitir un no por respuesta hizo que se la pusiera, se maquillaron muertas de la risa y llegaron a la conclusión de que todavía estaban estupendas. A la hora del brunch comenzaban a celebrar Halloween por todo lo alto, a su manera, en Balter Beerworks, en el 100 Broadway Sureste en Knoxville. El local cuenta con un ambiente muy agradable y propicio para la conversación, con camareros y camareras dispuestos a sugerirte la mejor combinación, así que, además de una excelente cerveza casera degustaron también galletas de suero de leche, jamón, mezcla de quesos, champiñones, huevos revueltos, rúcula y tostadas de trigo integral con aguacate triturado para untar. Hace mucho tiempo que estas dos mujeres no tienen a mano la bolsa de caramelos para repartir a los niños y niñas de sus vecindarios cuando estos tocan la puerta diciendo la célebre frase de: trick-or-treat. Esta costumbre ha disminuido desde la pandemia y tras encontrar en algunos dulces pequeños pedazos de hojas de afeitar, denuncia que partió de Eugene, ciudad de Oregón, y que, según la policía, dichos objetos podrían ser de un sacapuntas. Todo en esta vida pierde fuelle, sin embargo, ambas siguen decorando el exterior de sus casas con calabazas talladas a mano y convertidas en velas que protegen y espantan a los espíritus que vagan en la noche, además de murciélagos de papel y telarañas falsas creando un ambiente lo más misterioso posible, quizá recreando el paisaje familiar de un pasado que no volverá.
          –¿Cómo te va con tu indio? –dijo Donna con los ojos brillantes, achispados.
          –No es mi indio –respondió Opal visiblemente molesta–. Es un ser sensible y a su vez frágil. Deberías conocerle, te iría bien.
          –Si, menuda racha llevo, Aretha O’Neal, la niña negra que me visitaba de vez en cuando y en Acción de Gracias traía pastel de ajedrez, ya no viene.
          –¿Por qué?
          –Sugerencia de los padres, cuestión racial. Sabía que tarde o temprano la piel sería un obstáculo entre nosotras y, además, mirándolo bien no tenemos nada en común, yo soy vieja y ella adolescente, pero la he cogido cariño –dijo entre alterada y entristecida.
          –Seguimos sin haber aprendido nada, cometiendo los mismos errores del pasado, los mismos atropellos a una corriente colectiva que se siente inferior y prefiere quedarse dentro del gueto de la indiferencia creado para ellos, hacinados sobre los cimientos de la esclavitud, aunque lleve más de siglo y medio abolida.
          –En fin, cambiando de tema, ha salido el juicio contra los seis agentes correccionales que presuntamente mataron al recluso que sufrió un brote psicótico. ¿Te has enterado?
          –Sí, lo han dicho en las noticias locales, ocurrió hace un año en una cárcel de Memphis, en el condado de Shelby, están acusados de asesinato en segundo grado, parece ser que le golpearon fuertemente y se arrodillaron sobre la espalda, sin embargo, los abogados han hecho un trabajo exquisito y han quedado en libertad bajo fianza. Veremos cómo acaba el episodio porque el preso era negro y, ya me entiendes…
          A pesar de que el ambiente en el local era tranquilo y estaban a gusto prefirieron regresar a sus zonas de confort. Para ser víspera de Halloween apenas había movimiento, aunque sí adornados escaparates. Pasaron por delante del teatro Bijou, con su fachada proyectada en tonos azules donde unos operarios colocaban el cartel de la próxima representación. A la izquierda dejaron el Centro de Historia del Este de Tennessee, Museo que recoge todo lo esencial de esta región, sus gentes, costumbres, eventos, peculiaridades, en definitiva: la crónica de un estilo de vida singular. En ambas aceras, a lo largo de Gay Street, no más de media docena de personas iban de un lado a otro inmersas en sus pensamientos, apresuradas para ultimar los detalles para que todo esté perfecto en esa noche mágica donde, quien más y quien menos, tenemos algo de vampiro y de bruja. Se fijaron también en una bandera de Estados Unidos que colgando medio rota de una farola y en el poster de un político cuyo nombre es mejor mantenerlo en el anonimato, con una diana roja dibujada en la cara. Opal Nelson conducía despacio, disfrutando de la compañía de Donna Hanks que vuelta hacia la ventanilla ocultaba las lágrimas. De repente un control policial las obligó a girar por una calle adyacente ya que el Gobernador tenía que atravesar por allí, entonces cambio el paisaje y vieron mordidos por el abandono los ladrillos del esquinazo. Una vez en carretera, las 24,8 millas hasta Oak Ridge las hicieron en silencio pese a los esfuerzos de Opal por formar conversación.
          –¿Seguro que estás bien? No has hablado nada.
          –Perfectamente, sólo quiero acostarme –mentir no se le daba muy bien, pero la otra lo respetó. Una vez sola, llamó a cada uno de los nietos para desearles un feliz Halloween, interesarse por cómo les va en los estudios y escuchar la misma promesa incumplida de todos los años: “abuela, en breve iremos a verte con papá”. Cuando cortó la comunicación Dolly Parton sonaba de fondo, su voz aterciopelada llegaba hasta el saloncito de abajo donde en un tiempo ya muy lejano sus hijos, al calor de la chimenea cuyo tubo de humos compartía con la del salón de arriba, se entretenían con juegos de arquitectura mientras que ella se templaba las manos en los fogones de la cocina. Recordó también, muerto ya el marido y restablecida la paz del hogar, las celebraciones especiales en familia yendo a cenar a otro de sus rincones favoritos de Knoxville: Oliver Royale Restaurant, situado en la plaza del mercado y donde sirven una exquisita ternera braseada con foie gras, champiñones y puré de alcachofas. Agudizó el oído, los pájaros posados en las ramas de los árboles salieron en estampida asustados cuando una máquina cortacésped comenzó a funcionar Donna Hanks salió al jardín y arrugó la nariz por el fortísimo olor a gasolina y a fuego, algo se prendía unas cuadras más abajo…