domingo, 3 de diciembre de 2023

Cerca de las Smoky Mountains

6.

Hace mucho que Donna Hanks vive con la sensación de estar en el tiempo de descuento y eso la hace más sensible ante determinadas cosas de la vida. Poco dada a las relaciones sociales nunca imaginó que compararía la soledad con un peso hundido en los hombros. Un día con otro se sucedían monótonos, desmotivados, como piezas construidas en serie: aquietadas y sobrias, aburridas y tristes, mates y grumosas. La voz de Dolly Parton colándose por los grandes ventanales acompañaba la estampida repentina de pájaros anunciando la inminente llegada de lluvias, algo que ella ya notó la noche anterior por molestias de rodilla, a pesar de no haber rechazado la prótesis puesta. Lejos, a incalculables millas, máquinas cortacésped de algunos vecinos hacían añicos el silencio espantando a las ardillas. Dos o tres personas, distanciadas entre sí, con ropa apropiada y zapatillas especiales para running, corrían por un lado del camino. La pantalla del celular mostraba más de cuarenta llamadas perdidas, algunas del hijo mayor, pastor de la Iglesia Evangélica Luterana, en Riverdale, uno de los barrios más pobres de Chicago, el resto de Opal Nelson y números desconocidos.
          –¿Dónde te habías metido? –preguntó el muchacho acelerado.
          –No lo escuché –salió del paso.
          –Estaba preocupado.
          –A mi edad perdemos oído, además de casi todas las facultades –dijo en un susurro.
          –Celebro que estás bien –trató de sonar lo más natural posible.
          –Llevamos meses sin hablar –soltó ella medio regañándole.
          –He estado enfermo. En India contraje el virus del dengue, fuimos a llevar ayuda humanitaria y todo el grupo tuvimos fiebres muy altas y síntomas parecidos a la gripe –tragó saliva y aguardó unos segundos para que ella lo asimilara–. Por suerte nos cogió en Nueva Delhi donde hay más recursos gracias a Médicos sin Fronteras, nos tuvieron varios días en un hospital de campaña, bien atendidos y vigilando continuamente para que no tuviésemos complicaciones.
          –¿Tus hermanos lo sabían? –preguntó con un pellizco en el corazón.
          –Sí.
          –¿Y por qué nadie me ha dicho nada?
          –Yo se lo pedí para no intranquilizarte.
          –Soy tu madre y tengo derecho a saberlo, y a decidir cuándo he de preocuparme, y cuándo no –soltó rotunda.
          –Claro mamá, perdona. Ya hablaremos, dentro de unas semanas iré a Tennessee y quizá pase por Oak Ridge. Te avisaré, tengo muchas ganas de comer pollo frito y panecillos de maíz, nadie los prepara tan rico como tú.
          –De acuerdo, cuenta con ello –cortaron la comunicación y Donna Hanks quedó pensativa. En el exterior recogió las hojas para que el viento no las metiese en la casa. La alarma del reloj de muñeca avisaba de la toma del antiinflamatorio, era amargo y antipático de tragar. Disolvió una cucharada pequeña de azúcar en agua y, a sorbos, fue pasando la pastilla machacada. Bajó con cuidado las escaleras al saloncito de abajo, la chimenea estaba templada, reavivó el fuego, buscó los viejos álbumes de fotos y, sentada en el sofá, cubriendo las piernas con una manta a cuadros, de viaje, recordó viejos tiempos…
          A lo lejos, donde se pierde la línea del horizonte en zigzag, una columna de polvo en forma de tornado empaña el azul intenso del cielo. A escasa distancia el rugido de motores de varias camionetas captó la atención de Alvin Evans, quien en ese momento evaluaba las pérdidas de la cosecha tras la virulenta tormenta que azotó el Centro Sureste, arrasando a su paso con casi todo en Mississippi, Alabama y especialmente en Tennessee, donde efectivos del departamento de bomberos de Nashville y Memphis realizaron múltiples intervenciones para achicar agua, apuntalar árboles antes de lamentar desgracias y retirar aquellos elementos urbanos que fuesen un peligro para las personas. Los hermanos Sowell encabezaban la caravana formada por diez vehículos en manos de conductores temerarios. Apeándose de los dos últimos reconoció también a dos ancianos muy polémicos que le compraban verduras y a otros jóvenes habituales de la iglesia baptista del vecindario adonde acudían los miércoles a la lectura de la Biblia y que él reclutó para la causa.
          –¡Alvin! –exclamó Jordan Brady, un histórico de la organización supremacista estadounidense–. ¿Tienes algo que contarnos?
          –¿Qué tal, señor? Bueno, en realidad, poca cosa. Los muchachos han estado indagando –dijo sin levantar la mirada del suelo, molesto por no haber podido terminar de limpiar el barro de las botas– y resulta que el bufete está en Market Square y los socios viven muy cerca, a la altura del trescientos y pico de Union Ave.
          –Tiene gracia  que sea precisamente ahí –apuntó otro de ellos.
          –¿Acaso hay algo en especial? –preguntó Alvin Evans.
          –Bueno, es una de las pocas zonas, por no decir la única, que es peatonal. La gente suele ir a las terrazas de los restaurantes a tomar vinos, cerveza, ya sabes, a socializar…
          –¡Y qué! –exclamó el mayor de los Sowell–, démosles un escarmiento, cuantos más testigos lo presencien, mucho mejor.
          –Jefe, ¿se imagina aparecer con la vestimenta del Klan y propinarles una paliza destrozando el local? Aquellos tiempos quedaron atrás, pero no por eso hemos de actuar con menor contundencia, hay que buscarles el punto débil, donde más les duela y no se resistan, eso nunca falla –se atrevió a expresar el más tímido. Sin embargo, ninguno hizo alusión a lo verdaderamente significativo de que la oficina estuviese en el mismo lugar donde luce el Monumento al Sufragio Femenino de Tennessee. La escultura de bronce fue obra del escultor Alan LeQuire y representa a las activistas Elizabeth Avery Meriwether, Lizzie Crozier French y Anne Dallas Dudley. Este Estado fue el último en ratificar la Decimonovena Enmienda de la Constitución de los Estados Unidos, a favor del voto femenino, aprobado en agosto de 1920.
          –¿Y el pasante? –preguntaron.
          –¡Uf!, pan comido –dijo Alvin–. Es un afroamericano con esposa e hijos, vulnerable y accesible si sabemos apretarle las tuercas. La mujer es maestra, tienen una hija adolescente, dos chicos creciditos y unos gemelos de corta edad, resultará muy fácil amedrentarle.
          –Entonces, no se hable más: ese es nuestro hombre: la familia es siempre un punto débil e infalible –concluyeron.
          Alvin Evans, granjero, viudo, aficionado a las carreras de coches, al Béisbol, a comprar camisetas de venta en gasolineras con foto de mujeres cuyos pechos y glúteos se muestran exuberantes, dirige algunas de las intervenciones que los racistas, xenófobos y radicales realizan en la comarca. Cuando mataron en Afganistán al único hijo que tenía y la esposa se suicidó, él podría haber tomado otro camino más sereno dedicándose sólo y exclusivamente a labrar la tierra, criar gallinas, conejos o rehacer su vida con otra pareja, sin embargo, movido quizá por el sentimiento de impotencia eligió el lado vengativo que resurge con fuerza en casi todos los seres humanos según determinadas circunstancias. Así que, para no defraudar a los suyos y compensar la debilidad de cuando dejó escapar al niño negro que robó del granero unas manzanas, convocó al grupo y salieron de cacería…
          Aretha O’Neal retiró de la lumbre el cazo de leche y se sirvió una taza generosa a la vez que media docena de salchichas terminaban de hacerse en la sartén y también dos tostadas para acompañar los huevos revueltos. El piso de arriba olía a colonia infantil para después del baño, los gemelos iniciaban la batalla campal diaria que consistía en arrebatarle al otro su juguete para estamparlo contra el suelo. La madre, paciente y conciliadora, ponía paz mientras les enderezaba el pelo ensortijado hasta que, desesperada, no le quedaba más remedio que imponer su autoridad. El resto de los miembros estaba cada uno en sus respectivos dormitorios arreglándose para acudir a la iglesia y atender al sermón del reverendo con su visceral forma de decir las cosas y pidiendo oraciones para quienes lo necesiten o hayan caído en las tentaciones del mundo. Ella seguía en la cocina, puso en el fregadero los recipientes sucios y limpió algunas salpicaduras de grasa, en la radio rendían homenaje a Roy Claxton Acuff, violinista y compositor que en 1962 entró a formar parte del Salón de la Fama como el primer artista vivo en hacerlo. A través de la ventana observó el columpio de los gemelos, estaba vacío, pero en movimiento. Entonces, varias sombras con pasamontañas huían tras haber clavado un cartel en el roble cercano a la puerta. Del susto se le cayeron las cosas de las manos, salió aprisa por la parte del porche y arrancó el anónimo del árbol, a continuación, sin comprender realmente el mensaje escrito con tinta roja, empezaron a temblarle todos los músculos del cuerpo.
          –¡Por favor, venid deprisa! –gritó, mientras caminaba llorando de un extremo a otro, desesperada.
          –¿Qué ocurre, cariño? ¿Por qué te pones así? –preguntó el padre recogiendo el papel tirado en el suelo.
          –¡Pero qué escándalo es este! –irrumpió la madre reprendiéndolos, aunque al ver al esposo comprendió.
          –Mira –mostró él.
          –¡No puede ser! ¡Entrad, venga! –exclamó ella regresando apresurada por el alboroto de los gemelos.
          –¿Por qué rodean tu cara con un círculo rojo y una equis, papi? –aunque lo intuía Aretha no quería oír la respuesta.
          –Bueno, se habrán equivocado, no me parezco nada a ese tipo, además, ¿no crees que soy mucho más guapo? –así logró restar importancia y provocar una sonrisa en la chica. –La mujer, desencajada, doblaba y guardaba la ropita de los gemelos, cuando él entró se fijó en la bolsa de viaje que había junto a dos montones de ropa exactamente iguales.
          –¿Qué haces, no ves que yéndonos se saldrán con la suya?
          –No pienso quedarme y que nuestros hijos presencien el asesinato de su padre.
          –Eso no va a pasar, querida, no hay que ponerse en lo peor.
          –¿Puedes asegurarlo? –preguntó ella con congoja–. ¿El Klan no ha desaparecido?
          –¿Crees que son ellos? –dice evitando mirarla a los ojos.
          –Los dos sabemos que sí, pero no entiendo por qué. ¿Puedes explicarte?
          –Hemos tenido un cliente gay que recibió una brutal paliza y al que el juez declaró inocente y libre de cargos.
          –Claro, y como los abogados del bufete son unos señores blancos muy respetables, démosle su merecido al negrito que trabaja con ellos, ¿me equivoco?
          –Guardemos la calma delante de los niños, ya encontraré una solución.
          –¿Cuándo? No te enteras de nada, ¡eh! El ambiente está muy caliente, lo veo en la escuela: supremacistas contra afroamericanos, se producen peleas diarias y la dirección apenas hace algo para evitarlas.
          –No es lo mismo, en el bufete estoy muy bien considerado.
          –Tú verás, pero si esto continua, nos volvemos a Orlinda.
          –Sobre todo no nos precipitemos –determinó el hombre. Aretha O’Neal sabía de siempre que no estaba bien escuchar las conversaciones de los adultos, pero esta vez lo hizo y fue como asistir al derrumbamiento de los pilares que la sostenían, cayendo como un castillo de naipes frágiles e inestables. Entonces tomó la firme decisión de salvarle ella…
          Kentucky lloraba la muerte de un trabajador atrapado junto a sus compañeros mientras demolían una mina de 11 plantas. El gobernador, muy afectado, pidió oraciones a los ciudadanos declarando el estado de emergencia y enviando efectivos para el rescate. También, otro incidente mortal, aunque de distinto calado, enturbiaba las noticias locales al saber que, un hombre de 33 años fue tiroteado en plena calle. Según la Oficina del Sheriff del condado de Knox arrestaron al sospechoso acusado de homicidio voluntario. Tayen McDaniel vivía ajeno a todo lo que ocurriese fuera de la reserva Cherokee. Era sábado y la zona comercial se llenaba poco a poco de turistas deseosos de ver a los nativos enfundados en sus pieles de animal y plumas adornando las largas cabelleras. Antes de irrumpir el alba, bajó media docena de conejos y otro tanto de aves a uno de los restaurantes donde lo canjeaba por whisky y tabaco. Opal Nelson llevaba semanas investigando la identidad de una persona cuyo nombre encontró entre las pertenencias de la abuela Tillie, ahora en su poder. El documento, con fecha de mediados del siglo XIX, había pasado desapercibido a pesar de las muchas veces que lo repasaba todo. Los pocos datos apuntaban a que el hombre en cuestión era descendiente directo de nativos obligados a realizar el llamado Sendero de las Lágrimas. ¿Qué vínculo le unía con la abuela Tillie? ¿Por qué nunca lo mencionó? Esperaba encontrar respuestas.
          –Mire bien donde pisa, el sendero por ahí es traicionero, parece firme, pero no lo es –dije Tayen McDaniel a la mujer que reconoció enseguida.
          –¡Ay!, me ha asustado –tropezó sonrojándose.
          –Perdone, no era mi intención. Si busca la zona de tiendas va en dirección contraria, pero es pronto, aún no están abiertas.
          –No, no me interesa nada hacer turismo consumista.
          –Entonces, ¿qué la trae por aquí?
          –Estoy hecha un lío, busco mis orígenes, aunque no tengo claro si los quiero saber.
          –El conocimiento reside en el espíritu y la curiosidad en el corazón, ambos penden del mismo hilo.
          –¿Qué quiere decir?
          –Pues que sus raíces están ligadas a los Cherokee, ya que tantas vueltas como dé, la traerán siempre aquí –mientras subían una cuesta empinadísima le contó el descubrimiento y el impulso que la llevaba allí.
          –Me siento como en un callejón sin salida, por un lado, sé que quizá ahondando en la vida de ese hombre me conduzca a despejar alguno de los misterios que han rodeado a la abuela Tillie, pero no sé si tendré fuerzas.
          –Las tendrá, estoy convencido.
          –¿A usted le suena de algo?
          –No, pero le presentaré al anciano con más edad del territorio, vive en las montañas y cuenta historias muy interesantes, quien sabe si entre ellas esté la suya...

6 comentarios:

  1. Que decir que no se haya comentado ya por cualquiera de los que te seguimos.
    Imposible perder el hilo aunque a veces el intervalo sea largo.
    Atrapas.
    Muchas gracias por tu generosidad.

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  2. Pues sí, atrapas y consigues sacarnos por unos minutos de la triste realidad, aunque tus historias estén pegadas a ella. Enhorabuena y, no tardes.

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  3. María Doloresdiciembre 03, 2023

    Los últimos días han sido para mí muy emocionantes, tanto como abrir el correo hace un rato y encontrarme contigo. Magnífica técnica narrando y ese toque sensible tan tuyo. Sigue

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  4. Después de leer esta entrega más de tres veces, he llegado a la conclusión de que tengo que ahorrar dinero y viajar a Tennessee. Gracias por despertar en mí las ganas de saber y conocer.

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  5. Cuando describes te imagino en pleno trávelin, cámara en ristre. Siempre sensible a los movimientos sociales y gran conocedora de la condición humana. Y cómo creas los climas... Una gozada leerte. Gracias una vez más, escritora. Besos.

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  6. Nos mantienes en vilo con cada una de tus entregas.Es una lástima q la realidad q nos muestras pongan de manifiesto la maldad de algunos "seres inhumanos"
    Muchas gracias por ese bonito regalo q nos lleva a viajar con la imaginación.

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