Mi profesor de Literatura me dijo que aprender a
escribir es como aprender a mirar,
como conseguir ver las cosas necesarias para encontrar
un sentido.
Luis García Montero.
Situada al oeste de la provincia de Málaga, la
Serranía de Ronda es una comarca en cuyo cinturón conviven 21 municipios, que
en su mayoría están bañados por castaños, narcisos o jara blanca, entre otras
maravillas de la naturaleza que hacen de este paisaje un rincón muy especial de
nuestra geografía. Echar la llave dejando dentro del hogar las brasas a medio
quemar bajo la falda camilla es como ir en la
noche de San Juan a las hogueras de la playa y ver con mala leche que la
intolerancia no se convierte en cenizas. En los peores años de la dictadura
franquista, muchas familias tuvieron que emigrar de allí para poder ofrecer a
los suyos un proyecto de futuro menos opaco. En su mayoría, hoy, con una
población que sigue cayendo en picado porque
los jóvenes se van hacia la Costa donde se supone que hay mayores oportunidades
de trabajo, se han transformado en pueblos fantasmas donde agonizan geranios agostados en las ventanas de sus calles
estrechas.
A las afueras del más pequeño de aquel terreno
cruzado por montañas y sierras, y desde el cual se visualiza la A-369
que une Ronda con Campo de Gibraltar, reside en una parcela muy descuidada el
menor de los Molina Vidal, el único que queda vivo de nueve hermanos. La
realidad subraya aquellos párrafos que no tienen vuelta atrás. Su casa está
hecha con muros fuertes como los de antes, techos altos y sólidos cimientos, a
pesar de que inexorablemente el paso del tiempo haya desconchado la cal de la
fachada y oxidado el cerrojo del gallinero.
Alfredo ha heredado la estatura de
los tíos maternos, la nariz fina y el pelo fosco del padre, los andares
desgarbados de la madre, las pestañas largas de ambas abuelas y la misma tos a
tabaco de picadura que tenían los suyos cuando faenaban para el patrón. De
familia muy humilde, hombres y mujeres del campo, pronto cambió el colegio por
las labores de la tierra, decisión que todos aprobaron, dada su condición de
mal estudiante. Mucho después se arrepentiría de no haber estudiado. Los muros
imaginarios son redes sin escapatoria. El paso de los años y la aparición de alguna
que otra enfermedad fue llevándose uno a uno a
los parientes, mientras que la crisis empujó a los arrendadores a dejar morir
la tierra.
Después de que Alfredo soltara a los
perros por la finca, regara el jardín y recogiera los huevos que encontraba en
el gallinero, poco más le quedaba por hacer, así que los días apenas se diferenciaban uno de otro. Pasaba horas
sentado en el poyete de la calle escuchando la radio, asistiendo como oyente
pasivo al desmantelamiento de los valores fundamentales de la sociedad. Una
mañana, cuando retiraba de la lumbre la
cacerola de la sopa, y una buena parte del gremio de intelectuales estaba consternada por la muerte de Elías Querejeta
–el productor de cine–, llamaron a la
puerta con tres golpes secos. Era uno de los albañiles que arreglaba la casa
del maestro, deshabitada hacía más de cincuenta
años. No estaba acostumbrado a recibir visitas, lo que
de entrada le fastidió por el simple hecho de romperle la rutina. “Buenos días. Perdone que le moleste, señor,
pero ando con el estómago revuelto y llevo la boca seca. ¿No tendría usted
por ahí un poco de agua fresca para echarme un trago?”. Alfredo cogió el
botijo y se lo ofreció, además de indicarle que podía tomar asiento. La
libertad que da hablar con desconocidos se parece mucho a la que tiene el verso
al desnudarse.
Las
cosas no marchan bien en la empresa para la que trabajo, –dijo–. Hace siete meses que no nos pagan, sabe
usted, y si nos negamos a terminar las obras que hay empezadas amenazan con
despedirnos perdiendo todos los derechos por nuestra parte. Somos mano de obra
fácil dentro de un laberinto que ya no hace pie. Alfredo prestaba atención
sin mover un músculo de la cara. “Tenemos una situación tan delicada y unas
condiciones laborales tan precarias, que parece habernos metido en el túnel del
tiempo, –prosiguió–. Y para
colmo de males, como no me callo, los jefes me la
tienen jurada. Porque, mire usted, a mí es que cuando se me hinchan las
pelotas, no me callo, porque no hay derecho a que nos traten así, no hay derecho
a que las cosas vayan como van, y no hay derecho a callarse. Hala, ya lo solté.
Así que, entre pitos y flautas, entre las preocupaciones y las facturas, los
jugos del estómago se me están comiendo. Y, por
si todo esto fuera poco, hace más de un año que no veo a la familia, porque no
me puedo permitir el lujo de viajar. Soy de una pequeña aldea de Galicia, y, cuando la situación empezó a ponerse fea por aquí,
mi mujer y los niños se volvieron; al menos allí tienen para comer y un techo
donde vivir. Como puede ver, lo tengo bien jodido. Un asco, mire usted, un asco…”.
Se puso el casco, le dio la mano y las gracias, y reanudó su camino.
Mientras que el mundo de la cultura,
los amantes del cine y la gente con sensibilidad lloraba a Elías Querejeta,
Alfredo permaneció con el cuerpo tenso y la cabeza procesando la información
que acababa de recibir de aquel hombre. Nunca tuvo amigos, ni jugaba al mus en
el bar a la caída de la tarde, ni participaba de las actividades que hacían en
el pueblo cuando había más vecinos, ni bajaba los domingos a casa de su hermana
mayor a comer paella. El concepto que tenía de sí mismo era bastante
egocéntrico. Sin embargo, haber sido capaz de
escuchar y, más aún, que calaran en él aquellas
palabras llenas de rabia y de dolor pareció un primer asomo de la humanidad que
seguramente tenía, aunque no desarrollada; un buen síntoma que tal vez le ayudaría a ser más
sociable con los demás. Alfredo jamás indagó en su interior para buscar la raíz
de la persona que era. Vivir huyendo de los sentimientos te convierte en un
fugitivo que la vida ha dado por desaparecido. Giró la cabeza en dirección a la
carretera que, a esa hora, lucía solamente como una línea recta, como un
horizonte vacío e inservible. Entonces sintió mucha pena al pensar en las cosas
que había perdido, en las experiencias que nunca tendría porque estaba hueco de
contenidos, y también en las personas que había apartado de su lado con
tirantez.
A lo lejos de la imaginación que
nunca duerme, podía escuchar su propio lamento y el quejido de aquel tren que
se alejaba cuando corría tratando de alcanzarlo en sueños. Se acordó de los
suyos, y de los paisajes de antes, de los juegos de la infancia, de la primera
novia que pudo haber tenido, y de aquella fuerza que poseía la gente de entonces
para luchar por mejorar el futuro. El granizo que comenzó a caer le devolvió a
la realidad de su refugio. Por primera vez en
décadas lloraba de soledad. En la radio se apagó la voz del locutor, dando paso a una canción de Camarón de la Isla: “…Sobre la misma columna/abrazados sueño y
tiempo/cruza el gemido del niño/la lengua rota del viejo…”. Abrió un
pequeño cajón del mueble de la cocina, sacó un cuaderno desgastado por el
tiempo y un lápiz al que tuvo que sacar punta.
Aunque sus manos toscas arrugaban la hoja, ya no había marcha atrás. Necesitaba escribir para
entenderse, para desahogarse, para saber quién era
en realidad y darle un sentido a su existencia. Con letras de molde puso la
fecha en la cabecera. No sabía muy bien cómo empezar: Alfredo Molina Vidal…
Juntar palabras que hablen de uno debería ser
un acto de humildad, algo que nos hace ser más sencillos. Por esa razón, desde
entonces, adquirió la costumbre de escribir para bajarse los humos.
Un texto con matices de añoranza quizá a esas playas de Málaga que tanto quieres. Conozco bien la zona y la verdad es que el paisaje de la Serraría de Ronda es paradisiaco. ¡A seguir escribiendo!
ResponderEliminarSublime.
ResponderEliminarGracias Mayte. Eres una ENORME escritora. Me encanta tu prosa. Tiene el DON de Isak Dinesen. Nos sitúas leyéndote, al lado mismo de los protagonistas de tus relatos. Cosa difícil de conseguir.
ResponderEliminarGracias por alegrarme el domingo.
Abrazos y besos.
Magnífico Mayte, me emociona mucho :) Un beso
ResponderEliminarMayte, tengo una estrecha relación con Ronda que te contaré tranquilo ante ese café pendiente… el olor a Jara y el fresco y cortante aire sobre mi rostro me han acompañado durante unos minutos; durante toda la vida de un hombre desconocido…
ResponderEliminarNos metes en tus personajes y nos haces pensar.
ResponderEliminarCoño Mayte ya no eres grande eres lo siguiente! Un besabrazo junto con una reverencia mi admirada Mayte...
ResponderEliminarDe los mejores que has escrito (en mi opinión)
ResponderEliminarBesos
Lourdes
Me gusta mucho la Serranía de Ronda. Y me has recordado el deseo y la necesidad que tengo de escribir. Pero...tantas ocupaciones del día a día... Espero poder hacerlo en un futuro próximo. Como se dice: Con frecuencia, lo urgente no nos deja atender lo importante. Un beso.
ResponderEliminarMi querida, admirada y respetada Mayte. ¿Como coño lo haces?. Consigues como nadie meterme dentro de la piel de tus protagonistas. Que real me lo haces sentir. Has aprendido a mirar como pocos, por eso escribes como pocos. Gracias por contar conmigo para leer tus miradas.
ResponderEliminarqué forma de escribir tan excelente, es un placer leer este texto, y seguiré leyendo lo que publiques, me he hecho seguidora del blog. Gracias
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