domingo, 29 de octubre de 2023

Cerca de las Smoky Mountains

4.

La primera vez que Donna Hanks asistió con su esposo recién casados a una de las iglesias ubicadas en los Appalachians, llamadas: “Church of God with Sings Following”, casi se desmayó cuando el pastor sacó una serpiente de casi dos metros del cesto de mimbre que siempre llevaba consigo, se la enroscó tipo collar en el cuello, con la cola zigzagueando, reconociendo a la presunta presa y sosteniendo la cabeza del bicho a pocos centímetros del rostro. A los presentes, la mayoría de ellos en trance les invitó a hacer lo mismo con sus reptiles además de beber el veneno repartido en pequeños vasos. Antes de eso cada miembro compartió en voz alta sucesos ocurridos: accidentes, dudas, enfermedades incurables, cognitivas, problemas económicos, con la justicia, las adicciones, lo laboral, de convivencia… A continuación los feligreses rezaron entrelazando las manos y, llenos de júbilo, gritaron “¡Oh, Jesús!”, el maestro de ceremonia respondió “¡Alabad al Señor!”. Quien tiene la mala suerte de ser tocado en alguna parte del cuerpo por esas lenguas bífidas se niega a recibir atención médica considerando que dicho sufrimiento es un castigo por su falta de fe. Sobrecogida, rogando que no la obligasen a realizar semejante atrocidad salió del local tan rápido como pudo. Transcurrido algún tiempo supieron que el pastor sufrió la mordedura de otro ofidio muriendo horas después. Así que, Donna Hanks se prometió a sí misma evitar en la medida de lo posible asistir a otro servicio de esa índole para no tentar al diablo. Esta práctica, fundamentada en la interpretación de un pasaje bíblico de san Marcos 16:17-18, fue legal en los Estados Unidos hasta mediados del siglo XX, posteriormente se prohibió en la mayoría de los estados menos en Virginia Occidental. Sin embargo, en el sur de los Apalaches se sigue haciendo en clandestinidad. Los académicos Ralph Hood, profesor de psicología de la Universidad de Tennessee en la ciudad de Chattanooga y Paul Williamson de la Universidad de Henderson State, de Arkansas, llevan años investigándolo, realizando cientos de horas de grabación sobre el manejo de serpientes en actos religiosos y entrevistas a muchos pastores que lo llevan a cabo, por tanto, poseen un amplio material al respecto que ponen a disposición de la ciencia.
          –Si las ceremonias van a ser siempre así, no vuelvo, me dan miedo y respeto –dijo en el corrillo que se formó a la salida de la iglesia.
          –Forma parte de nuestra identidad, hija mía. Son pruebas que nos ponen y nosotros hemos de obedecer –tajante respuesta del pastor quien dirigiéndose al marido añadió–: habrás de controlar mejor las reacciones de tu esposa, no está bien que las mujeres ridiculicen a los hombres en público.
          –No volverá a pasar, le doy mi palabra –aseguró.
          –Nadie tiene derecho a acallar mis opiniones, ni siquiera tú, la fe, como yo la entiendo, es un espacio para compartir y derrochar alegría por estar juntos, por estar vivos. –Ahí empezaron las discusiones con el marido y el menosprecio de él.
          Desde Parsons Rd hasta Manhattan Ave hay unas dos millas, cuarenta minutos aproximadamente de paseo tranquilo, solitario, característico de Oak Ridge, con vecinos a ambos lados que pueden estar semanas sin verse y cuyas viviendas enmarcadas en espacios verdes y árboles lo bastante altos preservan esa intimidad tan preciada en la zona. Apenas unas pocas personas pedían oraciones por los suyos en Woodland Park Baptist Church, Aretha O’Neal se quedó en los bancos del final por timidez, apretó la diminuta cruz de madera que volvió a introducir por dentro del jersey y se marchó, iba a dar fin a la misión más difícil a la que hasta ahora se había enfrentado en la vida. Con la excusa de llevarle a Donna Hanks unas galletas sureñas, receta de sus antepasados que le salían buenísimas, aceptó la taza de chocolate. Nerviosa, no sabía cómo ponerse si en el borde de la butaca o bien sentada con la espalda recta. Aunque no era la primera vez que entraba dentro de la vivienda nunca se había fijado en las fotografías dedicadas de una cantante vestida de cowboy que lucían sobre la repisa de la chimenea, ni tampoco del ambiente espeso a dejadez y soledad que se respiraba. Se le encogió el corazón sólo con pensar el dolor que le causarían lo que iba a decirle...
          –Ten cuidado, está muy caliente –dijo Donna a la chica ofreciéndole también una servilleta.
          –¿Quién es la señora de la guitarra y el sombrero de vaquera? –preguntó sin apartar la mirada de los retratos.
          –¿No conoces a Dolly Parton?
          –No, nosotros escuchamos gospel.
          –Es la cantante más importante que tenemos en Tennessee.
          –¿Más que Elvis Presley? Mis hermanos mayores le ponen mucho y tratan de bailar como él, pero yo creo que lo hacen fatal y mamá les chilla asegurando que les falta ritmo –ambas rieron.
          –Digamos que los dos son buenos embajadores de este Estado y representan muy bien nuestro espíritu musical.
          –¿Ha ido a verla? –preguntó muy emocionada.
          –Antes, de más joven, mi hijo tercero y yo estuvimos en varias ocasiones.
          –¿Y ahora?
          –Estoy vieja y torpe, pero no hay un solo día que no ponga alguno de sus discos. Nació en un pequeño pueblo cerca de Gatinburg, dicen que en una cabaña a orillas del río Little Pigeon, con 10 años ya supo que quería dedicarse a la música. Es una persona muy solidaria que ayuda mucho a los pobres. En 1986 adquirió y remodeló un parque temático cerca de las Smoky Mountains, llamándolo Dollywood, casi todo construido en madera y con un gusto exquisito, puedes disfrutar de actuaciones en directo tanto de ella como de otros intérpretes consagrados y también principiantes que gozan de la oportunidad de darse a conocer gracias a su generosidad altruista. Merece la pena visitarlo, deberías ir con tus padres. Y ahora, ¿me cuentas de una vez qué te preocupa?
          –Mi hermano mayor se va a Nashville, a la Universidad Vanderbilt para completar el programa de ingreso en el Cuerpo de Marines de los Estados Unidos.
          –Una noticia estupenda, hay que defender a la patria por encima de todas las cosas –dijo llevándose la mano al pecho.
          –Eso mismo opinan en casa.
          –¿Está contento? –preguntó.
          –Mucho, dice que así conocerá mundo, pero yo tengo miedo de que le maten, en el colegio hay compañeras y compañeros que algún familiar suyo ha muerto en combate.
          –Bueno, cabe la posibilidad de que ocurra, pero puede que no. Somos afortunados de que Dios haya creado esta gran Nación y, por supuesto también, de haber nacido en ella. Nuestra deuda es infinita y nuestra obligación defenderla, aunque cueste la vida. Pero tengo la sensación de que el otro día cuando nos encontramos en el bosque no era esto lo que te inquietaba, ¿me equivoco? –soltó mirándola fijamente a los ojos.
          –No sé por dónde empezar –de repente Donna Hanks vio en Aretha O’Neal a una joven que comenzaba a madurar.
          –Venga, no será tan difícil.
          –Dice mi papá –se retorció el bajo del pantalón– que no puedo venir más por aquí.
          –¿Y cuál es la razón?
          –Usted es blanca y yo soy negra.
          –Evidente, pero no parece motivo suficiente, no obstante, debes obedecer, aunque me gustaría saber qué piensas.
          –Si Barack Obama fue el Presidente de todos los estadounidenses, tuviesen el color que tuviesen, ¿por qué usted y yo no podemos ser amigas?
          –No lo sé, supongo que no será lo mismo. Y ahora es mejor que te vayas –se puso en pie y abrió la puerta–, se está haciendo tarde.
          –Aún no he acabado el chocolate.
          –Márchate, por favor, tengo muchos quehaceres.
          –Volveré Ms Hanks.
          –No, no lo hagas, ya no eres bien recibida –entristecida comenzó a alejarse, entonces Donna cogió las galletas sureñas que todavía quedaban en el plato y las tiró a la basura igual que hiciera con muchos recuerdos que no merecían ocupar espacio en su memoria.
          El día que anunciaron la muerte de Dianne Feinstein Opal Nelson se enteró a través de las redes sociales. Visitaba a sus padres en Oak Ridge adonde se mudaron a una casa tranquila y espaciosa, a pie de bosque, donde los hijos y nietos cuando fuesen estuvieran en contacto directo con la naturaleza. La madre sufría fuertes dolores de espalda, seguramente que a consecuencia de una aparatosa caída que tuvo años atrás y a la que restó importancia, pero el paso del tiempo y la edad habían disminuido bastante su movilidad, hecho por el cual, el padre, frío como el témpano, se quejaba de las muchas tareas que ahora dependían de él. Opal, consciente de que luego se sentiría mal ya que se había convertido en un anciano gruñón y vulnerable, le reprochó la falta de sensibilidad y empatía hacia su compañera de vida. De regreso, por la Interestatal 75, casi no lo cuenta al atropellar a un lobo que de repente apareció en la carretera. Consciente del exceso de velocidad y de que se distrajo con la música country de Loretta Lynn y los apuntes biográficos de la artista aportados por el locutor, apenas pudo hacerse con el volante de la camioneta cuando el mamífero se le echó encima del capó. Frenó y el vehículo empezó a girar sobre sí hasta pararse en seco, pasado el susto, bloqueada y sin valor para poner el motor en marcha, apoyó la cabeza en el respaldo a la vez que la luz de una linterna la deslumbraba.
          –Señora, ¿se encuentra bien? –dijo el policía del Departamento del Sheriff del condado de Loudon.
          –Sí –respondió, aún asustada.
          –Documentación y permiso de conducir, si es tan amable.
          –Claro –lo sacó de la guantera y se lo dio, él se retiró, habló por radio y volvió–. Tengo que multarla, ha infringido la ley.
          –Sí, agente, lleva razón, lo lamento.
          –Puede continuar, pero vaya más despacio, podía haberse matado.
          –Buenas noches. –Se incorporó al carril, minutos después, recién salida de la ducha, compró por internet un pasaje de avión.
          A doce millas de Knoxville está el Aeropuerto McGhee Tyson. Opal Nelson se encontraba entre los pasajeros de clase turista en un vuelo con escala en Denver, destino San Francisco, para asistir al funeral de Dianne Feinstein, fallecida a los 90 años. Esta política ejemplar que durante 30 ejerció de senadora demócrata por California, ha muerto dejando muy alto el listón de las cosas bien hechas. De sólidos principios mantuvo siempre abierta la defensa del medio ambiente, los derechos reproductivos y esa búsqueda incesante de tender puentes con los republicanos menos conservadores, aunque eso significase moverse sobre las sensibles tierras inestables de los acuerdos. Desde 1994 estuvo en vigor la regla federal que ella misma redactó prohibiendo las armas de asalto hasta que en 2004, durante el mandato de George W. Bush, el Congreso se negó a renovar dicha norma. Cabe destacar que fue la primera mujer judía en puestos de relevancia, por ejemplo, presidir el Comité de Inteligencia del Senado.
          El vuelo llevaba mucho retraso, los pasajeros, con los nervios a flor de piel, aguardaban en sus asientos pacíficos aunque alguno empezaba a perder la paciencia ya que exigían respuestas que no llegaban, así como responsabilidades y, por supuesto, una indemnización y solución para el tiempo y el dinero perdido. Les habla el comandante, escucharon por megafonía, entonces les comunicó que debido a una fuerte tormenta era peligroso despegar en ese momento, pero que lo harían en cuanto la torre de control lo autorizase. A decir verdad había amenaza de bomba y acababan de evacuar la terminal excepto a la gente ya embarcada, lo cual ocultaron con el fin de que no cundiese el pánico. Mientras esperaban, Opal recordó la discusión con su padre.
          –Si consigo pasaje mañana salgo para San Francisco –soltó de pronto–, ha fallecido Dianne Feinstein, senadora demócrata, la más longeva y quiero ir al sepelio.
          –¿Y a ti qué se te ha perdido en California? –dijo el padre–, allí no pintas nada, siempre andas metida en líos, el día menos pensado me llaman para reconocer tu cadáver.
          –No seas bruto, marido, es mayorcita y responsable de sus actos.
          –Quizá no lo recuerdes papá, pero ha hecho mucho por nuestro país. Fue muy valiente desafiando a la CIA y a la Casa Blanca.
          –¿No es la misma persona que votó a favor de la Guerra de Irak y después se desmarcó ordenando una investigación?
          –No exactamente, se arrepintió al no hallar armas de destrucción masiva y, a raíz de eso, desaprobó los programas estadounidenses de detención e interrogación de rehenes. Yo comprendo que hay un antes y después del 11-S, aquel ataque terrorista movió las placas tectónicas de la paz en nuestra patria y en el resto del mundo, pero debemos abogar por hablar con el oponente y no tomaros la justicia por nuestra mano, consolidar la paz es dejar en herencia a nuestros hijos y nietos una Tierra más habitable.
          –¿Y dices que esa mujer ha luchado mucho?
          –Sí, mami. Fíjate, tiene una biografía muy particular, se casó tres veces: con un fiscal, un neurocirujano y un inversor. Presenció el asesinato del alcalde de San Francisco George Moscone –al que sucedió– y del defensor de los derechos de los homosexuales Harvey Milk. Abanderó la igualdad entre hombres y mujeres y hasta su último aliento puso en valor su trabajo de servidora pública.
          –Eres muy especial cariño, por eso te gustan y atraen las personas fuertes y con personalidad –el padre las miró indiferente.
          –¿Cómo la abuela Tillie? –ninguno respondió.
          –No me gusta que conduzcas tan tarde, vuelve a tu casa y llámame mañana desde California –premonitorio el comentario de la madre…
          Alvin Evans es un típico granjero de Lenoir City, aficionado a las carreras de coches, a su equipo de fútbol One Knoxville SC, a las armas, a la comida grasienta, a los restaurantes con actuaciones musicales en vivo, frecuentados la noche de los sábados y a interpretar la Biblia al pie de la letra. En el garaje, oculto detrás de unos fardos de paja, guarda el viejo destilador con el que elabora su propio Moonshine, como antes hicieran los antecesores y cuyo resultado es un Whisky fortísimo a prueba de gargantas profundas y estómagos curtidos. En todo el territorio se conocen las hortalizas que cultiva destacando pimientos y berenjenas de muy buena calidad, así como la cría de conejos y gallinas que vende para subsistir. En 2002, su único hijo, soldado profesional, perdió la vida en la Guerra de Afganistán en la Operación Anaconda. Tras semanas de intensa búsqueda hallaron el cuerpo en la capital de Gardez, a 80 kilómetros de Kabul, a la entrada de una cueva y en avanzado estado de descomposición, pero gracias a la chapa de identificación que permaneció pegada al pecho supieron que se trataba de él. En el Aeropuerto Internacional de Nashville, a hombros de militares de su misma promoción, con todos los honores y la Medalla de Honor a título póstumo, recibieron el féretro. A los ocho días de ser enterrado en la más estricta intimidad, sin galones ni banderas, la madre se suicidó y desde entonces es un ser callado e introvertido incluso podría decirse carente de emociones y taciturno. Afín a la National Rifle Association of America y próximo al Ku klux Klan lidera un pequeño grupo operativo que a veces siembra el pánico en la comarca y, especialmente, poniendo en alerta a la población afroamericana que vive aún en Scarboro Community, en Oak Ridge. En numerosas ocasiones, bajo la tapadera de encuentros anuales con veteranos de guerra o de la Asociación de Granjeros de los Estados a lo largo del río Mississippi, asiste a reuniones en Pulaski, ciudad de Tennessee donde en 1866 se fundó dicha organización supremacista. Alvin Evans no ha tenido más amigos que a los Mathinson, dueños de la ferretería donde Opal Nelson se inició en el oficio –negocio que posteriormente pasó a manos de la franquicia The Bricolaje House Construction CO–, pero ellos ya están muertos… Una mañana, preparando el pedido para el Departamento del Sheriff del Condado de Loudon, oyó ruidos en el granero y supuso que serían lobos, harto de encontrar agujeros en los sacos de maíz disparó dos veces al aire, sin embargo, se trataba de un niño negro, asustado, llevándose cuatro manzanas que cogió de un cesto. A punto de llorar, echó a correr, él retrocedió, le dejó escapar y temió empezar a ablandarse. Subido en la camioneta puso rumbo al centro de la ciudad.
          –¿Es buen año de cosecha, Mr Evans? –preguntó Opal Nelson mientras le prepara el azadón y otras herramientas que vino a buscar.
          –Hay muchas coles, calabazas, berenjenas y abundantes tomates –respondió seco.
          –Todavía no ha llegado el alambre para empacar alfalfa, hay pendientes muchos pedidos y no sé el motivo de tanto retraso, además, en la empresa de distribución tampoco se aclaran.
          –De momento todavía tengo un poco.
          –Perfecto, pues en cuanto llegue le aviso. ¿Encontró en Memphis la pieza que buscaba para el tractor?
          –No –era escueto en palabras y construir frases con más de cinco le suponía un esfuerzo.
          –Si lo desea vuelvo a intentarlo.
          –Bueno –giró sobre los talones, caminó unos pasos y, antes de abrir la puerta, volvió la cabeza, esbozó media sonrisa, se ajustó la gorra de la última campaña de Trump, cogió las cosas y se marchó. En la gasolinera de enfrente unos forasteros llenaban el depósito con la radio a todo volumen.
          Tayen McDaniel, indio Cherokee, descendiente de los primeros pobladores de la reserva india en Carolina del Norte, saliendo un sol radiante por el horizonte, sentado en el suelo con las piernas cruzadas, dice las oraciones aprendidas de niño y piensa en Opal Nelson, la mujer en busca de sus orígenes y a la que está convencido de volver a ver...

7 comentarios:

  1. Cada día más enganchado a las historias cotidianas de las Smoky Mountains que magistralmente entrelaza Mayte. Y sorprendido por el ritual de la serpiente en los oficios religiosos. Primera noticia. Siempre hay un mundo por descubrir y con estos relatos se hace de placer inmenso. Gracias, querida Mayte.
    Emili Pacheco.

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  2. Entre tanto dolor leerte es un respiro. Tristes días

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  3. Eres como la Wikipedia, todo datos, pero me gusta aunque a veces tenga que retroceder para reafirmarme en mi conocimiento del personaje que surge de nuevo.
    Seguro que intriga es lo que buscas, conmigo lo has logrado.

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  4. María Doloresoctubre 29, 2023

    Esta memoria mía: había olvidado el ritual de la serpiente, recuerdo que la primera vez que lo vi se me descompuso el cuerpo. Bien escrito

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  5. Cada domingo es un nuevo aprendizaje dentro de esta historia que apasiona y no cansa. Gracias.

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  6. Además de disfrutar con la lectura de una nueva entrega, para mí es una fuente de aprendizaje. Estoy descubriendo cosas sobre lugares y costumbres de otros pueblos. Lo de la serpiente me parece una práctica increíble. Sigo pendiente de cómo transcurre esta historia. Hasta la próxima. Muchas gracias

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  7. Leyéndote no puedo evitar el recordar la época en que analizaba un texto, sus personajes, el prota y el anta, el conflicto, la intensidad dramática... Y es que eres muy buena, Mayte. Cómo no agradecerte que escribas. Besos.

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