domingo, 13 de enero de 2019

Beirut, Puerta de Atocha

9.

Binta e Ismael a menudo quedaban a las siete de la mañana para correr por la orilla de la playa, con la sola compañía de las aves migratorias rumbo a reproducirse en otro continente. ‘Mira qué sereno está el Mediterráneo, y cómo luce hoy su azul intenso. Lástima que se haya convertido en la morgue universal del siglo XXI’. ‘Es muy doloroso, ya lo creo, sobre todo porque uno no cruza el océano por gusto. ¿Imaginas que existiera una caja negra de cada naufragio?’. ‘Ojalá, aunque nunca registraría el sufrimiento que se vive’. ‘Tú lo sabes bien, ¿verdad?’. ‘Sí, he visto la tragedia de cerca, pero cada vez que contemplo su inmensidad me viene a la memoria que esas aguas han sido el vehículo que me ha traído a este lado, donde encontré libertad, pese a todo lo dejado tras de mí. Por eso me gusta resaltar también su cara más amable: juguetón con los niños haciéndoles cosquillas entre los dedos de los pies, misterioso cuando corteja a la luna, mensajero de las culturas que cobijan sus costas e imprevisto a cada cambio de estación’. ‘Lo entiendo, y me congratula muchísimo oírte hablar en positivo. Sin embargo, no te sientas en deuda con nada ni con nadie, porque todo lo has conseguido con tu esfuerzo’. ‘Puede que haya algo de eso, no lo voy a negar, pero también reflexiono y, al hacer balance de las penurias pasadas, sé que en el fondo de esas aguas cerré un ciclo para abrir otro’. ‘¿Hace un baño?’. ‘¡Qué dices, no traigo bikini!’. ‘¿Y qué importa?’. Apasionados compartiendo opiniones, no se fijaron en la hora hasta que ella dijo: ‘Tengo que volver a la oficina, no me gusta ausentarme mucho cuando el equipo está de misión’. ‘Espero que no tengan problemas’. ‘Es difícil, en mayor o menor medida surgen’. ‘Vámonos pues. Voy al aeropuerto a llevar unos papeles a un colega del trabajo’. ‘Pensé que habías dejado la empresa’. ‘Sí, pero no a la buena gente que se ve en la estacada’. Llegando al aparcamiento, antes de montarse en el coche, fueron testigos de la siguiente discusión: ‘Abuelo, no guardes los clínex sucios, coño, que es una marranada’. ‘¡Quin collons de nen!, ¿no dices que hay que reciclar?, pues justo es lo que hago, se secan y a usar de nuevo’. Aguantaron las carcajadas mientras se alejaban y, ya por separado, vieron ambos que tenían bastantes llamadas perdidas de Ahmad Abu-Abbad…
          Hostia puta. Tirad un cabo. ¡Vamos, coño, más rápido! Cielo, agárrate fuerte, os vamos a sacar de ahí enseguida. No te sueltes, por lo que más quieras, no te sueltes…’, −voceaba Adrián fuera de sí−. ‘Te acercas mucho, y podrías empujarlos a un remolino traicionero’, −dijo el capitán al piloto, que en ese instante vira a estribor según indicaciones del primero−. ‘Tú mandas, pero si la perdemos dejaré constancia de lo ocurrido en el cuaderno de bitácora y serás el único responsable’. ‘Confía en mí, todo irá bien’. Aunque Jasmin tenía agarrotado cada músculo de su cuerpo, y cualquier movimiento le costaba infinito trabajo, consiguió pasar un extremo de la cuerda por debajo de los brazos del enfermero. Buscó a tientas el flotador tirado desde arriba, y, como pudo, se cogieron ambos a él. No podía pensar con claridad, porque el frío se le hincaba en las sienes como puntas de alfileres. Comenzó a delirar. De repente, emergiendo entre lonchas de espuma deformes y esparcidas alrededor de ellos, aparecían imágenes de sus allegados: hombres y mujeres vestidos de negro que, sin reconocerla, pasaban de largo hacia un monte en llamas, de donde salía el llanto de un niño que bien podía ser el suyo. Apenas se mantenía a flote, y aunque el muchacho, que había perdido el conocimiento, era un lastre, en ningún momento le soltó. ‘Quiero que dos de vosotros estéis preparados por si tenéis que sumergiros’. ‘Hagámoslo ya, jefe’. ‘No, cada uno de nosotros estamos preparados para enfrentarnos a situaciones límite: ella también’. ‘Cojonudo, pero casualmente la que se juega la vida es mi pareja, y no pienso quedarme de brazos cruzados’. ‘No consentiré que corras un riesgo innecesario cuando estoy convencido de que en cuestión de segundos se resolverá…’. Un rugido ensordecedor se elevó por encima de sus cabezas golpeándoles contra el suelo, sin apenas tiempo de reaccionar para sujetarse. Cuando el mar se tragó la gran ola, la tripulación tiritaba de pánico. Algunos estaban caídos en cubierta, otros sujetos a lo primero que encontraron. Adrián sangraba por una ceja y tenía un fuerte golpe en la espalda que le hacía retorcerse. Aun así, su afán era arrojarse, pero se lo impidieron. ‘Soltadme, coño. Hay que bajar. Se han hundido, se han hundido…’. La oscuridad, que tanto intimida en mitad de la nada, obstaculizaba la localización del barco desde abajo. Restos de astillas y diversos objetos, quizá de otras embarcaciones, flotaban a la deriva como misiles de precisión dirigidos hacia las víctimas. Jasmin estaba a punto de darlo todo por perdido, casi dispuesta dispuesta a rendirse con tal de acabar con el sufrimiento cuanto antes, pero la luchadora sólida y rotunda que hay en ella la sedujo para no renunciar a la vida, sin haber intentado, al menos, salir de aquello. Giró la cabeza a un lado y a otro, agudizó el oído, comprobó que el sanitario se mantenía despierto y, confiando en su intuición, empezó a nadar…
          Salam aleikum. ¿Se puede?’. ‘Aleikum salam. Pasa, estás en tu casa. ¿Has visto a Binta?’. ‘Sí, fuimos a hacer deporte, supongo que esté ya en la oficina. ¿Ocurre algo?’. ‘No, nada. Era por si sabía algo de los chicos, me extraña que todavía no tengamos noticias’. ‘Si quieres la llamo y que nos cuente’. ‘Déjalo, si acaso luego’. ‘Este mosaico tan bonito, ¿qué significado tiene?’. Los ojos de Ahmad Abu-Abbad se humedecieron retrocediendo algunos años en la memoria. ‘Es la interpretación que mi esposa hizo de la guerra, que, como todo lo tocante a su persona, tiene una historia que argumenta aquello que sus manos privilegiadas perpetuaron’. ‘Pues encierra mucho arte, qué quieres que te diga’. ‘Conseguimos una plancha de cemento tal y como nos indicó, después recogimos piedras de distintos tamaños por la playa que, eso sí, tenían que ser planas para poder decorarlas. Nos tuvo atareados varios días, porque a lo mejor, del montón que traíamos, solamente le servían dos o tres. Cuando consideró que ya tenía suficientes, las pegó, encajando una a una, y comenzó a crear lo que ahora nosotros tenemos delante. Mira ahí, ¿ves el carrusel con los niños en los caballitos?’. ‘Sí, ¿éste? Con lo diminuto que es y tiene hasta el mínimo detalle. Espera un momento, aquí aparece el mismo, aunque en ruinas, ¿por qué?’, −Ismael señala el esquinazo superior izquierdo−. ‘Uno representa la inocencia, y el siguiente el impacto de los proyectiles en la cotidianeidad de los civiles’. ‘Tuvo que ser una gran mujer, ¿verdad, amigo?’. ‘Especial, en todos los sentidos’. ‘¿La echas mucho de menos?’. ‘Tanto que tengo las entrañas quemadas de dolor’. ‘Llama bastante la atención la diferencia entre el centro y los alrededores en el conjunto global de la obra. Es como si la gama de grises enmarcara los colores pastel concentrados en el interior’. ‘Sabía que ese detalle a ti no te pasaría inadvertido. Toda esta zona −indica los cuatro lados− es la Dehia’. ‘¿La qué?’. ‘La periferia, aquellos lugares castigados durante los bombardeos’. ‘Sin embargo, dentro de tanta negrura, aquí veo que hay un punto de esperanza, ¿es la verja de un jardín, una valla…?’. ‘Pues, ni lo uno, ni lo otro. Es la llamada “Línea verde”, formada por la vegetación crecida en la despoblada calle Damasco, y utilizada desde 1975 a 1990 como frontera divisoria entre cristianos y musulmanes’. ‘Nunca se me habría ocurrido interpretarlo así’. ‘Ni a mí, pero es lo que tiene el privilegio de haber vivido con la artista. Mira el edificio del Hotel Holiday Inn, con sus muros agujereados por los impactos de bala. Tócalo, recuerdo que hizo las hendiduras con una pequeña herramienta punzante’. ‘Joder, es alucinante, se notan los agujeros como deben estar en el hormigón’. El nieto irrumpió en la salita y pidieron por teléfono una pizza.
          El barco a oscuras era una bomba sin control vagando por el océano, una amenaza ebria y peligrosa para los accidentados. ‘¿Dónde están las bengalas? Trae, que lanzo una para que nos vean y nosotros a ellos’. ‘Silencio, ¿ese ruido no parece la respiración acelerada de alguien? −dijeron por detrás−, aunque puede que sea el maldito pitido del oído que la tormenta me ha dejado de regalo’. ‘Cada cual a su puesto. Adrián, −el capitán le tranquiliza−, vamos a disparar un SOS de emergencia, los encontraremos cueste lo que cueste. Tú y tú, no le perdáis de vista’, −dice a dos marineros −. El cooperante, tendido en el suelo sobre el costado para aliviar los pinchazos en la espalda, rogaba insistentemente que le dejaran saltar por la borda, mientras susurraba: ‘No te dejes morir, amor. No te dejes…’, −y traspasó la puerta de un sueño agitado.
          A mitad de la cena, Ahmad Abu-Abbad sacó un vino robusto, seco y frutal. ‘Amigo, menudo caldo tan señorial, qué buen gusto tienes, macho’. ‘Es de Ksara, lo mejorcito del Líbano, sin ninguna duda. Además, la ocasión lo merece, no todos los días tienes delante a una persona que ha dejado su estabilidad económica, y una vida acomodada’, −no acabó la frase−. ‘Por otra mucha más real’. Binta intuía que la travesía no iba bien, pero, sin estar segura, no quiso dar la voz de alarma. Pasó la noche destemplada, incómoda, nerviosa, esperando las noticias que no llegaban, hasta que a las seis de la mañana no pudo más y comunicó por radio.
          No te duermas, muchacho. Sigue nadando, por favor. Ayúdame, sola no puedo’. Una mancha negra se les venía encima, era importante no tragar agua y quitarse lo más deprisa posible de su camino. El potente olor a petróleo y una masa compacta de plásticos casi no les dejaba respirar ni avanzar. Algo se enredó en la pierna de Jasmin, tirando de ella hacia el fondo. El chico sacó fuerzas de donde no tenía, y gritó: ‘Aquí, compañeros, estamos aquí …’.

9 comentarios:

  1. Me quedo sin palabras, sólo decirte que tu generosidad creativa es grande. No pares. Un beso

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  2. Gracias por permitirnos volver a tomarle el pulso a tus personajes tan literarios y tan reales! buen año de grandes historias!

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  3. No me extraña que hayas pospuesto este relato para después de fiestas, que angustia me dejas hasta dentro de 15 días.
    Es increíble la descripción de la situación, como si la hubieses vivido, y lo mejor, es que me la haces vivir.
    No sé podía renaudar mejor está historia. Gracias.

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  4. Esta entrega podría titularse Mediterráneo. Ese título que tantos conservamos en la memoria (por ahí se desliza la escritora juvenil) a través de las notas de la canción que compuso Serrat. Se erige en protagonista, tierno y amable, tan bien descrito por ti, y al tiempo poderoso, lleno de peligros para los despojados. Tocas la fibra de las tragedias ancestrales de los hombres y las mujeres. Genial Mayte, nos dejas esperando con inquietud el próximo capítulo.

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  5. Estremecedor!! Que angustiada me dejas! Espero impaciente el siguiente.besos

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  6. Conocer otras existencias no sólo nos hace cómplices, en el mejor significado del término, además nos facilita vivir dimensiones de nuestro propio ser que desconocíamos. Las vidas de otros son partes de las nuestras. Gracias Mayte, por estos regalos quincenales. Besos

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  7. Miguel Ángelenero 16, 2019

    El Mediterráneo, con sus vertientes trágica y amable, destacada la primera en esta historia. Como en otras ocasiones, al leer el relato, me parece estar viendo una película. Supongo que debe ser por la calidad de una buena narradora. Seguimos la historia. Un abrazo.

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  8. Sabes describir situaciones en las que sabes introducir al lector como si la estuviese viviendo. Un abrazo desde Málaga.

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