domingo, 30 de noviembre de 2025

En peligro de extinción

5.

1936, 18 de agosto, Santa Mónica, California, Martha Hart, ama de casa, dio a luz a un precioso niño rubio, de ojos azules, tímido, mirada serena y caminar templado, convirtiéndose con los años en un magnífico actor de la gran pantalla que huyó siempre del circo montado alrededor de Hollywood. Defensor y promotor de nuevos talentos fundó junto a uno de sus hijos, el Festival de Cine de Sundance –nombre del personaje que interpretó en Dos hombres y un destino–, proporcionando un espacio a las producciones independientes norteamericanas e internacionales. Cabe destacar también el papel de activista comprometido con el medioambiente que mantuvo hasta el final de sus días y resto de causas consideradas, a su juicio, justas. Hoy, 89 años después, el mundo entero llora la muerte de Robert Redford, entre ellos, sus amigas y amigos, estrellas consagradas del celuloide que han destacado su extraordinaria calidad humana. Alguien expresó en algún lugar que murió discreto, en intimidad, igual que vivió, al margen de su trabajo. Corría el año 1975 y un muñeco con su cara ardió ahorcado tras oponerse a que hicieran una central eléctrica de carbón en el sur de Utah. Han sido varias las veces en las que ha defendido protestas en defensa de la naturaleza, como cuando dijo que “el petróleo debe quedar bajo la tierra, ya que estamos demasiado cerca de generar una contaminación en el planeta que supere el límite de lo sustentable”, en oposición a la construcción del oleoducto Keystone XL, que recorrería desde la cuenca sedimentaria del oeste de Canadá, en Alberta, hasta refinerías en Illinois y Texas, defendido por las mayorías republicanas en el Congreso a partir de 2015, obra que, finalmente, Joe Biden paró firmando una orden ejecutiva. Noticias de ese calado apenas llegaban a los pueblos pequeños del país, pero a Big Timber, mejor dicho, a los poquísimos vecinos demócratas y concienciados con las inclemencias provocadas por el hombre, sí llegó. En el comedor The Grand Hotel, Susan se sirvió huevos revueltos, frijoles rojos, puré de patata, salchichas, panecillos, jugo de naranja y café largo americano. Una mesa más allá la ocupaba otro huésped, empleado eventual en la gasolina, un motero asiduo a la ruta Going-to-the-Sun-Road, –Camino hacia el Sol–, esa bellísima carretera en las Montañas Rocosas del Oeste de Estados Unidos, en el Parque Nacional Glacier, en Montana, cuyo punto más alto está en el Paso Logan, a 6,646 pies. Sammy Britt era un espíritu libre, un explorador incansable que cuando reunía algo de dinero desempeñando cualquier tipo de trabajo, se lanzaba a recorrer sitios emblemáticos, característicos, observando la biodiversidad, los cambios bruscos de la tierra, la alteración de los colores, de las cosechas, de la salud de los ríos, del clima, de las lluvias torrenciales donde antes el terreno estuvo seco, de los monstruosos incendios desencadenando catástrofes en la naturaleza irrecuperable, huracanes, temperaturas extremas. En definitiva, una persona preocupada por todos los seres vivos y la conservación de los espacios habitables.
          –Hola –dijo mostrando su blanca sonrisa al pasar por delante de ella hacia el buffet para servirse más café.
          –¿Qué tal? Veo que te has equipado con el traje de cuero, ¿te vas? –preguntó Susan alzando la taza a modo de brindis y la vista de la prensa donde aparecía en portada una fotografía de la película “Todos los hombres del presidente”.
          –Salgo hacia Carolina del Sur, a la Semana de la Moto de Myrthe Beach –dijo entusiasmado–. Nos vamos quedando sin referentes –señaló a Robert Redford que aparecía junto a Dustin Hoftman, en la redacción The Washington Post.
          –Sí, además era alguien que daba visibilidad a aquello que, lamentablemente, se está destruyendo.
          –Estuve de viaje en el Parque Nacional de los Glaciares y me enteré de un dato desolador: a finales del siglo XXI habrán desaparecido todos.
          –Lamentable noticia, imagino que también aquellas especies que nacieron y se desarrollaron en dicho ecosistema.
          –Así es –dijo mientras comía con rapidez dos huevos fritos y varias lonchas de beicon.
          –Supongo que ya se notarán los cambios tanto en la fauna como en la flora, ¿no? –quiso saber Susan muy interesada.
          –Claro –respondió rápido–, por ejemplo, cada vez se ven menos mamíferos de la familia de los Pikas, dado que, a parte del deshielo, la invasión humana está acabando con la tundra, bellísima región sin árboles donde viven. La subida de la temperatura facilita que cierta flora invada espacios donde anteriormente había una espesa capa de hielo. Tan interesada como estás por el cambio climático, ¿por qué no vienes y compruebas tú misma el paisaje?
          –¡Ojalá pudiera! –exclamó–, pero en estos momentos un asunto de supervivencia me ata aquí.
          –A propósito de eso, en varias granjas se están muriendo todas las vacas, ¿corremos peligro?
          –No lo creo, quédate tranquilo –había que actuar ya, repitió para sí.
          –Hace años visité una ciudad fantasma, la leyenda cuenta que una marmota canadiense mordió a todos los animales y, estos a su vez, inocularon a los habitantes con un veneno mortal.
          –Bueno, es solo una leyenda. ¿Cuándo partes?
          –En el momento que termine esta taza de café.
          –¿Tendrías unos minutos? –preguntó mientras sacaba un mapa de la comarca.
          –Con mucho gusto. ¿Qué quieres?
          –Marca aquí las granjas donde has encontrado cadáveres.
          –Mira, la mayoría están a cincuenta millas a la redonda en dirección norte, yendo hacia el rancho de tu familia –Susan disimuló la preocupación.
          Días después de celebrar la boda, con toda la familia y Paul, el capataz, de viaje a la Feria Ganadera de Montana, celebrada en Great Falls, ciudad ubicada en el condado de Cascade, Susan volvió de noche al rancho Maxwell y, por supuesto también, al cobertizo. Los perros reconocieron su olor y fueron a lamer la mano donde llevaba algunas golosinas para ellos. Con el fin de despistarlos, entró al establo, los caballos descansaban en sus boxes, Charly, con infinito esfuerzo, se incorporó y asomó la cabeza por el suyo, ella pasó y se colocó a su lado, le besó y le ayudó a tumbarse sobre la cama de paja, cuya capa comprobó que estuviese intacta para absorber la orina. Permanecieron así largo rato, pareciéndoles eternos, conectando los corazones, dándose confianza y seguridad. Después, una vez a la intemperie de un cielo, casi sin estrellas, se dio cuenta de que apenas dos o tres luces encendidas en las cabañas de los jornaleros, era la única señal de actividad a esa hora, a parte del lejano aullido de los lobos, montaña abajo, buscando presas para hincarles el diente. Apagó la linterna y, como cuando era niña y jugaban a los exploradores buscando oro y atravesando con las alforjas cargadas el Cañón del Colorado, contó los pasos que separaban un alojamiento de otro. Utilizando el mismo método que uso acompañada de Larry, abrió el candado con una horquilla, la cerradura no estaba tan oxidada, empujó la puerta y prendió la linterna, olía a lejía, habían limpiado y desinfectado con esmero todas las superficies y, de haber tenido polvos como el grafito para detectar huellas, no habría hallado ni una.
          –Perdona la hora, Diane, pero necesito hablar con tu marido –dijo muy sofocada.
          –Te lo paso –y lo hizo de mal agrado porque tenía un sueño muy ligero y ya no podría conciliarlo.
          –¿Qué ocurre? –preguntó también molesto.
          –He vuelto al cobertizo y ahí no queda nada de lo que tú y yo vimos.
          –Esperemos que las muestras que cogí y envié a Ashley Burris nos aclaren algo.
          –Bueno, aún puedo hacer algo más.
          –No te metas en líos, vayamos paso por paso.
          –Sí, será mejor –mintió–. En fin, disculpadme, no tenía que haber llamado.
          –Hablamos mañana –cortó la comunicación. Larry encontró a Diane asomada a la ventana bebiendo un vaso de leche–. Siento que te haya despertado, cariño.
          –Qué va, ya llevaba un rato.
          –¿Preocupada por algo? –la rodeó con los brazos.
          –Me siento mal, como periodista tendría que cubrir el genocidio al pueblo palestino desde primera línea, y como activista, como ser humano, debería marcharme a Washington y manifestarme frente al Capitolio, pero hemos de llevar a las niñas a la universidad y como madre he de quedarme. –Larry, pensativo, tan solo la abrazó por detrás.
          –No siempre podemos estar donde queremos o nos gustaría.
          –Lo malo es que nos hemos acostumbrado a memorizar números y no muertos con nombre y apellidos, con un pasado, un presente, una biografía, más o menos, llena, aunque incompleta. Circulan imágenes de las calles alfombradas con cadáveres de niñas y niños, de adolescentes que jamás proyectarán el futuro soñado, de civiles inocentes sin perspectiva vagando por una patria en ruinas, gris, oprimida, destrozada. Como sociedad apenas hacemos nada, de momento notamos el pellizco en las entrañas, pero el dolor pasa rápidamente y volvemos a nuestras rutinas –expresó al borde de las lágrimas–. Todo terrible.
          –Tienes razón, estoy de acuerdo contigo –no sabía cómo consolarla.
          –Se celebra el segundo aniversario del 7 de octubre, cuando Hamás atentó contra Israel –dijo Diane.
          –Sí, pero todo viene de muy atrás, por ejemplo, en 1917 el gobierno británico, en la Declaración de Balfour, apoyó al pueblo judío para que se establecieran en la región Palestina –Larry quería seguir opinando, pero le faltaba preparación frente a ella.
          –Y las últimas declaraciones del presidente Trump perjudican e influyen mucho en personas sin criterio, ahora arremete contra la activista climática Greta Thunberg, tachándola de alborotadora al haber participado en la Flotilla Global Sumud, detenida por la Armada de Israel navegando rumbo a Gaza con ayuda humanitaria. A su llegada al aeropuerto de Atenas, comentó que el genocidio que se está cometiendo se retrasmite en tiempo real y que el sistema internacional ha traicionado a los palestinos. Diane, cuando las chicas no estén aquí, ve adonde tengas que ir, tu instinto ha funcionado siempre muy bien –ella se volvió y acomodó la cabeza sobre el hombro de él.
          –Quizá no me queden fuerzas –manifestó con la voz cortada.
          –Más de las que imaginas. –le sonrió.
          –¿Qué mundo les quedará a nuestras hijas? ¿Cuántas penurias habrán de vivir? ¿Cómo serán sus amaneceres? ¿Tendrán noche, comida, océanos? ¿Serán felices? –regresaron al dormitorio y se dejaron llevar por la pasión…
          Susan salió del cobertizo dejando el candado tal y como estaba. Los perros dormían esparcidos por el terreno. Caminó hasta la casa y estuvo tentada de huir de allí, sin embargo, no podía dejar escapar la oportunidad de hallar algunas respuestas a las muchas dudas surgidas. Subió las escaleras de entrada muy despacio, avanzó a tientas y fue hasta el despacho de su padre donde prendió la lámpara pequeña. Memorizó dónde estaba cada cosa para dejarlo todo igual. Nerviosa, y con el oído muy atento por si despertaba a algún empleado, se sentó en la butaca del escritorio. Cogió la agenda y ojeó teléfonos, direcciones, citas acudidas y otras pendientes, nombres de productos, de proveedores, de clientes y, en una servilleta de bar encontró escrito lo siguiente: WSR.255, y otras anotaciones que no entendía, como cd 48, y As 33, 74,92 u., así que, hizo una foto con el celular para enviarle a Larry. Tenía una corazonada, pero necesitaba corroborarla. A punto de irse, estiró del tirador del cajón de la mesa, lo intentó una, dos, tres veces, imposible. Entonces, con la punta de un abrecartas, manipuló la cerradura hasta abrirse y, para sorpresa suya, estaba vacío. Palpó los costados por si hubiese una falsa madera, pero nada, lo cual todavía era mucho más raro, se miró la yema de los dedos, y tampoco recogieron motas de polvo. No obstante, al levantarse, tropezó con la papelera volcándola, aguardó unos minutos hasta ver que no despertó a nadie, la recogió del suelo y volvió a ponerla en su sitio, también estaba limpia, como si alguien esperase su visita. En el establo, Charly seguía durmiendo, su respiración era normal, aunque el vientre estaba hinchado.
          Ashley Burris se hallaba en el despacho del Animal Center Veterinary Hospital, redactando informes pendientes de concluir desde el regresó de Nueva York y Washington. Uno de los chicos del laboratorio trajo cafés para todos, la llevaron uno doble, a su gusto, sacó una bolsa con cierre también de plástico y, del interior, un donut bien azucarado, recordó que no había desayunado, ni echado de comer a los gatos callejeros que cada día aguardaban su llegada en el muelle del hospital. En esas estaba cuando recibió la visita de la agente del FBI, una mujer de anchas espaldas, pero con una sensibilidad exquisita. Se hicieron amigas después de que la forense sufriera amenazas del dueño de una mascota cuya autopsia destapó los maltratos y envenenamiento al que sometía al perro esquimal americano, una raza muy activa, amante de la nieve y del frío, aunque por sus problemas hereditarios de estructura ósea y articulaciones necesitaba atención especial. Tiene un perfil parecido al zorro au que de porte elegante. Asimismo, encontró que era un animal criptorquido. Es decir, que ninguno de los testículos descendió y por tanto no estaban en la bolsa escrotal. Entre las muchas características de su casta, requieren cepillado diario a la larga melena blanca, máxime en época que muda y secado exhaustivo después del baño para evitar complicaciones en la piel. Sin embargo, el pobre presentaba todo lo contrario. La muerte le sobrevino en la madrugada anterior al Día de Acción de Gracias, la forense estaba de guardia, le puso una inyección y dejó de sufrir, cuando apareció el dueño montó en cólera, la llamó asesina y pésima profesional al practicarle la autopsia sin su consentimiento. Sufrió amenazas, persecución e intimidación en su propio domicilio, le denunció en repetidas ocasiones, hasta que, una noche la esperó oculto en la oscuridad de donde salió para ponerla una navaja en el cuello, forcejearon, chilló y, para suerte suya, una patrulla de policía, que hacía la ronda, le detuvo. A partir de entonces, tras desarrollarse un desagradable proceso y una profunda investigación, cuyos frutos destaparon que el hombre era un matón a sueldo con numerosas acusaciones por delitos de sangre, robos con violencia y palizas a afroamericanos, le ponían siempre en libertad, sorprendentemente, hasta esa vez que, juntando la violación a una menor, se pudriría en la cárcel. Y, así fue como, al cabo de muchos meses, surgió la sincera amistad entre Ashley Burris y Bridget Witte.
          –Siéntate, por favor. He de pedirte algo extraoficial, si te ves muy comprometida me lo dices y no pasa nada.
          –Primero dime de qué se trata, ¿no? –hizo intento de encender un cigarrillo para se contuvo.
          –Necesito saber quién es Samuel W. Robert. Aparentemente corre el rumor de que en el garaje de su casa tiene un equipo clandestino con el que realiza experimentos.
          –Bueno, pero eso no es suficiente para investigarle, dame algo más contundente para indagar en la base de datos oficial.
          –Un amigo veterinario y la hija de un ranchero creen que está detrás de las muertes del ganado vacuno de la zona o al menos implicado.
          –¿Y tú qué opinas? –quiso saber la agente federal.
          –Yo solo me fundamento en datos, mientras estos no sean visibles, me mantengo en silencio, ya lo sabes.
          –¿Y respecto a las muertes tampoco dices nada? –miró la hora.
          –¿Tienes prisa? –preguntó Ashley violenta por Bridget.
          –No, pensaba invitarte a almorzar, ¿qué me dices?
          –Pues que sí –para no llamar la atención se fueron en el automóvil de la veterinaria.
          –¿Has estado en Benny’s Bistro? –preguntó mientras barajaba mentalmente otros sitios.
          –¡Qué va!, de casa al trabajo y viceversa, no me dan de sí los días.
          –Es un pequeño restaurante en el centro de Helena, muy sencillo y sano puesto que todos los productos vienen directos de la granja a la mesa –contaba Bridge–. Las verduras están recién cortadas de la huerta, muy frescas y, tanto las aves como la carne roja, son de alta calidad. A mí me gustan mucho las alas de pollo a la brasa sobre rodajas de calabacín, zanahoria, trozos de pimiento verde, todo a la parrilla, y tira de beicon, te lo recomiendo.
          –Se me hace ya la boca agua –hacía tanto que no se daba un homenaje almorzando que sintió un hambre feroz. La gran avenida E 6th Ave, donde se ubicaba el local, era una recta sin tráfico en ese momento, y el trayecto de apenas 7 minutos, desde el hospital, por N Last Chance Gulch, una arteria despejada con gente dentro de las oficinas tomando un brunch ligero o en los parques de alrededor comiendo el sándwich hecho con las sobras de la cena. Según abandonaban la cercanía del Animal Center Veterinary Hospital, los espacios abiertos se iban estrechando poco a poco. A la altura del Casino la circulación se intensificó, las aceras estaban vacías de peatones, al contrario que en la puerta del edificio que albergaba Wells Fargo, el segundo mayor banco en depósitos, tarjetas de crédito y servicios hipotecarios, de donde salía un grupo numerosísimo de coreanos. Llegando al destino, estacionó el auto junto a otras camionetas.
          –¿Cerveza? –preguntó la agente.
          –Sí, por favor –respondió.
          –Y, ahora, mientras nos sirven, habla –Ashley dejó la mochila colgada en el respaldo de la silla y sacó el celular porque estaba obligada a estar siempre localizable.
          –Como dije, mi colega y la chica recogieron muestras que yo analicé, encontrando restos de cadmio y de arsénico, pero lo que más preocupada me tiene es que en el tejido de placenta de una vaca descubrí sustancias de insecticidas no identificables, pese a haberlo contrastado con toda la documentación a mi alcance.
          –Y por eso sueltas el nombre de Samuel W. Robert, ¿verdad? –Ashley asintió.
          –A lo mejor nada tiene que ver en el asunto, pero es significativo que con los rancheros y granjeros que mantiene contacto, las reses muertas vayan en aumento, ¿no crees?, aunque también es cierto que ganado muerto en extrañas circunstancias empieza a haber en toda la comarca –reflexionaba muy pensativa.
          –¿Y no puede deberse a una casualidad y solo que el tipo está allí de manera ocasional? –como profesional no podía dar hipótesis por hechos. Disfrutaron de una sobremesa distendida–. Veré qué puedo hacer. –Desde el ventanal se divisaba la montaña preparándose para recibir su manto de nieve, y a un bebé, empujado en el cochecito por el papá, chupándose el dedo gordo del pie. Transcurrieron más de dos horas de conversación hasta que el sonido del teléfono las interrumpió. Solicitaban la presencia del agente del FBI Bridge Witte, se había producido un tiroteo en un bar de Augusta, una pequeña población, en el condado de Lewis and Clark, con varios muertos y heridos…

6 comentarios:

  1. María Doloresnoviembre 30, 2025

    Más de un político del “y tú más”, vive en su propia tundra.

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  2. El diálogo entre Larry y Diane, en la madrugada, es de una belleza infinita.

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  3. Estoy impaciente por saber en qué líos anda metido Samuel W. Roberts.

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  4. Me has tocado la fibra escribiendo sobre Robert Reford, uno de mis totales, no se puede ser más en nada.
    Siempre llego a la conclusión leyendo y viendo el comportamiento de las personas con lo que nos rodea, que he tenido suerte, por edad, de no ver la degradación total.
    Que pena.

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  5. Merecido recuerdo a Robert Redford . El mundo necesita gente comprometida como él.

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  6. Gracias por este nuevo recorrido por esta historia. Ahora nos dejas pendientes de quién será y en qué está metido ese tal Samuel W Roberts, aunque no pinta nada bien.

    Me ha encantado el merecido recuerdo a Robert Redford, un gran actor y valiente en su defensa de derechos ambientales.

    Como siempre, compartir nuestro espacio musical. Esta vez te invito a un paseo por nuestro querido Madrid. Este fin de semana Joaquín Sabina ha dado lo que dice su último concierto. En su honor, escuchemos la canción de ·pongamos que hablo de Madrid"
    https://www.youtube.com/watch?v=4_HbXgtd0N0
    Disfrutemos el paseo.

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