domingo, 26 de julio de 2020

Nocturno, en el estado de Nevada

25.

A los pocos días de dar por concluido el juicio, el departamento de contabilidad del bufete contactó conmigo para informarme de que alguien anónimamente, a través de una entidad financiera que operaba desde el extranjero, escrupulosa en cuanto a mantener la privacidad de sus clientes, había pagado todos los gastos originados en el proceso. Cité a Mayalen en el despacho para darle la buena noticia y despedirnos con algo especial. Así que, aprovechando que un compañero estuvo de vacaciones en México, le pedí que me trajera algún pastel típico de allí. ‘Por favor, siéntese’. ‘Gracias, doña Allison’. ‘¿Qué le apetece: café, leche, té, bebida fría…?’. ‘No. Nada. No se moleste’. ‘Venga, mujer. Tómese algo conmigo. Mire lo que tengo –destapé la bandeja–. ¿Le gusta?’. ‘Claro que sí. “Las Alegrías” son las mejores galletas de mi país. ¿Sabe cuál es su base fundamental?’. ‘Ni idea’. ‘La semilla de amaranto. Es muy nutritiva porque contiene cantidad de proteínas, vitaminas y minerales que, junto a la miel, nueces y pasitas, hacen de este dulce una delicia para el paladar’. ‘Le confieso que me lo han traído de encargo –dije, contenta de haber atinado–, pero veo que he estado acertada. ¿Cómo está?’. ‘Vacía –nos subieron dos tazas de cacao bien caliente de una cafetería cercana– e intrigada por lo que cuenta de sus honorarios’. ‘Bueno, es normal. Suele ocurrir que, después de vivir una situación intensa, nos desinflemos. Pero verá que en breve todo vuelve a su ser. Y, con respecto a lo material, estoy tan sorprendida como usted’. Seguimos conversando, ella se esforzaba por mostrarse animada, pero intuí que apenas le quedaban motivaciones. ‘Desde el primer día que apareció por esa puerta tengo una curiosidad’. ‘Dígame’. ‘¿Por qué me eligió a mí?’. ‘Una vez la vi en el cementerio, a pocos metros de donde yo rezaba, y me gustó la delicadeza con la que quitaba la maleza de una tumba. Entonces pensé que era la persona adecuada para meter entre rejas al asesino de Alexa’. ‘Richard Smith, mi padrastro, está enterrado ahí –dije–. Fue un hombre extraordinario’. Con los ojos llenos de lágrimas, se limpió con el pico de la servilleta la comisura de los labios y preguntó: ‘¿Qué pasará ahora con el Johnny?’. ‘Pues que permanecerá en el Centro Correccional del Norte de Nevada hasta su traslado a la Prisión Estatal de Ely, donde se materializará la ejecución. Pero pueden pasar años. No se preocupe, ha hecho lo correcto’. La vi bajar por las escaleras con la derrota quebrando sus huesos y la pequeña bolsa con los dulces que sobraron. Meses más tarde perdió la memoria, lo supe por Michelle, y también que algunas noches dormía en un albergue para homeless, parecido a Midnight Mission, en el skid row de Los Ángeles, atendido por un grupo de voluntarios desbordados e impotentes…
          Charlotte Bennett abandonó la locura de los tribunales cuando saltó a la opinión pública un desagradable escándalo de soborno en una conocida multinacional, lo que desgastó su imagen a consecuencia de que determinados medios de comunicación trataron de vincularla con el blanqueo de capitales. Dedicada a cultivar rosas y a malcriar a los nietos, ahora ve aquello como un sueño desagradable del que despertó liberada. Sin embargo, lo más doloroso fue comprobar que nadie de la oficina del Fiscal del Distrito defendiera la honradez y el prestigio demostrado durante tantos años. Perdió el último caso. Un feo asunto de trata de personas destapado por un simpatizante del Partido Demócrata.  Los presuntos implicados en la operación, gente muy poderosa, compraron el silencio de posibles testigos a golpe de talonario. Fue ahí cuando comprendió que, luchar en primera línea contra magnates sin escrúpulos, no le merecía la pena, mejor recuperar el tiempo con los suyos. Linda se colocó en una gasolinera a las afueras de Carson City, y salía con un chico divorciado, perteneciente a una de las mejores familias de la ciudad. Iban despacio, sin precipitarse, y asumiendo que cada uno aportaba la complejidad de su propia descendencia. De Steven, su exmarido, nunca más se supo, aunque amigos comunes comentaron que se trasladó a La Florida. Los niños acudían a Jacks Valley Elementary School, una escuela muy peculiar rodeada de un prado verde, la espectacularidad de las montañas al fondo y una fachada cubierta de mosaicos con dibujos de colores: gatos, payasos, balones de beisbol, cohetes directos a la luna… A veces la convivencia entre todos se convertía en una batalla campal. Pero, a pesar de las muchas dificultades, los desencuentros, los enfados, los castigos y la rabia infantil que brota cuando hay que obedecer, prevalecía la generosidad siempre recíproca con el cariño del otro. Ahora, madre e hija, ambas adultas y obligadas a dar ejemplo a los pequeños, aprendían a aceptar su singularidad sin objeciones. Para Charlotte los días pasaban veloces. Por las noches, cuando los demás descansaban, acompañada por una copa de buen vino, leía los periódicos en aquella habitación acristalada y espaciosa que se hizo construir en un extremo del jardín. Recortaba artículos, recopilaba sentencias, consultaba su archivo y escribía a mano las conclusiones a las que llegaba. Y lo hacía por puro placer y deformación profesional. Otras veces releía allí, a media luz, la biografía de Madeline Albright, a quien tanto admiraba.
          Robert Franklin Jr. era un alcohólico encubierto, con grandes dificultades incluso para disimularlo en público. De no ser porque se había ganado el respeto de sus compañeros, probablemente su carrera estaría más que acabada y no hubiera durado tanto al frente de la sala 3 The Carson City Justicie and Municipal Court, embriagado como aparecía la mayoría de las veces. ‘Señoría, no puedes seguir así –decía el secretario mientras sacaba una camisa limpia de la funda–, que te estás matando, coño’. Pero el juez, hundido en el sillón de cuero, sin importarle nada y con los zapatos desatados, repetía cada vez: ‘Tú que eres un hombre de campo, ¿crees que este año habrá buena cosecha?’. Desde que ingresaron a su esposa en una clínica especializada en cuidados paliativos, ante la dificultad de seguir dándole en casa la cobertura médica para el avanzado cáncer de colon con metástasis en el peritoneo, el magistrado andaba perdido. El equipo de oncólogos, como el de aparato digestivo, acordaron sedarla evitando así un mayor sufrimiento psicológico. Por eso, la paciente, consciente de la gravedad y de lo irreversible de su estado, pidió la prórroga de unos minutos a solas con su marido. A partir de entonces no volvió, era muy doloroso ver aquel cuerpo inmóvil cuando lo recordaba como un tsunami debajo del suyo, y también porque fue su última voluntad. Pegaron sus rostros para solapar una piel con otra, y estando así, muy juntos, ella, con un hilo de voz, dijo: ‘No olvides ir a la barbería todos los meses, Bobbi. Y de paso haz el favor de cortarte esas greñas. ¡Mira qué pelos llevas! Ah, y deja las camisas en la tintorería, revisa el generador, riega las plantas y…’. ‘Qué sí, querida –interrumpió–. Lo que tú digas’. ‘Pues claro, viejo gruñón’. Se besaron en los labios con gran ternura, colocó las almohadas tal y como le indicó, y salió de allí convencido de que el fatal desenlace sería muy pronto. Las últimas noticias que tengo es que se volvió a casar.
          Adam Walker perdió las elecciones a sheriff frente al recomendado de un pez gordo de la Policía del Capitolio de Nevada. En la actualidad vive con su familia en el condado de Tarrant, Texas, donde su hija mayor aspira a ser una estrella del equipo de baloncesto femenino: Dallas Wings, perteneciente a la Women's National Basketball Association. Llevan una vida sencilla, fueron bien acogidos por el vecindario y están muy integrados en la iglesia baptista, colaborando estrechamente con el pastor y los grupos de oración. El inspector, abatido ante la imposibilidad de cambiar algunas cosas que no le gustaban de su ciudad, y lo desagradable de haber sufrido el comportamiento despreciable de personas que, sin motivos aparentes, arremetían contra él, pidió el traslado al Arlington County Police Department, en Arlington. Ahí se ocupa de diligencias internas, manteniendo bajo arresto su instinto investigador, ya que, cuando se incorporó al nuevo puesto, puso como condición no estar de cara al público. La principal tarea que desempeña es mirar con lupa la base de datos de las personas fichadas, ya que las agencias de inteligencia internacionales actualizan a diario la digitalización de huellas dactilares. Una vez que tiene constancia de la llegada al país de algún peligroso criminal, alerta a los distintos gobernadores, así como a sus homólogos canadienses y británicos, para que activen los protocolos de rastreo. En los últimos días del juicio al Johnny, coincidí con Charlotte Bennett en el lavabo, y recuerdo que comentamos, off the record, lo ausente que veíamos a Walker. Ella, que lo conocía mejor que yo, dijo que recibía muchas presiones y que le estaban haciendo la cama. Nunca sabremos cuál fue la gota que derramó el vaso, pero sí que, allá donde esté, el peso de la ley caerá sobre aquellos que la violen.
          Ethan Ross, el detective privado, y Michelle, la becaria, siguieron colaborando de manera puntual en distintos casos, hasta que una madrugada ella recibió la llamada de la policía comunicándole que habían encontrado el cadáver de él en la oficina, desplomado en la butaca, sobre un charco de sudor y orines, delante de una hamburguesa de tres pisos con exceso de pepinillos, aros de cebolla, mostaza derramada por los bordes y una cerveza a la mitad del contenido. La autopsia determinó que la muerte se produjo como consecuencia de un derrame cerebral, y que, de haberlo cogido a tiempo para aspirar el coágulo, continuaría vivo. Siempre fue un tipo reservado, por eso nunca supimos si tenía familia, o alguien próximo que, en circunstancias extremas, se hiciera cargo de todo. Aunque no asistí al entierro, corrí con los gastos del cementerio The Walton’s Chapel of the Valley, donde apenas se congregaron media docena de personas para despedir a un hombre bueno que se marchó en silencio, sin el ruido del protagonismo que adoptan otros.
          Michelle se quedó de adjunta en el bufete y, aunque participaba en juicios de poco brillo, fue creándose una reputación bastante positiva como futura gran promesa en los tribunales. Hizo varios intentos para mantener las pocas relaciones que iniciaba, pero huía cuando la sombra del pasado volvía recreando las palizas a mamá, las bofetadas de un padre descontrolado y el apuñalamiento del que fuera testigo. Lo peor era cuando del subconsciente surgía las malas experiencias en el orfanato, los fallidos intentos de acogida, el ingreso en el correccional y el maltrato que sufrió sin decir palabra. Todo muy desagradable hasta que aquel par de ancianos encantadores la adoptaron y pusieron a su alcance las herramientas para ser quien hoy es. Una mañana, mi antiguo jefe le comunicó excitado: ‘Vente echando leches, ha entrado un caso de homicidio en segundo grado y quiero que lo lleves tú’. ‘¿Estás seguro?’. ‘Completamente’. Lo seguí por la prensa, fue sonoro. Ganó ése, y, a continuación, cuantos cayeron en sus manos. Acudía a cenas de alto standing donde solicitaban sus servicios.  Viajó por los continentes americano y europeo, se hospedó en los mejores hoteles, ganó muchísimo dinero y, sin embargo, al llegar la noche, se convertía en la misma chica asustadiza de antaño, con el labio superior agrietado por los mocos y las lágrimas.
          Regresé a Jackson con todas las consecuencias, abandonando WILSON, ANDERSON & SMITH en el punto más exitoso de mi carrera. Pero la tentación de paz del río Snake, el recuerdo de los primeros nativos americanos que asentaron sus campamentos en este territorio, según narraba apasionado el tío James, y la suerte de contemplar desde el porche la silueta recortada de las Montañas Rocosas, pudieron más que todo el oro del mundo. La vida en el rancho es dura, pero la experiencia es muy placentera: cortar leña, ordeñar la vaca, cuidar del huerto, fumar a la caída del sol acompañada de un buen whisky y cabalgar a lomos del caballo al que he puesto por nombre Luna Pálida, en honor a aquel adolescente de la tribu Gros Ventres que me regaló un collar de plumas que aún conservo. Como aquí los inviernos son fríos, secos y ventosos, no invitan a salir más allá que para dar de comer al ganado. Así que, con la chimenea a pleno rendimiento, instalada frente a la ventana, en la mesa donde papá leía sus viejas novelas del oeste, he podido escribir esta historia antes de que la memoria me falle. Hoy es nochevieja y tengo a punto el pavo asado, alumbrado el pequeño pino, preparadas las galletas de jengibre y el ponche de huevo con su canela molida y los bastones de caramelo. Son las 23:45. En pocos minutos veré por televisión la caída de la bola de Times Square, anunciando la entrada del nuevo año. Sin embargo, antes de que acabe éste… ‘Hello’. ‘¿Allison?’. ‘’. ‘Soy Michelle’. ‘¿Qué tal? ¿Cómo te va? Qué sorpresa y qué alegría’. ‘¿Me invitas a comer mañana…?’.

En Wyoming, martes 31 de diciembre de 2019.

6 comentarios:

  1. Esperaba un final espectacular y no me he equivocado. Dignificas la profesión de escritor con sensibilidad, buen trabajo y mucha constancia. La historia es buenísima. Así que, me quito el sombrero delante de ti. Un beso, nena. Cuídate.

    ResponderEliminar
  2. La trama no podía tener mejor remate que cerrar todas las historias de los intervinientes en la misma para no dejar ningún cabo suelto y, aún y así, has seguido tirando de documentación, trabajo que se nota al notar en la boca el gusto de los pastelitos de amaranto.
    Que las musas no te abandonen.
    Buen verano sin complicaciones y hasta la vuelta.��

    ResponderEliminar
  3. Muy emocionado, sabes que la escena de despedida del juez con su esposa me resulta especialmente emotiva, me viene a la memoria una frase que creo haber compartido en alguna ocasión: "Si tiene algún sentido haber vivido es por la posibilidad de haber vibrado, junto con los demás, en la belleza".
    Gracias y buen verano, amiga, Besos, ESCRITORA!

    ResponderEliminar
  4. Gran final para una gran historia. Puedes estar bien orgullosa de tu trabajo, señora escritora. Espero con muchas ganas la siguiente, a ver con que nos sorprendes. Enhorabuena. Besos

    ResponderEliminar
  5. Miguel Ángeljulio 28, 2020

    Fenomenal cierre de las historias de todos los personajes. Con el proverbial trabajo de documentación, tantas veces destacado, y la fluidez en el relato, así como el ahondamiento en los sentimientos de las personas y la solvente descripción de los escenarios. Buen descanso veraniego y hasta la próxima historia. Un abrazo.

    ResponderEliminar
  6. Gran final! Digno de la "travesía intensa y ardua" de Allison y Mayalen que nos ha convertido en lectores "entregados". Emoción y denuncia, personajes de peso y carne, sorpresa en los escenarios y ambientes llenos de detalles. Buena literatura en pequeñas dosis. Gracias.Esperando futuras historias.

    ResponderEliminar