domingo, 28 de marzo de 2021

No puedo respirar

15.

Con el sobresalto metido en el cuerpo tras aparecer el rostro de Nelson pegado al cristal de la ventanilla soy incapaz de moverme del asiento, como si una ventosa hubiera pegado mi trasero a la tapicería. ‘Hola. ¿Ocurre algo? –pregunto, bajando enseguida del coche–. Ven, no te quedes ahí. Entra’. Lo hace bajo un fuerte sentimiento de intromisión. ‘Siento que sea tan tarde, Markel, pero no quiero irme sin decirte adiós’. ‘¿Cómo? Es broma, ¿verdad?’. ‘No’. Uf, ¿quieres una copa?’. ‘No, muchas gracias’. ‘Pues tú dirás’. ‘Luego, a las 6:00 a.m., salgo en un vuelo con destino a la provincia canadiense de Alberta. La decisión no es negociable’. ‘Muchacho, relájate, aún ni lo he intentado. Continúa’. ‘En Friends of the Earth quieren que me incorpore a la plantilla lo antes posible. Aquí no aguanto más: demasiadas miradas desafiantes y comentarios sin fundamento’. ‘No sé qué decir. Te pedí unos meses hasta que Georgia acabase el tratamiento y redistribuir el trabajo’. ‘Lo sé’. ‘¿Aceptarías esperar unos días más? Hay que encontrar a alguien que cubra tu vacante’. ‘Lo siento mucho, no va a ser posible, el equipo de oposición a la extracción de crudo en las arenas petrolíferas de Athabasca empieza a ejercer más presión y si voy a formar parte de ellos quiero estar desde el principio arrimando el hombro’. ‘Entiendo tu postura, yo haría lo mismo, es una oportunidad muy atractiva como para desaprovecharla, a pesar de lo mucho que me apena perder tu afilado olfato. Y también que lo hagas arrastrando el brutal desencuentro que tienes con los compañeros’. ‘Bueno, no seas melancólico’. ‘Te voy a echar de menos’. ‘Y yo a ti’. ‘Has sido una pieza clave en cada proyecto que hemos emprendido y lo sabes’. ‘¿Sigue en pie esa invitación?’. ‘Claro. ¿Qué te apetece?’. ‘Lo mismo que bebas tú’. En el exterior, salvo por el cortejo de zorros a la caza de presa, el silencio es una nebulosa moribunda y el amanecer una efímera aspiración. Permanecemos callados, amontonando residuos de basura en una bolsa biodegradable donde antes hubo latas de cerveza de antiguas soledades. Cuatro horas después cargo su equipaje en el maletero y ponemos rumbo al Aeropuerto Internacional de Minneapolis-Saint Paul. ‘Déjame aquí. Odio las despedidas. Cuídate. Hasta mañana’. ‘Hazlo tú también, amigo. Nos vemos’. En las 78 millas y media que tengo por delante no quiero venirme abajo. Así que, conecto la radio y suena música country, pero eso me entristece aún más. Opto por sintonizar otra. Un oyente, bastante excitado, cuenta lo mucho que disfrutó cuando el asalto al Capitolio evacuando a los congresistas acojonados. ¡Ay!, las sociedades y sus idiosincrasias a medida.
          ¿Tú sabías que William –pregunto a Jeff– gestionaba con la dirección la continuidad del teletrabajo salvo para cosas puntuales que requieren de asistencia presencial?’. ‘Primera noticia’. ‘¡Mira que somos endiabladamente reservados!’. ‘Pues yo, ¿qué quieres que te diga?, con la que está cayendo es muy sensato hacerlo porque a veces aquí hay más gente de la permitida y eso conlleva un riesgo que de esa forma se puede evitar’. ‘Y más tú, nosotros al fin y al cabo nos movemos de un sitio a otro’. ‘Ya –se queda pensativo y cambia de tema–. En la mesa tienes el informe que ha llegado de Chiribiquete. Entiendo que es tan sólo una primera aproximación’. ‘Ahora lo veo. ¿Estás bien? Te noto inquieto’. ‘¿A ti no te preocupa que declaren la ley marcial?’. ‘Muchísimo. ¿Crees que sucederá?’. ‘A estas alturas espero cualquier salida por la tangente’. ‘Pero el pueblo americano se echaría a la calle’. ‘No sé, aunque por si acaso, si se diese la circunstancia de que suspendieran la actividad civil me iré a Canadá, tengo familia allí. Deberías de hacer lo mismo y largarte con tus parientes de España’. Tras sus palabras, el recuerdo del primo Andoni desechó el cerrojo de la habitación que ocupa en mi memoria. Concentrarme en las notas de Glenn Clemmons es mi siguiente objetivo, pero la entrada de un fax acapara toda nuestra atención. ‘¿Qué pone?’. ‘Joder –responde él–, me lo temía, es de un contacto que tengo en la Corte Suprema, acaban de autorizar la última sentencia de muerte en este mandato’. ‘No fastidies’. ‘Pues sí’. ‘¿A quién?’. ‘Dustin Higgs, de piel negra, prisionero en el corredor de la muerte, en Indiana. Le administrarán una inyección de pentobarbital’. ‘No ubico bien ese caso’. ‘Ya verás cómo sí’. ‘Soy todo oídos’. ‘En Washington, una noche de enero de 1996, junto a un par de amigos invitó a tres mujeres jóvenes a su apartamento. Una de ellas no quiso entrar en el juego sexual más avanzado y él se ofreció a llevarlas a casa. Sin embargo, según el Departamento de Justicia, se detuvieron en un descampado y ordenó a uno de los hombres que las disparara’. ‘Menuda enciclopedia llevas metida en la cabeza, colega’. ‘No creas, las apariencias engañan –ríe fuerte– ,todos los medios se hicieron eco del asesinato, salió en portada’. ‘Cierto, ahora caigo. En la carta de clemencia escrita por el abogado de la defensa constaba lo injusto del castigo dictado a su representado, superior al del asesino que apretó el gatillo quien cumplía cadena perpetua’. ‘¿Ves cómo te acuerdas?, basta con poner empeño’. ‘Hacía 17 años que no se producía una ejecución federal’. ‘La última la firmó George W Bush’. Exacto. La aplicación de la pena capital me pone siempre muy nervioso’. ‘Una vez escuché decir que todo asesino al final es también la víctima de otro verdugo’. ‘Pues sí’. ‘Nelson se ha ido’. ‘Lo sé, hemos estado juntos’. ‘Es una lástima. Ojalá que le vaya estupendo en su nueva aventura, lo merece’. ‘Pienso lo mismo’. ‘¿Qué tal si nos ganamos el sueldo?’. ‘Vamos. Oye, ¿averiguaste si han reparado ya los postes de luz en el condado de Faribault tras la gran tormenta de viento y nieve caída en diciembre?’. ‘Sigue pendiente de que el gobernador autorice asistencia estatal, no creo que tarde mucho’. ‘Establece el protocolo de seguimiento, y ponte al habla con otras ONG quizá alguna haya evaluado el estado de las cosas, estoy seguro de que las infraestructuras deben de haber sufrido importantes daños’. Asiente, y cada uno nos centramos en lo nuestro. La rutina avanza sin sobresaltos cuyo claro objetivo es finiquitar la jornada.
          La mayoría de nosotros, por la calidad de sus productos, realizamos la compra semanal en Trader Joe’s desde que salió recomendado en el ranking de las mejores cadenas alimenticias. Reconozco que soy un desastre a la hora de elegir los menos grasientos, los más nutrientes y, por tanto, saludables. Así que, cuando visualizo a Georgia en la sección de hortalizas me hago el encontradizo. ‘¡Anda! –dice, mientras intuye que mi sonrisa es una llamada de auxilio–. Qué casualidad. ¿Necesitas ayuda? Uy –revuelve los envases–, aquí hay demasiadas hamburguesas y pocos hidratos, fibra –saca unos y mete otros–, proteínas… Es fundamental alimentarse bien para hacer frente al entorno hostil que nos tiene tan cansados. Te parecerá una tontería, pero el aporte justo de calorías para conseguir un óptimo rendimiento físico pone también a punto el maravilloso universo de la mente. Conclusión: no compres tanto vacuno’. ‘¡Vaya!, pues lo tendré en cuenta’. ‘¿Cómo te fue en la ciudad de los rascacielos?’. ‘No sabría decirte’. ‘¿Conseguiste hablar con alguien de Indian Point Energy Center’. ‘Sí, aunque no tuve suerte’. ‘¿Y eso?’. ‘Porque respondía con ambigüedades, no quiso comprometerse’. ‘Bueno, ya sabes que la mayoría de las veces nuestras causas no se visualizan y para el conjunto de la sociedad aparecen como invisibles, técnica habitual que encaja bien en la máxima de: la ignorancia alivia el compromiso’. ‘Puede, pero no deja de ser frustrante’. ‘No te lo tomes a la tremenda. ¿Quieres cenar conmigo?’. ‘Imposible negarme: estás espectacular’. ‘Adulador. Además, así me cuentas el encuentro con Deanna Leone’. ‘Encantado. Uf, fue tremendo. Llevo esto –señalo el contenido del carro– y cojo una tontería que te traje’. ‘De acuerdo. ¡Qué misterioso! Prepararé mi plato estrella: arroz a la americana’. ‘Espero no retrasarme’. ‘Más te vale’. Sin embargo, según termino de guardarlo todo, William establece comunicación por videollamada y me obliga a llegar tarde a la cita. La imagen y el sonido no están sincronizados. Apenas logro entender que volverá en un par de semanas y que nada es lo que parece…
          Después de una señal de stop, girando a la derecha, en el cruce de la 26 th St NW con la 5 th AVE NW, epicentro de un bulevar sombreado, vive Georgia. Es una pequeña cabaña construida en principio para alojar a invitados y anexa a la casa principal, ambas en tono azul grisáceo y compartiendo el terreno semi emboscado que delimita la privada de su espacio. Situado bajo un árbol que da poca sombra está el acogedor porche donde tantas veces hemos mantenido largas conversaciones hallando la manera de mejorar un mundo que transita ya en otra frecuencia. Es ahí donde la encuentro, sentada en la mecedora de elegante diseño que la regalamos en un cumpleaños. ‘Perdóname, querida. He tenido un contratiempo y no pude venir antes –digo, restando importancia, al tiempo que dejo sobre sus rodillas una bolsa de Books are Magic una librería de Brooklyn–. Espero haber acertado su seriedad da a entender que algo no va bien–, es una recopilación de poemas de Walt Whitman. Lamento de verdad el retraso y que tu enfado sea mayúsculo’. ‘Mira esto –alarga una hoja cuyo membrete pertenece a un polémico bufete de abogados–. Lo han traído hace un rato’. ‘¿Es una citación para el Juzgado?’. ‘Markel, ¿cómo tiene el valor de dar este paso sabiendo que nuestra hija es el motor de mi vida?’. ‘Cálmate. A ver, deja que lea’. La verdad es que cuesta digerir cada línea cargada de despropósitos, cada párrafo a cual más dañino y, en definitiva, el documento en sí que encierra una demanda judicial para obtener la custodia de la niña, alegando que, debido al mal estado de salud de la madre y lo incierto de su futuro, entienden que, por el bienestar de la menor, lo mejor es permanecer con el padre quien puede ofrecerla estabilidad junto a su actual esposa y al bebé que esperan. Dicho lo cual, se emplaza a las partes implicadas a llegar a un acuerdo sensato, ya que, de lo contrario, habrán de verse en los tribunales. ‘Entremos dentro –se me ocurre–, está refrescando’. ‘Hay que gratinar el arroz’. ‘Yo me ocupo, tú recuéstate en el sillón y no te preocupes que vamos a encontrar una solución, ya lo verás’. ‘¿De verdad?’. No tengo contestación, pero según pongo a funcionar el horno recuerdo que en la escuela se dio un caso parecido. Una de las compañera se vio con el agua al cuello cuando los padres de su difunto marido, personas de alto poder adquisitivo, pelearon para obtener la custodia de los nietos. Alaia la puso en contacto con uno de los mejores juristas de toda Minnesota. ‘Georgia, ven a cenar. Creo que podemos hacer algo. Conozco a alguien que te puede ayudar –aparece lánguida, caminando muy despacio,  como si las plantas de los pies no la llegaran al suelo–. Saldremos de ésta juntos, te lo prometo’. Y así, convirtiendo el dolor en complicidad y el desengaño en ternura, surge la lluvia y me quedo a dormir. A la mañana siguiente, cuando despierto en el sofá arropado con varias mantas, está frente a mí mirándome. ‘Perdona por lo de anoche, supongo que estarás incómodo, entiendo que fueron las circunstancias las que me empujaron a seducirte’. ‘No pasa nada. Eso sí, prefiero que las cosas se queden como están, no quiero iniciar una relación’. ‘¿Un café?’. ‘Por favor, bien cargado. Tengo un montón de llamadas perdidas de Jeff. Espera, a ver, comunica. Ah, mira, ha escrito un e-mail’. ‘¿No descansa nunca?’. ‘Dice que Glenn Clemmons tiene problemas para salir de Colombia. Vayamos a la oficina, hay que hablar con la Embajada. Me había olvidado de Steven, el vecino de mis padres, un joven inquieto que aspira a unirse a nosotros. Haré un hueco para entrevistarle’. ‘¿Te apetecen unas tortitas americanas con huevos revueltos?’. Venga, estoy hambriento. ¿Y esto?’. ‘Smart Balence, la mantequilla cien por cien que regula los niveles de colesterol. ‘Después localizaré a la persona que comenté ayer, nos apreciaba mucho y sé que te facilitará el contacto del abogado que la defendió’. ‘Markel, sé sincero, ¿cuántas posibilidades ves a mi favor?’. ‘Pásame una cuchara, por favor…’.

domingo, 14 de marzo de 2021

No puedo respirar

14.

Una vez asimilado que el asalto al Capitolio no son imágenes espectaculares de algún rodaje propio de Hollywood, con miles de actores extras cuya caracterización y vestuario merecerían nominaciones a los Oscars, sino que la invasión, con el único propósito de tumbar los cimientos democráticos, sucede en realidad, lo primero que hago sin apartar los ojos de la televisión ni de la información constante que la agencia United Press International cuelga en su web, es contactar con la sede de nuestra ONG en Washington, pero las líneas están colapsadas y permanezco a la espera de establecer comunicación. Mientras, pruebo suerte con la oficina. ‘The Climate Reality Proyect, Rochester, Hello’. ‘Georgia, ¿qué haces ahí?’. ‘¿Recuerdas?, trabajo aquí,’. ‘Boba. ¿Estás bien?’. ‘Markel, deja de ejercer un paternalismo conmigo que no te pega ni yo soporto. Joder, la que han liado, ¿no?’. ‘Tremendo. Aún estoy en shock’. ‘Nosotros también’. ‘A ver cómo reaccionan desde la Casa Blanca’. ‘Sin comentarios…’. ‘Necesito un favor’. ‘Dime’. ‘En uno de los cajones de mi mesa hay una cartera de cuero muy desgastada, ábrela’. ‘Voy, aguarda un segundo. Ya la tengo. ¿Qué hago?’. ‘Busca la tarjeta de la congresista Alexandria Ocasio-Cortez’. ‘¿Es quien impulso en 2019 un Green New Deal medioambiental?’. ‘Sí. Y también fue muy sonado el discurso feminista que dio en el Congreso a raíz de que un legislador republicano de Florida la increpara utilizando un lenguaje absolutamente machista’. ‘Me alegré mucho cuando ganó las primarias a la periodista Michelle Coruso-Cabrera’. ‘Yo también, es muy dinámica y forma un buen equipo junto a la refugiada somalí Illhan Omar, Rashida Tlaib de origen palestino y la afroamericana Ayanna Pressley representantes de los Estados de Minnesota, Michigan y Nueva York, respectivamente. Son el ala progresista del Partido Demócrata’. ‘Es cierto, William y yo asistimos a uno de sus mítines’. ‘Localízala, y di que llamas de mi parte. A ver qué cuenta. Quiero saber si habrá nuevas medidas para reducir con urgencia las emisiones de carbono. Ponte a ello, y dile a Jeff que dentro de tres o cuatro días estoy allí. ¡Ah!, y no perdáis la pista a Glenn porque el muy canalla es capaz de quedarse a vivir en Chiribiquete’. ‘Colega, no tienes límite’. ‘Te dejo, me entran muchos e-mails. Cuídate, y sal lo menos posible’. ‘Vuelve pronto, compañero. Oye, se pone Nelson’. ‘Ahora no puedo, lo siento. Volveré a llamar’.
          Entre los más de cuarenta correos con publicidad que han saltado de golpe presto especial atención a uno con remitente particular. “Estimado Mr. Atxaga. Me llamo Steven y nuestros padres son vecinos. Formo parte de esa generación que va a tomar el relevo en todas las cosas. Considero que soy un joven inquieto y preocupado por cuanto ocurre en el mundo: hambre, migraciones, desigualdad, maltrato, tráfico de humanos, enfermedades incurables, explotación infantil, xenofobia, violencia, racismo, discriminación de la mujer… y, también, problemas medioambientales. A punto de ingresar en la Universidad de Princeton para estudiar Físicas, algo que desde pequeño siempre quise hacer pese a que ahora ya no lo tengo tan claro, creo que mi sitio está en la lucha por el clima pues considero que es el eje de la vida en la Tierra. De alguna manera, la vocación de investigador que siento rugir en las tripas y el activismo que corre por mis venas son vasos comunicantes. Esa misma razón es la que me empuja a escribirle. Ojalá tuviera la oportunidad de exponer delante de usted algunas de las ideas y pensamientos que tengo respecto a la agricultura más responsable, reducir las sustancias contaminantes, desperdiciar menos alimentos, comercio justo, etcétera. En fin, como puede comprobar, estoy bastante preocupado. Muchas gracias. Cuídese. Saludos. S.”. Queda pendiente de contestar en otro momento. Ahora, toda la atención la acapara el presidente electo Joe Biden que, como hombre de Estado, curtido en las trincheras, se dirige a los estadounidenses y califica los hechos como un acto de sedición. Un WhatsApp de William parpadea en mi celular. Dice que los trámites de adopción en Ecuador no están siendo tan sencillos como les habían prometido y que les piden más dinero del acordado. Ofrezco mis ahorros pero asegura que ellos pueden hacer frente a los gastos. Sin embargo, lo que sí le preocupa bastante son las consecuencias emocionales que esto va a suponer para su esposa, delicada mentalmente…
          A unas 35 millas al norte de Nueva York, a orillas del río Hudson, se encuentra la planta nuclear Indian Point Energy Center, en Buchanan, villa del condado de Westchester. Y, aunque su licencia para operar estaba vigente hasta 2025, de acuerdo con las autoridades la empresa ha anunciado un lustro antes su pronta venta y posterior desmantelamiento. En el dossier que traigo preparado veo que la unidad 1 funcionó desde septiembre de 1962, hasta octubre de 1974, ya que el sistema de refrigeración de emergencia no pasó los controles óptimos de seguridad lo cual obligó a vaciar el combustible de la vasija. Según aminoro la velocidad y sigo la flecha de entrada observo que apenas hay media docena de coches estacionados. Un vigilante con sobrepeso, junto a su perro guardián, custodia en solitario todo el perímetro. ‘Hola. ¿Qué tal? Estoy citado con Mr. Owens’. ‘Un momento, he de comprobarlo –retrocede hasta la caseta y veo cómo descuelga un teléfono de modelo antiguo. Minutos después regresa con paso cansino y, apoyándose sobre el capó, dice–: cuando llegue al final de las columnas de árboles gire a la derecha, ahí verá la nave donde le esperan’. ‘Thanks’. ‘Bey’. Levanta la barrera y dejo atrás el reconfortante paisaje de montañas. De pelo canoso y rubio, rozando los setenta años, con perfil de cowboy, manos huesudas de dedos largos y una sonrisa permanente iluminando dos bonitos ojos azules, es el interlocutor que esquivará diplomáticamente mis embarazosas preguntas. ‘Encantado –inclinamos la cabeza a modo de saludo–. Soy Markel Atxaga, The Climate Reality Proyect, una asociación que aboga por la educación sobre el cambio climático’. ‘Sí, la persona que contactó conmigo me puso al corriente. ¿En qué puedo ayudarle?’. ‘Como supondrá nos preocupa todo lo relacionado con la salud pública y ecológica, por consiguiente, los procesos de desmantelamiento y cómo se lleven a cabo, también’. ‘Bueno, supondrá que eso ya no corre de nuestra cuenta sino de una empresa de Nueva Jersey especializada en hacer este tipo de cosas’. ‘¿Estaba usted aquí cuando cerraron la Unidad 2? –silencio–. ¿Conoce a alguien que haya sido testigo de ello? –silencio–. ¿Le consta que hace dos décadas se liberó a la atmósfera una pequeña cantidad de radioactividad porque se rompió la tubería de un generador de vapor? –silencio–. ¿Cree que de haber seguido funcionando cabía la posibilidad de que hubiera ocurrido un accidente nuclear similar al de Three Mile Island? Sabe positivamente a qué me refiero, los sistemas de refrigeración no funcionaron y, al calentarse, el combustible sólido se volvió líquido fundiendo el reactor y, en el peor de los casos, podría haber desencadenado una explosión parecida a Chernóbil –silencio–. ¿De verdad que no tiene nada qué decir?’. De suceder esto en el contexto de un juicio se oiría por respuesta: “me acojo a la Quinta Enmienda”. ‘No quiero problemas –rompió el mutismo–. En cuanto que los nuevos dueños se hagan cargo de la empresa cierro esta etapa y me retiro a mi rancho en Texas’. ‘No le estoy pidiendo que desclasifique información comprometida, pero dadas las circunstancias y habiendo saltado la noticia de la compra entienda la curiosidad. ¿Cuántos acres tiene esto?’. ‘240’. ‘Imagino que ya no quedan residuos tóxicos, ¿verdad?’. ‘No, jamás hubo –frunzo el ceño de incredulidad–. Acompáñeme –mira a uno y otro lado, voy detrás de él a cierta distancia hasta que hace un gesto para que no continúe. Entonces, entra al despacho y saca unos documentos en la mano–. Compruébelo usted mismo. Nosotros siempre hemos cumplido los protocolos marcados por Nuclear Regulatory Comission, ahí tiene la memoria de lo que se ha hecho y cómo’. Ni siquiera hojeé el contenido de la carpeta, la conversación había sido como jugar a beisbol sin guante: uno rehúye capturar la pelota y la esquiva.
          Hacer el camino de vuelta es memorizar en la retina lo que a primera vista pasó desapercibido. Akron, ubicada en el condado Summit, es una ciudad del estado de Ohio –conservador, religioso, hermético–. Con diversa arquitectura donde conviven sin estorbarse edificios elegantes con semáforos brillantes de chapa amarilla y casas individuales rodeadas de la naturaleza que se hacen hueco entre los postes del cableado eléctrico. A principios del siglo XX, atraídos fundamentalmente por su industria especializada en artículos de caucho, experimentó un notable aumento poblacional, debido a los numerosos emigrantes que vinieron buscando un futuro mejor desde cualquier punto del país e incluso de Europa. Impresionado por la torre del PNC Bank, no me aguanto las ganas de entrar al vestíbulo. Pero, debido a la emergencia sanitaria permanece cerrado al público. Jeff tenía razón recomendándome visitar la casa museo del Dr. Robert Smith, fundador de Alcohólicos Anónimos en 1935. Con absoluto esmero mantienen el mobiliario de las habitaciones tal y como lo dejaron, así como la pulcritud del tapizado de los sillones, la histórica mesa de la cocina donde se redactaron las bases de la asociación contra la adicción a la bebida. El cortinaje y cada adorno contienen la esencia de los difíciles momentos que se vivieron ahí. Es fácil cerrar los ojos y empatizar con el sufrimientos y también las alegrías de quienes consiguieron mantenerse sobrios. Antes de abandonar el territorio diviso a lo lejos el dirigible con el logo de Goodyear, la compañía multinacional de neumáticos que obtiene grandes ingresos a través de la Fórmula 1.
          ¿Por dónde andas, compañero?’. ‘Regreso a casa. ¿Y tú?’. ‘Voy a una reunión con ambientalistas muy preocupados por el futuro de los Parques Nacionales Naturales tras el relevo de Julia Miranda. Además, me han prometido que mañana visitaremos la serranía, no en su totalidad. Son 4,3 millones de hectáreas y algunas de ellas muy abruptas’. ‘Pero sí disfrutarás de los tepuyes decorados de selva y pinturas rupestres, imagino’. ‘Claro, es un paraje de valor incalculable, ten en cuenta que es la región con mayor biodiversidad del mundo. No obstante, y hasta donde sé, también sufre una deforestación irreversible’. ‘Dicen que la mayoría de los dibujos encontrados en las paredes rocosas son de Panthera onca’. ‘El felino más grande de América’. ‘Compruébalo y entérate si están aplicando algún tratamiento de conservación’. ‘Espero no toparme con uno de frente, pero lamentablemente es una especie en extinción. No te preocupes que así lo haré. De igual modo será interesante tomar nota de las claves que encierra el lugar respecto a los primeros pobladores del continente y ver cómo eran nuestros hermanos’. ‘Glenn, no corras riesgos físicos. He conocido a Oliver, el marido de Deanna, estuve con ellos. Viven en Harlem’. ‘¿Y qué tal?’. ‘Bueno, una experiencia diferente que todavía estoy asimilando’. ‘Ella me parece una persona complicada’. ‘De alguna manera todos lo somos. Oye, quedan pocas millas para llegar y voy a parar un poco. Mantenme al corriente’. ‘Cuídate, amigo’. ‘Y tú. Nos vemos pronto’.
          A escasas millas de mi casa, en la recta final de este periplo, hago un alto en St. Charles donde tomo café y una generosa porción de tarta de queso. La camarera, al borde de la desidia, se coloca el lápiz sobre la oreja y el cuaderno de las comandas en el bolsillo trasero de pantalón. ‘¿Viene de muy lejos?’. ‘Si’. ‘¿Está de paso?’. ‘Claro’. ‘¿Le quedan muchas millas?’. ‘Algunas’. ‘Entonces, seguro que busca room’. ‘Pues no’. Ante la poca disposición que muestro para conversar coge uno de los periódicos del mostrador y dice: ‘¿Ha visto la foto?’. ‘No. ¿Cuál?’. ‘Ésta –señala la portada–. Qué manera más tonta de perder la vida, ¿verdad? Lea en alto, por favor. Estoy fatal de la vista y esta puñetera letra tan pequeña se me nubla’. ‘Ashli Babbitt, 35 años, veterana de las fuerzas aéreas, recibió un disparo en el cuello cuando se manifestaba en el asalto al Capitolio, la trasladaron al hospital con una fuerte hemorragia donde poco después murió’. Arruga la nariz, lo deja en el mismo sitio y se santigua. Otro cliente la reclama y aprovecho para irme. Los últimos rayos de sol iluminan un indicador de grandes dimensiones situado a la izquierda en el que se visualiza a distancia: Welcome Rochester. Apenas sin tráfico, la carretera que se columpia por el espejo retrovisor parece una cremallera cuyos dientes se cierran tras de mí. Apago el motor, y sentado a oscuras dentro del coche, contemplo la inmensidad de la espectacular luna llena. Nelson golpea con los nudillos en la ventanilla.