Dedicado a la persona
que me ha proporcionado el
material
para construir esta historia
Al acabar la carrera de
periodismo en Madrid, y tras meses de buscar trabajo sin obtener resultados,
probé suerte en Barcelona, donde me cogieron de becaria en una radio local. Al
poco de estar allí, empecé a concienciarme de la importancia que tiene
conservar la identidad de un lugar, transmitiendo con naturalidad que la
diferencia no pretende levantar fronteras sino consolidar el espacio que le
corresponde. Poco a poco fui aprendiendo el idioma, acostumbrándome a una
manera de pensar más abierta, más universal, más respetuosa. Algunos fines de
semana volvía a ver a la familia y a los amigos. Entonces me daba cuenta del
alcance que aquí, por la desinformación que dan algunos medios de comunicación,
el mensaje de la diversidad de lenguas
estaba errado. Hasta donde alcanzaba mi poder, intentaba hacerle comprender a
los míos que la realidad era otra cosa, que lo que aquí llegaba estaba trastocado,
pero, salvo dos o tres personas que se interesaron por lo que decía, el resto
prefirieron quedarse en el estereotipo de la ira. Al regreso a la Ciudad
Condal, y contando conque mi contrato finalizaría en breve, me propuse
difundir y defender la llengua
catalana. Hasta mí llegó la noticia de que había una endocrinóloga, Ángels
Cardona, de mucho prestigio, que se dedicaba a ir por la península conferenciando
sobre su especialidad y, de paso, transmitiendo con sosiego que el multilingüismo
aporta, como poco, a la especie humana, riqueza de miras. Por eso me era de vital importancia conocerla y cambiar
impresiones con ella. Pero la vida da muchas
vueltas y no me quedó más remedio que volver a Madrid.
La
primera vez que vi a Ángels Cardona fue en la tribuna del Auditorio del Palacio
de Congresos de Madrid. Daba una conferencia sobre Alteraciones en la menopausia y su alimentación. Me habían invitado
unos colegas que sabían el interés que despertaba en mí esta persona. Su verbo
fluido, sin tecnicismos, con términos que todos entendíamos, me atrajo desde el
principio. Ángels era una mujer menuda, extremadamente delgada, con la piel
tostada y ese olor innato a salitre que desprenden las personas que están en
contacto con el mar. Al finalizar el acto, un amigo común nos presentó. “¿Qué
opinión le merece la incorporación a nuestra dieta mediterránea del tofu, la comida oriental que se prepara
mediante la coagulación de la leche de soja? –preguntó alguien–. La doctora,
con templanza, dijo: “No veo inconveniente en aceptar e incorporar a nuestras
costumbres todo lo que suponga una aportación saludable”. Intercambiamos
algunas palabras más pero, dado lo solicitada que estaba, me hice a un lado.
Presentía que llevaba una historia adherida a sus suelas y quería ser yo quien
la escribiera. El cóctel que siguió a continuación fue corto, al menos así me
lo pareció. Antes de que acabara, fui a despedirme de ella. Me dio una tarjeta,
asegurándome que me llamaría, ya que también la habían hablado de mí.
Aunque el termómetro del coche
indicaba que a esas horas la temperatura exterior era baja, la sensación de
frío no era excesiva, porque el viento se había retirado. Entre unas cosas y
otras daban las once de la noche cuando llegué a casa.
Los nervios me tenían últimamente desvelada, así que, ante la
perspectiva de dar vueltas en la cama, dudé si hacerme un Nespresso o abrir una botella de vino. La decisión no fue costosa:
me senté delante del ordenador, con una copa de 6 Vinyes de crianza, de las bodegas Laurona, del Montsant,
un caldo muy bueno de Catalunya que compro por Internet. Cargué el navegador y
en el buscador puse el nombre y apellidos de la doctora. Salieron infinidad de enlaces que a su vez remitían a otros;
prácticamente los conocía todos ya que hacía tiempo que la seguía, pero, de
cuando en cuando, colgaban noticias nuevas sobre su persona. El cuerpo del vino
en mi paladar y el manto de la madrugada, que caía como una gasa sobre los
tejados, ayudaron a quedarme dormida.
Trabajaba en un periódico cubriendo
pequeñas noticias locales, pero, lógicamente, aspiraba a más; quería salir del
encasillamiento al que me tenían sometida, y para eso necesitaba presentar algo
de calidad, algo que enganchara. El ambiente en la redacción estaba tan
crispado como a pie de calle, con temas candentes y susceptibles de empeorar:
Sanidad, congelación de salarios, reforma laboral, reforma educativa, a cual
levantando la ampolla más alta. La investigación que llevaba en paralelo a mi
trabajo iba sobre las lenguas. Quería escribir un gran artículo que, a ser
posible, saliera a doble página, a raíz del despropósito de querer españolizar a los alumnos catalanes,
relegando la llengua de este país a
un cuarto lugar, lo que, a mi entender, era y
es violar el derecho y herir la sensibilidad de una Catalunya cada vez más
indignada, como lo estaba yo, y no solamente por el hecho de haber vivido allí,
sino por principios democráticos y cuestiones de sentido común que siempre he
tenido bien arraigadas.
Al menos dos meses después de la
conferencia, una tarde, a la hora de la merienda, sonó el teléfono de mi mesa.
“Hola. Soy Ángels, Ángels Cardona. ¿Se acuerda de mí? Prometí llamarla y así lo
hago. La persona que nos presentó me ha contado de su gran implicación hacia lo
catalán y su generosidad para con nosotros y nuestro sentir. Y me preguntaba si
le apetecería tomar algo conmigo”.
Me citó en la cafetería del Círculo
de Bellas Artes. Como llegué primero, elegí una mesa redonda, pegada a la
ventana. Hacía mucho que no iba por allí, así que, con ojos de forastera que
quieren fotografiarlo todo, no perdí detalle de aquel lugar de inmensa belleza:
sus techos altos, con el lienzo enmarcado que preside todo el centro, los
apliques de luz con cristales cayendo en cascada, aumentando mucho más la
elegancia, las columnas de color blanco como a punto de inaugurar la puesta de
largo, así como la silla de madera maciza, con cojín azul, que no recordaba, y
que me pareció bastante confortable. Ya habían encendido el alumbrado
artificial de las calles; por eso adiviné que La Cibeles resaltaría en el centro de la plaza, y que la silueta de los
edificios perfilaría su contraste en el paño
oscuro de la noche. Ángels llegó en punto, nos besamos y vinieron a tomarnos
nota. Acompañaron a las dos cervezas un plato con olivas. Iniciamos la
conversación con cordialidad, pero la impaciencia no me dejaba disfrutar en
plenitud del momento, así que, de forma rápida, introduje en nuestra charla el
elemento que más me interesaba. Quise que me hablara de su experiencia, no la
profesional, si no la de activista, y, más
concretamente, de la repercusión que había tenido su respaldo al Manifest a
favor de la diversitat de llengües, algo que desde aquí, –como he dicho
antes– por absoluta desinformación, es malentendido, distorsionado, denostado.
“Mira,
aquello supuso para mí un paso al frente; significó posicionarme en primera
línea, haciendo llegar a los de dentro lo importante que es explicar las cosas
fuera, a pie de calle, con palabras llanas, sin discursos políticos; para que
llegue con transparencia que la cultura, la gastronomía, la lengua, las señas
de identidad de un país son las células madre del mismo, aquello que lo
engrandece, que lo hace libre, que renueva de
generación en generación las raíces de donde surgimos. Yo, como catalana, –sin
entrar en valoraciones de signo independentista cuyo análisis requeriría mayor
profundidad–, te diría que me siento muy
orgullosa de lo que hemos avanzado en ese sentido. Pondré un ejemplo: cuando
visito la escuela y los niños de ahora se manejan con total soltura en los dos
idiomas la alegría recorre todo mi cuerpo. ¿Sabes dónde quizá empeora el
entuerto? Pues
que fuera de Catalunya, y más concretamente aquí, en Madrid, se piensa
que queremos arrinconar o destituir el castellano, y no es así, tú lo sabes;
ambas lenguas pueden convivir perfectamente, compartir cientos de hectáreas y complementarse la una con la otra haciendo hincapié,
fundamentalmente, en que el multibilingüismo
fortalece el músculo de la libertad. A veces tengo la sensación de que piensan
que lanzamos cuchillos al aire, que tratamos a los no nacidos en nuestra tierra
como si fueran intrusos. Tú sabes que no, que
la realidad es otra y cualquiera que visite alguno de nuestros rincones verá
que es bien acogido y comprobará que el estado
de excepción no se ha reinstaurado.
Ya sé, nunca se debe generalizar, pero cuando pedimos respeto es porque nos
sentimos ofendidos, y últimamente más, porque desde no se sabe muy bien dónde,
¿o sí?, se ocupan de aumentar la crispación jaleando a las masas para que se
levanten. No sé si me explico, aunque por
otro lado está muy claro, y bastaría con divulgar el siguiente mensaje: cuando se pierde una
lengua por ignorancia, por conceptos retrógrados de muy malas intenciones, una
parte de nosotros muere con ella. Catalunya es un país que hay que conocer, una
nación que merece la oportunidad de crecer, un territorio con personalidad, con
plante, con estructura y una población con herramientas propias para abrirse
camino. Así que no va a quedar más remedio que
sacudir la alfombra para barrerla de prejuicios, hacer oídos sordos a aquellos
que manejan los hilos del desencuentro, y construir entre
todos, los de fuera y los de dentro, un terreno rico en diversidad, para darles
en las narices a los que se empeñan en ahogar nuestros orígenes, los de cada
uno”.
Desde entonces, y aunque no conseguí
que me publicaran el reportaje, mi compromiso con Catalunya es, si cabe, más
fuerte, porque, juntas o por separado,
hacemos llegar al resto de la península el sentir de un país cuya finalidad no es levantar barricadas, sino, más bien, acoger
a todo aquel que quiera saber, explicando la historia bien contada, como
hicieran conmigo. Después, cada uno tiene el
grado de implicación que quiere, y se deja robar un pedazo del corazón, como
hice yo, porque al costat de la seva gent faig el camí d’un poble que té una
rica història i per univers tot el futur –junto a sus gentes hago el camino
de un pueblo que tiene una rica historia y por universo todo el futuro–. Confío
plenamente en que las generaciones que están por venir
entierren el hacha de guerra, se manejen naturales en la multipluralidad
y no sigan alimentando la consigna desagradable de “conmigo o contra mí”,
porque el enemigo no son, ni mucho menos,
los hombres y mujeres cuya primera lengua no sea el castellano, de manera que
al adversario habrá que desenmascararlo,
precisamente, cuando haga correr la hostilidad para romper las relaciones.
Aunque sabes que discrepo contigo en algunos temas y sabes cual es la opinión que tengo, reconozco tus valores de principios. No es la primera vez que manifiestas un acercamiento a Cataluña, los que te conocemos sabemos el cariño que tienes a esta tierra. La fidelidad es lo que más me gusta de ti, crees en una causa y la defiendes hasta sus últimas consecuencias.
ResponderEliminarMe parece un texto muy bien trabajado y cargado de sentido y ternura. Sigue regalando talento.
ResponderEliminarDe acuerdo contigo, Mayte.
ResponderEliminarYo, que soy castellana, no entiendo la animadversión que se pretende extender hacia todo lo catalán desde ciertos sectores. Más bien al contrario, me parece una suerte y una riqueza cultural enorme poder pensar y expresarse en dos idiomas, con lo que eso aporta a todos los niveles.Luego, lógicamente uno se puede encontrar con todo tipo de situaciones y personas, igual que ocurre en entornos no catalanes. Y también comprendo que si se les ataca en su cultura desde el centralismo español, intenten defenderse, como haríamos todos .
Muy buen relato, Mayte, como siempre.
Muy bien desarrollado y de rabiosa actualidad.Me gusta la decisión de no tomar Nespresso, y abrir una botella de 6 Vinges de crianza,de las bodegas Laurona,del Montsant en pleno centro de Madrid...El vino y el manto de la madrugada,hizo el resto para caer en los brazos de Morfeo.Muy bueno.Un beso.
ResponderEliminarUn texto muy sentido, Mayte. Un pelín largo para blog (según mi punto de vista, ojo), como te he dicho en otras ocasiones, pero se nota el trabajo que hay detrás...
ResponderEliminarSé que todos tu ideales los defiendes hasta al final y eso te da fuerzas para hacer lo que haces, por lo que enhorabuena por seguir así, aunque prefiero otros de tus relatos en los que las emociones y los sentimientos, nos hacen reflexionar sobre nuestra vida.
ResponderEliminarA mi lo que mas me ha gustado de este texto es que combinas un mensaje importante y que si llega será necesariamente conciliador con aquella manera que tienes de relatar las historias tan pictórica y que hace que te metas en situación y que además de divulgar una idea o denunciar una situación o dar a conocer algo, entren en juego las vidas y emociones de quien las protagonizan y así , de esa manera, leer es mucho mas entretenido.
ResponderEliminarEsperanza
Mayte, como sabes soy catalana de padres, abuelos y bisabuelos . Nos conocemos y sabes que coincido contigo en este tema. Se que hay muchas personas que piensan como tu y que no salen en las teles ni son políticos. Por desgracia, no interesa la armonía entre las personas y hay un interés en irritar y enfrentar a la gente. Una pena, porque la mayoría somos tolerantes y respetuosos con la cultura en general, que es patrimonio de todos y es una riqueza para la humanidad.
ResponderEliminarSe me ha hecho corto este gran relato.
Un beso
Lourdes
Mayte,
ResponderEliminarLourdes me ha pasado el enlace de tu blog. Me ha gustado mucho este relato y comparto tu opión en referencia a este tema, muchas veces la realidad no corresponde a lo que quieren hacernos ver.
Me gusta mucho como escribes y me gustaría volver a leer más relatos tuyos.
Un saludo
Mercè
En este caso la historia narrada en el texto es secundaria, primando la opinión, a la vez que el sentimiento. Pienso que hay de todo en todas partes, pero el "enfrentamiento" de algunos, de lo que se trata, es un caso más de los malditos prejuicios que coartan el pleno desarrollo de la humanidad en
ResponderEliminarsus aspectos más nobles. ¿Cuándo seremos capaces de abandonar conductas primitivas y evolucionar hacia lo más propio de los humanos? Un abrazo.
Ja pots felicitar a la Maite de la meva part ha explicat la situació molt bé. Jo sempre ho dic si els espanyols no radicals vinguessin a passar una temporadeta a Catalunya, veurien que els seus mitjans de comunicació i polítics els enganyen i que la realitat és molt diferent.
ResponderEliminar(compañera de Lourdes Goy)
Menys mal que encara queden reductes de seny per la resta d’espanya!!!!!!!!!!!
ResponderEliminar(compañera de Lourdes Goy)
Doncs ja li pots dir de part meva a la Mayte que m’ha agradat molt, la teva amiga escriu bé, amb seny i sensibilitat, amb comprensió i dolçor sobre un tema delicat i important...
ResponderEliminarI jo tinc el corazón partío entre una terra, aquesta, la meva, on visc , d’on sóc, i una altra, dels meus orígens...
Jo l’he passat a amics que tinc a fora, perquè és una bona reflexió...
Gràcies i fins aviat.
Isabel (compañera de Lourdes Goy)