25.
A los pocos días de dar por
concluido el juicio, el departamento de contabilidad del bufete contactó
conmigo para informarme de que alguien anónimamente, a través de una entidad
financiera que operaba desde el extranjero, escrupulosa en cuanto a mantener la
privacidad de sus clientes, había pagado todos los gastos originados en el
proceso. Cité a Mayalen en el despacho para darle la buena noticia y
despedirnos con algo especial. Así que, aprovechando que un compañero estuvo de
vacaciones en México, le pedí que me trajera algún pastel típico de allí. ‘Por
favor, siéntese’. ‘Gracias, doña Allison’. ‘¿Qué le apetece:
café, leche, té, bebida fría…?’. ‘No. Nada. No se moleste’. ‘Venga,
mujer. Tómese algo conmigo. Mire lo que tengo –destapé la bandeja–. ¿Le
gusta?’. ‘Claro que sí. “Las Alegrías” son las mejores galletas de mi
país. ¿Sabe cuál es su base fundamental?’. ‘Ni idea’. ‘La semilla
de amaranto. Es muy nutritiva porque contiene cantidad de proteínas, vitaminas
y minerales que, junto a la miel, nueces y pasitas, hacen de este dulce una
delicia para el paladar’. ‘Le confieso que me lo han traído de encargo –dije,
contenta de haber atinado–, pero veo que he estado acertada. ¿Cómo está?’.
‘Vacía –nos subieron dos tazas de cacao bien caliente de una cafetería
cercana– e intrigada por lo que cuenta de sus honorarios’. ‘Bueno, es
normal. Suele ocurrir que, después de vivir una situación intensa, nos desinflemos.
Pero verá que en breve todo vuelve a su ser. Y, con respecto a lo material, estoy
tan sorprendida como usted’. Seguimos conversando, ella se esforzaba por
mostrarse animada, pero intuí que apenas le quedaban motivaciones. ‘Desde el
primer día que apareció por esa puerta tengo una curiosidad’. ‘Dígame’.
‘¿Por qué me eligió a mí?’. ‘Una vez la vi en el cementerio, a pocos
metros de donde yo rezaba, y me gustó la delicadeza con la que quitaba la
maleza de una tumba. Entonces pensé que era la persona adecuada para meter entre
rejas al asesino de Alexa’. ‘Richard Smith, mi padrastro, está enterrado
ahí –dije–. Fue un hombre extraordinario’. Con los ojos llenos de
lágrimas, se limpió con el pico de la servilleta la comisura de los labios y preguntó:
‘¿Qué pasará ahora con el Johnny?’. ‘Pues que permanecerá en el Centro
Correccional del Norte de Nevada hasta su traslado a la Prisión Estatal de Ely,
donde se materializará la ejecución. Pero pueden pasar años. No se preocupe, ha
hecho lo correcto’. La vi bajar por las escaleras con la derrota quebrando
sus huesos y la pequeña bolsa con los dulces que sobraron. Meses más tarde perdió
la memoria, lo supe por Michelle, y también que algunas noches dormía en un
albergue para homeless, parecido a Midnight Mission, en el skid
row de Los Ángeles, atendido por un grupo de voluntarios desbordados e
impotentes…
Charlotte
Bennett abandonó la locura de los tribunales cuando saltó a la opinión pública
un desagradable escándalo de soborno en una conocida multinacional, lo que desgastó
su imagen a consecuencia de que determinados medios de comunicación trataron de
vincularla con el blanqueo de capitales. Dedicada a cultivar rosas y a malcriar
a los nietos, ahora ve aquello como un sueño desagradable del que despertó liberada.
Sin embargo, lo más doloroso fue comprobar que nadie de la oficina del Fiscal
del Distrito defendiera la honradez y el prestigio demostrado durante tantos
años. Perdió el último caso. Un feo asunto de trata de personas destapado por un
simpatizante del Partido Demócrata. Los
presuntos implicados en la operación, gente muy poderosa, compraron el silencio
de posibles testigos a golpe de talonario. Fue ahí cuando comprendió que,
luchar en primera línea contra magnates sin escrúpulos, no le merecía la pena, mejor
recuperar el tiempo con los suyos. Linda se colocó en una gasolinera a las
afueras de Carson City, y salía con un chico divorciado, perteneciente a una de
las mejores familias de la ciudad. Iban despacio, sin precipitarse, y asumiendo
que cada uno aportaba la complejidad de su propia descendencia. De Steven, su
exmarido, nunca más se supo, aunque amigos comunes comentaron que se trasladó a
La Florida. Los niños acudían a Jacks Valley Elementary School, una
escuela muy peculiar rodeada de un prado verde, la espectacularidad de las
montañas al fondo y una fachada cubierta de mosaicos con dibujos de colores:
gatos, payasos, balones de beisbol, cohetes directos a la luna… A veces la
convivencia entre todos se convertía en una batalla campal. Pero, a pesar de las
muchas dificultades, los desencuentros, los enfados, los castigos y la rabia
infantil que brota cuando hay que obedecer, prevalecía la generosidad siempre
recíproca con el cariño del otro. Ahora, madre e hija, ambas adultas y
obligadas a dar ejemplo a los pequeños, aprendían a aceptar su singularidad sin
objeciones. Para Charlotte los días pasaban veloces. Por las noches, cuando los
demás descansaban, acompañada por una copa de buen vino, leía los periódicos en
aquella habitación acristalada y espaciosa que se hizo construir en un extremo
del jardín. Recortaba artículos, recopilaba sentencias, consultaba su archivo y
escribía a mano las conclusiones a las que llegaba. Y lo hacía por puro placer y
deformación profesional. Otras veces releía allí, a media luz, la biografía de
Madeline Albright, a quien tanto admiraba.
Robert
Franklin Jr. era un alcohólico encubierto, con grandes dificultades incluso
para disimularlo en público. De no ser porque se había ganado el respeto de sus
compañeros, probablemente su carrera estaría más que acabada y no hubiera durado
tanto al frente de la sala 3 The Carson City Justicie and Municipal Court,
embriagado como aparecía la mayoría de las veces. ‘Señoría, no puedes seguir
así –decía el secretario mientras sacaba una camisa limpia de la funda–,
que te estás matando, coño’. Pero el juez, hundido en el sillón de cuero,
sin importarle nada y con los zapatos desatados, repetía cada vez: ‘Tú que
eres un hombre de campo, ¿crees que este año habrá buena cosecha?’. Desde
que ingresaron a su esposa en una clínica especializada en cuidados paliativos,
ante la dificultad de seguir dándole en casa la cobertura médica para el
avanzado cáncer de colon con metástasis en el peritoneo, el magistrado andaba
perdido. El equipo de oncólogos, como el de aparato digestivo, acordaron
sedarla evitando así un mayor sufrimiento psicológico. Por eso, la paciente, consciente
de la gravedad y de lo irreversible de su estado, pidió la prórroga de unos
minutos a solas con su marido. A partir de entonces no volvió, era muy doloroso
ver aquel cuerpo inmóvil cuando lo recordaba como un tsunami debajo del suyo, y
también porque fue su última voluntad. Pegaron sus rostros para solapar una piel
con otra, y estando así, muy juntos, ella, con un hilo de voz, dijo: ‘No
olvides ir a la barbería todos los meses, Bobbi. Y de paso haz el favor de
cortarte esas greñas. ¡Mira qué pelos llevas! Ah, y deja las camisas en la
tintorería, revisa el generador, riega las plantas y…’. ‘Qué sí, querida
–interrumpió–. Lo que tú digas’. ‘Pues claro, viejo gruñón’. Se
besaron en los labios con gran ternura, colocó las almohadas tal y como le
indicó, y salió de allí convencido de que el fatal desenlace sería muy pronto. Las
últimas noticias que tengo es que se volvió a casar.
Adam
Walker perdió las elecciones a sheriff frente al recomendado de un pez
gordo de la Policía del Capitolio de Nevada. En la actualidad vive con su
familia en el condado de Tarrant, Texas, donde su hija mayor aspira a ser una
estrella del equipo de baloncesto femenino: Dallas Wings, perteneciente
a la Women's National Basketball Association. Llevan una vida sencilla, fueron
bien acogidos por el vecindario y están muy integrados en la iglesia baptista, colaborando
estrechamente con el pastor y los grupos de oración. El inspector, abatido ante
la imposibilidad de cambiar algunas cosas que no le gustaban de su ciudad, y lo
desagradable de haber sufrido el comportamiento despreciable de personas que,
sin motivos aparentes, arremetían contra él, pidió el traslado al Arlington
County Police Department, en Arlington. Ahí se ocupa de diligencias
internas, manteniendo bajo arresto su instinto investigador, ya que, cuando se
incorporó al nuevo puesto, puso como condición no estar de cara al público. La
principal tarea que desempeña es mirar con lupa la base de datos de las
personas fichadas, ya que las agencias de inteligencia internacionales
actualizan a diario la digitalización de huellas dactilares. Una vez que tiene
constancia de la llegada al país de algún peligroso criminal, alerta a los
distintos gobernadores, así como a sus homólogos canadienses y británicos, para
que activen los protocolos de rastreo. En los últimos días del juicio al
Johnny, coincidí con Charlotte Bennett en el lavabo, y recuerdo que comentamos,
off the record, lo ausente que veíamos a Walker. Ella, que lo conocía mejor
que yo, dijo que recibía muchas presiones y que le estaban haciendo la cama.
Nunca sabremos cuál fue la gota que derramó el vaso, pero sí que, allá donde
esté, el peso de la ley caerá sobre aquellos que la violen.
Ethan
Ross, el detective privado, y Michelle, la becaria, siguieron colaborando de
manera puntual en distintos casos, hasta que una madrugada ella recibió la
llamada de la policía comunicándole que habían encontrado el cadáver de él en
la oficina, desplomado en la butaca, sobre un charco de sudor y orines, delante
de una hamburguesa de tres pisos con exceso de pepinillos, aros de cebolla,
mostaza derramada por los bordes y una cerveza a la mitad del contenido. La autopsia
determinó que la muerte se produjo como consecuencia de un derrame cerebral, y que,
de haberlo cogido a tiempo para aspirar el coágulo, continuaría vivo. Siempre fue
un tipo reservado, por eso nunca supimos si tenía familia, o alguien próximo que, en circunstancias extremas, se hiciera
cargo de todo. Aunque no asistí al entierro, corrí con los gastos del
cementerio The Walton’s Chapel of the Valley, donde apenas se congregaron media docena de
personas para despedir a un hombre bueno que se marchó en silencio, sin el
ruido del protagonismo que adoptan otros.
Michelle
se quedó de adjunta en el bufete y, aunque participaba en juicios de poco brillo,
fue creándose una reputación bastante positiva como futura gran promesa en los
tribunales. Hizo varios intentos para mantener
las pocas relaciones que iniciaba, pero huía cuando la sombra del pasado volvía
recreando las palizas a mamá, las bofetadas de un padre descontrolado y el apuñalamiento
del que fuera testigo. Lo peor era cuando del subconsciente surgía las malas
experiencias en el orfanato, los fallidos intentos de acogida, el ingreso en el
correccional y el maltrato que sufrió sin decir palabra. Todo muy desagradable
hasta que aquel par de ancianos encantadores la adoptaron y pusieron a su
alcance las herramientas para ser quien hoy es. Una mañana, mi antiguo jefe le comunicó
excitado: ‘Vente echando leches, ha entrado un caso de homicidio en segundo
grado y quiero que lo lleves tú’. ‘¿Estás seguro?’. ‘Completamente’.
Lo seguí por la prensa, fue sonoro. Ganó ése, y, a continuación, cuantos
cayeron en sus manos. Acudía a cenas de alto standing donde solicitaban
sus servicios. Viajó por los continentes
americano y europeo, se hospedó en los mejores hoteles, ganó muchísimo dinero
y, sin embargo, al llegar la noche, se convertía en la misma chica asustadiza de
antaño, con el labio superior agrietado por los mocos y las lágrimas.
Regresé a Jackson con todas las consecuencias,
abandonando WILSON, ANDERSON & SMITH en el punto más exitoso de mi carrera.
Pero la tentación de paz del río Snake, el recuerdo de los primeros nativos
americanos que asentaron sus campamentos en este territorio, según narraba apasionado
el tío James, y la suerte de contemplar desde el porche la silueta recortada de
las Montañas Rocosas, pudieron más que todo el oro del mundo. La vida en el
rancho es dura, pero la experiencia es muy placentera: cortar leña, ordeñar la
vaca, cuidar del huerto, fumar a la caída del sol acompañada de un buen whisky
y cabalgar a lomos del caballo al que he puesto por nombre Luna Pálida,
en honor a aquel adolescente de la tribu Gros Ventres que me
regaló un collar de plumas que aún conservo. Como aquí los inviernos son fríos,
secos y ventosos, no invitan a salir más allá que para dar de comer al ganado. Así
que, con la chimenea a pleno rendimiento, instalada frente a la ventana, en la
mesa donde papá leía sus viejas novelas del oeste, he podido escribir esta
historia antes de que la memoria me falle. Hoy es nochevieja y tengo a punto el
pavo asado, alumbrado el pequeño pino, preparadas las galletas de jengibre y el
ponche de huevo con su canela molida y los bastones de caramelo. Son las 23:45.
En pocos minutos veré por televisión la caída de la bola de Times Square, anunciando
la entrada del nuevo año. Sin embargo, antes de que acabe éste… ‘Hello’.
‘¿Allison?’. ‘Sí’. ‘Soy Michelle’. ‘¿Qué tal? ¿Cómo te
va? Qué sorpresa y qué alegría’. ‘¿Me invitas a comer mañana…?’.
En Wyoming, martes 31 de diciembre de 2019.
Esperaba un final espectacular y no me he equivocado. Dignificas la profesión de escritor con sensibilidad, buen trabajo y mucha constancia. La historia es buenísima. Así que, me quito el sombrero delante de ti. Un beso, nena. Cuídate.
ResponderEliminarLa trama no podía tener mejor remate que cerrar todas las historias de los intervinientes en la misma para no dejar ningún cabo suelto y, aún y así, has seguido tirando de documentación, trabajo que se nota al notar en la boca el gusto de los pastelitos de amaranto.
ResponderEliminarQue las musas no te abandonen.
Buen verano sin complicaciones y hasta la vuelta.��
Muy emocionado, sabes que la escena de despedida del juez con su esposa me resulta especialmente emotiva, me viene a la memoria una frase que creo haber compartido en alguna ocasión: "Si tiene algún sentido haber vivido es por la posibilidad de haber vibrado, junto con los demás, en la belleza".
ResponderEliminarGracias y buen verano, amiga, Besos, ESCRITORA!
Gran final para una gran historia. Puedes estar bien orgullosa de tu trabajo, señora escritora. Espero con muchas ganas la siguiente, a ver con que nos sorprendes. Enhorabuena. Besos
ResponderEliminarFenomenal cierre de las historias de todos los personajes. Con el proverbial trabajo de documentación, tantas veces destacado, y la fluidez en el relato, así como el ahondamiento en los sentimientos de las personas y la solvente descripción de los escenarios. Buen descanso veraniego y hasta la próxima historia. Un abrazo.
ResponderEliminarGran final! Digno de la "travesía intensa y ardua" de Allison y Mayalen que nos ha convertido en lectores "entregados". Emoción y denuncia, personajes de peso y carne, sorpresa en los escenarios y ambientes llenos de detalles. Buena literatura en pequeñas dosis. Gracias.Esperando futuras historias.
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