domingo, 13 de abril de 2014

Un hombre desconocido


Mi profesor de Literatura me dijo que aprender a escribir es como aprender a mirar,
como conseguir ver las cosas necesarias para encontrar un sentido.
Luis García Montero.

Situada al oeste de la provincia de Málaga, la Serranía de Ronda es una comarca en cuyo cinturón conviven 21 municipios, que en su mayoría están bañados por castaños, narcisos o jara blanca, entre otras maravillas de la naturaleza que hacen de este paisaje un rincón muy especial de nuestra geografía. Echar la llave dejando dentro del hogar las brasas a medio quemar bajo la falda camilla es como ir en la noche de San Juan a las hogueras de la playa y ver con mala leche que la intolerancia no se convierte en cenizas. En los peores años de la dictadura franquista, muchas familias tuvieron que emigrar de allí para poder ofrecer a los suyos un proyecto de futuro menos opaco. En su mayoría, hoy, con una población que sigue cayendo en picado porque los jóvenes se van hacia la Costa donde se supone que hay mayores oportunidades de trabajo, se han transformado en pueblos fantasmas donde agonizan geranios agostados en las ventanas de sus calles estrechas.
            A las afueras del más pequeño de aquel terreno cruzado por montañas y sierras, y desde el cual se visualiza la A-369 que une Ronda con Campo de Gibraltar, reside en una parcela muy descuidada el menor de los Molina Vidal, el único que queda vivo de nueve hermanos. La realidad subraya aquellos párrafos que no tienen vuelta atrás. Su casa está hecha con muros fuertes como los de antes, techos altos y sólidos cimientos, a pesar de que inexorablemente el paso del tiempo haya desconchado la cal de la fachada y oxidado el cerrojo del gallinero.
            Alfredo ha heredado la estatura de los tíos maternos, la nariz fina y el pelo fosco del padre, los andares desgarbados de la madre, las pestañas largas de ambas abuelas y la misma tos a tabaco de picadura que tenían los suyos cuando faenaban para el patrón. De familia muy humilde, hombres y mujeres del campo, pronto cambió el colegio por las labores de la tierra, decisión que todos aprobaron, dada su condición de mal estudiante. Mucho después se arrepentiría de no haber estudiado. Los muros imaginarios son redes sin escapatoria. El paso de los años y la aparición de alguna que otra enfermedad fue llevándose uno a uno a los parientes, mientras que la crisis empujó a los arrendadores a dejar morir la tierra.
            Después de que Alfredo soltara a los perros por la finca, regara el jardín y recogiera los huevos que encontraba en el gallinero, poco más le quedaba por hacer, así que los días apenas se diferenciaban uno de otro. Pasaba horas sentado en el poyete de la calle escuchando la radio, asistiendo como oyente pasivo al desmantelamiento de los valores fundamentales de la sociedad. Una mañana, cuando retiraba de la lumbre la cacerola de la sopa, y una buena parte del gremio de intelectuales estaba consternada por la muerte de Elías Querejeta –el productor de cine–,  llamaron a la puerta con tres golpes secos. Era uno de los albañiles que arreglaba la casa del maestro, deshabitada hacía más de cincuenta años. No estaba acostumbrado a recibir visitas, lo que de entrada le fastidió por el simple hecho de romperle la rutina. “Buenos días. Perdone que le moleste, señor, pero ando con el estómago revuelto y llevo la boca seca. ¿No tendría usted por ahí un poco de agua fresca para echarme un trago?”. Alfredo cogió el botijo y se lo ofreció, además de indicarle que podía tomar asiento. La libertad que da hablar con desconocidos se parece mucho a la que tiene el verso al desnudarse.
            Las cosas no marchan bien en la empresa para la que trabajo, –dijo–. Hace siete meses que no nos pagan, sabe usted, y si nos negamos a terminar las obras que hay empezadas amenazan con despedirnos perdiendo todos los derechos por nuestra parte. Somos mano de obra fácil dentro de un laberinto que ya no hace pie. Alfredo prestaba atención sin mover un músculo de la cara. “Tenemos una situación tan delicada y unas condiciones laborales tan precarias, que parece habernos metido en el túnel del tiempo, –prosiguió–. Y para colmo de males,  como no me callo, los jefes me la tienen jurada. Porque, mire usted, a mí es que cuando se me hinchan las pelotas, no me callo, porque no hay derecho a que nos traten así, no hay derecho a que las cosas vayan como van, y no hay derecho a callarse. Hala, ya lo solté. Así que, entre pitos y flautas, entre las preocupaciones y las facturas, los jugos del estómago se me están comiendo. Y, por si todo esto fuera poco, hace más de un año que no veo a la familia, porque no me puedo permitir el lujo de viajar. Soy de una pequeña aldea de Galicia, y, cuando la situación empezó a ponerse fea por aquí, mi mujer y los niños se volvieron; al menos allí tienen para comer y un techo donde vivir. Como puede ver, lo tengo bien jodido. Un asco, mire usted, un asco…”. Se puso el casco, le dio la mano y las gracias, y reanudó su camino.
            Mientras que el mundo de la cultura, los amantes del cine y la gente con sensibilidad lloraba a Elías Querejeta, Alfredo permaneció con el cuerpo tenso y la cabeza procesando la información que acababa de recibir de aquel hombre. Nunca tuvo amigos, ni jugaba al mus en el bar a la caída de la tarde, ni participaba de las actividades que hacían en el pueblo cuando había más vecinos, ni bajaba los domingos a casa de su hermana mayor a comer paella. El concepto que tenía de sí mismo era  bastante egocéntrico. Sin embargo, haber sido capaz de escuchar y, más aún, que calaran en él aquellas palabras llenas de rabia y de dolor pareció un primer asomo de la humanidad que seguramente tenía, aunque no desarrollada; un buen síntoma que tal vez le ayudaría a ser más sociable con los demás. Alfredo jamás indagó en su interior para buscar la raíz de la persona que era. Vivir huyendo de los sentimientos te convierte en un fugitivo que la vida ha dado por desaparecido. Giró la cabeza en dirección a la carretera que, a esa hora, lucía solamente como una línea recta, como un horizonte vacío e inservible. Entonces sintió mucha pena al pensar en las cosas que había perdido, en las experiencias que nunca tendría porque estaba hueco de contenidos, y también en las personas que había apartado de su lado con tirantez.
            A lo lejos de la imaginación que nunca duerme, podía escuchar su propio lamento y el quejido de aquel tren que se alejaba cuando corría tratando de alcanzarlo en sueños. Se acordó de los suyos, y de los paisajes de antes, de los juegos de la infancia, de la primera novia que pudo haber tenido, y de aquella fuerza que poseía la gente de entonces para luchar por mejorar el futuro. El granizo que comenzó a caer le devolvió a la realidad de su refugio. Por primera vez en décadas lloraba de soledad.  En la radio se apagó la voz del locutor, dando paso a una canción de Camarón de la Isla: “…Sobre la misma columna/abrazados sueño y tiempo/cruza el gemido del niño/la lengua rota del viejo…”. Abrió un pequeño cajón del mueble de la cocina, sacó un cuaderno desgastado por el tiempo y un lápiz al que tuvo que sacar punta. Aunque sus manos toscas arrugaban la hoja, ya no había  marcha atrás. Necesitaba escribir para entenderse, para desahogarse, para saber quién era en realidad y darle un sentido a su existencia. Con letras de molde puso la fecha en la cabecera. No sabía muy bien cómo empezar: Alfredo Molina Vidal… Juntar palabras que hablen de uno debería ser un acto de humildad, algo que nos hace ser más sencillos. Por esa razón, desde entonces, adquirió la costumbre de escribir para bajarse los humos.

11 comentarios:

  1. Un texto con matices de añoranza quizá a esas playas de Málaga que tanto quieres. Conozco bien la zona y la verdad es que el paisaje de la Serraría de Ronda es paradisiaco. ¡A seguir escribiendo!

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  2. María Jesúsabril 13, 2014

    Gracias Mayte. Eres una ENORME escritora. Me encanta tu prosa. Tiene el DON de Isak Dinesen. Nos sitúas leyéndote, al lado mismo de los protagonistas de tus relatos. Cosa difícil de conseguir.
    Gracias por alegrarme el domingo.
    Abrazos y besos.

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  3. Magnífico Mayte, me emociona mucho :) Un beso

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  4. Jacinto Gutiérrezabril 13, 2014

    Mayte, tengo una estrecha relación con Ronda que te contaré tranquilo ante ese café pendiente… el olor a Jara y el fresco y cortante aire sobre mi rostro me han acompañado durante unos minutos; durante toda la vida de un hombre desconocido…

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  5. Manuel Veraabril 14, 2014

    Nos metes en tus personajes y nos haces pensar.

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  6. Coño Mayte ya no eres grande eres lo siguiente! Un besabrazo junto con una reverencia mi admirada Mayte...

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  7. De los mejores que has escrito (en mi opinión)
    Besos
    Lourdes

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  8. Miguel Ángelabril 18, 2014

    Me gusta mucho la Serranía de Ronda. Y me has recordado el deseo y la necesidad que tengo de escribir. Pero...tantas ocupaciones del día a día... Espero poder hacerlo en un futuro próximo. Como se dice: Con frecuencia, lo urgente no nos deja atender lo importante. Un beso.

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  9. Carlos Encinasabril 25, 2014

    Mi querida, admirada y respetada Mayte. ¿Como coño lo haces?. Consigues como nadie meterme dentro de la piel de tus protagonistas. Que real me lo haces sentir. Has aprendido a mirar como pocos, por eso escribes como pocos. Gracias por contar conmigo para leer tus miradas.

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  10. qué forma de escribir tan excelente, es un placer leer este texto, y seguiré leyendo lo que publiques, me he hecho seguidora del blog. Gracias

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