domingo, 1 de julio de 2018

Nueva York. Tercera semana de un sofocante mes de julio

Conmueve ver a la persona sin escapatoria, amarrada a una camilla en forma de cruz por varias correas que van desde las pantorrillas hasta un poco más abajo del pecho, y un montón de cables conectados entre sí por ventosas-electrodos que certifican el paro cardíaco cuando se produce. En algunos casos la expresión de la mirada transmite el sosiego que proporciona saber que pronto acabará el sufrimiento, pero la mayoría dejan entrever la incertidumbre y el miedo al posible dolor físico de la inyección letal. La cámara de ejecuciones está provista de varias ventanas: una da a la sala donde testigos seleccionados por el reo y periodistas acreditados para cubrir la noticia presencian el acto, otra para que los familiares de la víctima lo hagan también, y una tercera por donde el personal de prisiones comprueba que todo funciona correctamente. En el estado de Texas la hora señalada para hacerlo son las 6:00pm. Una jornada antes llega Mr. Coleman para estar con Susan. ‘De niña era puro nervio y me alteraba muchísimo si las cosas no sucedían al momento. La víspera de Santa Claus Michelle y yo hacíamos un pastel de cerezas que después nadie probaba, pero eso nos mantenía entretenidas’. ¿Cuánto falta?’. ‘Relájate. No lo pienses’. ‘Morir es lo de menos, esperar me consume. ¿Sabes qué preocupación me mantuvo en vela la primera noche que dormí entre rejas?’. ‘Dime’. ‘No estar segura de haber cerrado los grifos de casa? ¡Qué paradoja!, ¿verdad? Te arrancan la libertad y… Pero, fíjate que cuando tienes claro que no hay escapatoria, ni posibilidades de salir de prisión, la imaginación es un arma de doble filo a la que hay que manejar con absoluta destreza. Entonces surgen preguntas que en condiciones normales ni plantearías. Por ejemplo: ¿Crees que al sistema le importa en realidad cuántos inocentes vamos a pasar por la mesa de desguace? −nombre coloquial que le dan a la camilla−. ¿Es justo que buena parte de la sociedad respalde la aplicación de la pena capital precisamente para aquellos que le han robado la vida a sus víctimas? ¿Dónde quedan los principios democráticos de reinserción? Soy inocente, pero eso ya no importa. Tampoco usaré el discurso de apelación moral en cuanto a aquello de que “el fin justifica los medios”. Es decir, aunque mi expareja me violó en repetidas ocasiones y maltrató física y psicológicamente, eso no me da derecho a matarlo. No sé si explico con claridad lo que quiero decir’. ‘Perfectamente’. −Esa generosidad de razonamiento a Eric le recordó a su mujer−. ‘Pensarás que soy una egoísta, perdona por haberte hecho venir, pero necesito que me hagas un último favor’. ‘Tú dirás’. ‘Tengo cuatro pertenencias que no valen mucho: Un viejo coche, algunos muebles antiguos, una buena colección de vinilos y poco más que podrían dar algunos dólares. He hecho testamento y eres mi heredero. Quiero que lo vendas todo y se lo entregues a “Witness to Innocence”, la organización que viaja por todo Estados Unidos con exconvictos condenados a la pena de muerte por crímenes que no cometieron y finalmente puestos en libertad. Se reúnen en granjas dos veces al año, van acompañados por sus familiares y amigos, disfrutan de la meditación, comparten experiencias y ayudan a los más vulnerables a salir del atolladero. A la caída de la tarde, en torno a una barbacoa, liberan también el miedo a lo que les deparará el futuro. No sé si admiten donativos, pero yo quiero colaborar de alguna manera’. ‘Lo haré, te lo prometo’, −confirma E.J.−. ‘Otra cosa. Quiero que viajes a Richmond, Virginia, compres un regalo y lo lleves a la dirección que pone aquí −enseña un trozo de papel garabateado−. La nieta de una compañera del corredor va a tener una hija y hace su “baby shower”, dáselo en mi nombre’. Absortos en la conversación no escuchan las fuertes pisadas que provienen de la galería, sólo se dan cuenta y sobresaltan al irrumpir varios Corrections Officer para llevarse a Susan y así poner en marcha el protocolo. La cara desencajada del psicoanalista, la palidez en la expresión de los hombres y de las mujeres de la prensa que observan estupefactos, las luces que con efecto dominó se apagan una por una y un silencio tan cortante como cuchillos lanzados al aire, aseguran que todo ha terminado.
          Carlota, casi ciega, se orienta a través del sonido de mi voz. Sin reflejos, y con el instinto de supervivencia adormecido, se ve incapaz de pelear con Bobby para conservar el territorio que, poco a poco, ha consolidado a mi lado. De un tiempo a esta parte Ralph nunca llega antes de la hora de dormir. Cruzamos cuatro palabras correctas, aunque debo decir que insustanciales, duda si contarme algo o no, y se lleva al chihuahua que mordisquea mi falda pidiendo amparo con rebeldía. Espero para cerrar hasta que baje el tramo de escaleras, pero a mitad de camino la sombra del hombre que acecha en el descansillo le obliga a apretar el paso. Dejo a la gata sobre su cama como quien acuesta al bebé recién amamantado, y disfruto de ese momento de soledad, tan mío, cuando el vecindario, aparentemente, parece estar quieto. Sin embargo, es en la madrugada cuando me despierta una fuerte algarabía: cosas que se rompen al caer al suelo, insultos obscenos en tono alto y carreras de quien se esconde detrás de un portazo. Y, alejado, como si viniera de más allá del río Hudson, el llanto de un perro que emerge por las alcantarillas como el vapor que a menudo se libera por ahí…
          Eric presenta un cuadro completo de congestión: fiebre, malestar generalizado, estornudos, ojos lagrimosos, bufanda de lana enrollada a la garganta y la voz −como dice un cubano al que conozco bien− haciendo surf en ola de whisky por la barra del cabaré. ‘Haber pospuesto la sesión si no te encontrabas bien’. ‘Es un simple catarro, nada que paralice mi actividad’. ‘En el metro ha pasado algo curioso: un chico vestido a lo “Hare Krishna” ha entrado proclamando la reencarnación de las almas. Está bien como metáfora o chute para quienes se lo creen, pero a la gente que maneja problemas reales, que ni haciendo equilibrios llega a fin de mes, hombres y mujeres que son la rueda de molino para que esto funcione, mensajes celestiales de este tipo suenan a chino. Aunque tampoco pienses que he prestado mucha atención. Me preguntaba si seré capaz alguna vez de perdonar a padre y a madre todo lo que me hicieron sufrir. Te digo de verdad E.J., trato de encontrar una explicación y…’. ‘Si los tuvieras ahora delante ¿qué les dirías?’. ‘Quizá preguntarles si tenían la conciencia tranquila. Pero, fíjate que el paso de los años, las cosas sucedidas, el desgaste que produce no hacer las paces consigo mismo, simplificar las preocupaciones y no caer en la demagogia de la posverdad, a estas alturas del partido creo que les perdonaría’. ‘Vengo observando el trabajo de restauración personal que haces y, si analizamos tu afirmación anterior, el resultado es muy visible, porque de ella se desprenden bastantes tramos de superación que ya has abrochado. Debes sentirte orgullosa, y, a pesar de que el camino no ha sido fácil, y de congratularme contigo, tal vez queda una de las etapas más difíciles: reconciliarte con la vida’. ‘¡Qué bien hablas, Eric! Yo lo que quiero es dejar de remar en contra. Te prometo que estoy cansada y que necesito normalizar la memoria e intentar hacerlo después con los sentimientos. Igual no lo consigo’. ‘Hace tiempo que has empezado. Todo tu mal humor, esos recelos, el empeño por no parecerte a los tuyos, el inconfesable cariño que les tienes a Carlota, Ralph y a Bobby, no son más que un escudo, un muro tras el que escondes los chorros de humildad y de buenos sentimientos. Para la próxima sesión…’, −no dejo que termine la frase−: ‘¡Quién sabe dónde estaremos!’.
          “Nueva York. Tercera semana de un sofocante mes de julio. En la era Trump, el 21 de enero de 2017, las calles de la city se llenaron de una marea multicolor que, a vista de pájaro, hermanaba con la convocada en Washington D.C. y conocida como la Marcha por las mujeres −la más multitudinaria desde la guerra de Vietnam− en defensa del derecho a la salud pública, a la igualdad de las personas sea cual sea su opción sexual, a la solidaridad con los inmigrantes, al pacifismo, a las políticas sociales, a la enseñanza libre para todos… Y en contra de que el pez grande se siga comiendo al chico, de la persecución a los refugiados, de la violencia de género, de la invasión a otros países, de los políticos que ningunean los efectos del cambio climático, de la explotación infantil en beneficio de unos cuantos, de las entrevistas de trabajo a ellas fundamentadas en preguntas que vulneran el espacio privado y de retroalimentar el odio entre los seres humanos para que el enfrentamiento vaya in crescendo. Hasta ese momento no había comprendido que la lucha del movimiento feminista, demostrando mucha mano izquierda y un inteligentísimo encaje de bolillos, arrancaba en la propia casa de uno reclamando idénticas oportunidades para hembras y varones. Hoy siento que en aquella aldea inhóspita donde nací, y de la que tanto hablo, también hubo, sin duda, quien se esforzó para que los suyos tuvieran un futuro mejor al otro lado de las montañas. Quizá, sin pretenderlo, esa ha sido la maquinaria que he puesto en marcha a lo largo de la vida: abrirme hueco permeando por las esquinas de una sociedad que siempre he creído al margen de mí. Al principio, cuando frecuentaba la little Spain de la Calle 14, un trompetista de color al que Miles Davis le enseñó a tocar los primeros compases afirmaba que la revolución de las women estaba por llegar, y que temblaran aquellos que habían puesto en tela de juicio su capacidad de gestión. Entonces, bailando unos pasos de claqué, se giraba hacía mí diciendo: ‘Baby, muchas de tu pueblo te seguirán…”.
          La noche ha sido plomiza, pongo el oído y escucho la fuerte respiración de Carlota, a la que le ha costado mucho conciliar el sueño por los picores que tiene en la barriga. Me desvela el ruido de sirenas, sin embargo cierro los ojos y me alivia comprobar que pasan de largo…

5 comentarios:

  1. Gracias por contarnos la historia de Maura. Personaje y escritura han ido madurando entrega tras entrega. Pedazos de vida.

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  2. Nueva York es tan sorprendente como lo es tu escritura: un continuo encuentro con la vida. Besos, nena.

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  3. Un gran final para un extraordinario relato. Ojalá disfrutes del descanso que necesitas. Buen verano, escritora. Te camelo, amiga.

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  4. Otra lección de buen hacer, historias bien hilvanadas y que aún siendo tan dispares encajan en el mismo cuerpo.
    Es de agradecer el trabajo que te tomas para, al menos en mi caso, ilustrarnos.

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  5. Un verdadero placer poder disfrutar de tu escritura. Espero que no dejes de escribir nunca. Gracias. Besos.


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