4.
La primera vez que Donna Hanks
asistió con su esposo recién casados a una de las iglesias ubicadas en los Appalachians,
llamadas: “Church of God with Sings Following”, casi se desmayó cuando
el pastor sacó una serpiente de casi dos metros del cesto de mimbre que siempre
llevaba consigo, se la enroscó tipo collar en el cuello, con la cola
zigzagueando, reconociendo a la presunta presa y sosteniendo la cabeza del
bicho a pocos centímetros del rostro. A los presentes, la mayoría de ellos en trance
les invitó a hacer lo mismo con sus reptiles además de beber el veneno repartido
en pequeños vasos. Antes de eso cada miembro compartió en voz alta sucesos ocurridos:
accidentes, dudas, enfermedades incurables, cognitivas, problemas económicos,
con la justicia, las adicciones, lo laboral, de convivencia… A continuación los
feligreses rezaron entrelazando las manos y, llenos de júbilo, gritaron “¡Oh,
Jesús!”, el maestro de ceremonia respondió “¡Alabad al Señor!”. Quien tiene la
mala suerte de ser tocado en alguna parte del cuerpo por esas lenguas bífidas
se niega a recibir atención médica considerando que dicho sufrimiento es un castigo
por su falta de fe. Sobrecogida, rogando que no la obligasen a realizar semejante
atrocidad salió del local tan rápido como pudo. Transcurrido algún tiempo supieron
que el pastor sufrió la mordedura de otro ofidio muriendo horas después. Así
que, Donna Hanks se prometió a sí misma evitar en la medida de lo posible asistir
a otro servicio de esa índole para no tentar al diablo. Esta práctica, fundamentada
en la interpretación de un pasaje bíblico de san Marcos 16:17-18, fue legal en
los Estados Unidos hasta mediados del siglo XX, posteriormente se prohibió en la
mayoría de los estados menos en Virginia Occidental. Sin embargo, en el sur de los
Apalaches se sigue haciendo en clandestinidad. Los académicos Ralph Hood,
profesor de psicología de la Universidad de Tennessee en la ciudad de
Chattanooga y Paul Williamson de la Universidad de Henderson State, de
Arkansas, llevan años investigándolo, realizando cientos de horas de grabación sobre
el manejo de serpientes en actos religiosos y entrevistas a muchos pastores que
lo llevan a cabo, por tanto, poseen un amplio material al respecto que ponen a
disposición de la ciencia.
–Si
las ceremonias van a ser siempre así, no vuelvo, me dan miedo y respeto –dijo en
el corrillo que se formó a la salida de la iglesia.
–Forma
parte de nuestra identidad, hija mía. Son pruebas que nos ponen y nosotros
hemos de obedecer –tajante respuesta del pastor quien dirigiéndose al marido añadió–:
habrás de controlar mejor las reacciones de tu esposa, no está bien que las mujeres
ridiculicen a los hombres en público.
–No
volverá a pasar, le doy mi palabra –aseguró.
–Nadie
tiene derecho a acallar mis opiniones, ni siquiera tú, la fe, como yo la
entiendo, es un espacio para compartir y derrochar alegría por estar juntos,
por estar vivos. –Ahí empezaron las discusiones con el marido y el menosprecio
de él.
Desde
Parsons Rd hasta Manhattan Ave hay unas dos millas, cuarenta minutos
aproximadamente de paseo tranquilo, solitario, característico de Oak Ridge, con
vecinos a ambos lados que pueden estar semanas sin verse y cuyas viviendas enmarcadas
en espacios verdes y árboles lo bastante altos preservan esa intimidad tan
preciada en la zona. Apenas unas pocas personas pedían oraciones por los suyos
en Woodland Park Baptist Church, Aretha O’Neal se quedó en los bancos del
final por timidez, apretó la diminuta cruz de madera que volvió a introducir por
dentro del jersey y se marchó, iba a dar fin a la misión más difícil a la que hasta
ahora se había enfrentado en la vida. Con la excusa de llevarle a Donna Hanks unas
galletas sureñas, receta de sus antepasados que le salían buenísimas, aceptó la
taza de chocolate. Nerviosa, no sabía cómo ponerse si en el borde de la butaca
o bien sentada con la espalda recta. Aunque no era la primera vez que entraba dentro
de la vivienda nunca se había fijado en las fotografías dedicadas de una cantante
vestida de cowboy que lucían sobre la repisa de la chimenea, ni tampoco
del ambiente espeso a dejadez y soledad que se respiraba. Se le encogió el
corazón sólo con pensar el dolor que le causarían lo que iba a decirle...
–Ten
cuidado, está muy caliente –dijo Donna a la chica ofreciéndole también una
servilleta.
–¿Quién
es la señora de la guitarra y el sombrero de vaquera? –preguntó sin apartar la
mirada de los retratos.
–¿No
conoces a Dolly Parton?
–No,
nosotros escuchamos gospel.
–Es
la cantante más importante que tenemos en Tennessee.
–¿Más
que Elvis Presley? Mis hermanos mayores le ponen mucho y tratan de bailar como
él, pero yo creo que lo hacen fatal y mamá les chilla asegurando que les falta
ritmo –ambas rieron.
–Digamos
que los dos son buenos embajadores de este Estado y representan muy bien nuestro
espíritu musical.
–¿Ha
ido a verla? –preguntó muy emocionada.
–Antes,
de más joven, mi hijo tercero y yo estuvimos en varias ocasiones.
–¿Y
ahora?
–Estoy
vieja y torpe, pero no hay un solo día que no ponga alguno de sus discos. Nació
en un pequeño pueblo cerca de Gatinburg, dicen que en una cabaña a orillas del
río Little Pigeon, con 10 años ya supo que quería dedicarse a la música. Es una
persona muy solidaria que ayuda mucho a los pobres. En 1986 adquirió y remodeló
un parque temático cerca de las Smoky Mountains, llamándolo Dollywood, casi
todo construido en madera y con un gusto exquisito, puedes disfrutar de actuaciones
en directo tanto de ella como de otros intérpretes consagrados y también principiantes
que gozan de la oportunidad de darse a conocer gracias a su generosidad
altruista. Merece la pena visitarlo, deberías ir con tus padres. Y ahora, ¿me cuentas
de una vez qué te preocupa?
–Mi
hermano mayor se va a Nashville, a la Universidad Vanderbilt para completar el
programa de ingreso en el Cuerpo de Marines de los Estados Unidos.
–Una
noticia estupenda, hay que defender a la patria por encima de todas las cosas –dijo
llevándose la mano al pecho.
–Eso
mismo opinan en casa.
–¿Está
contento? –preguntó.
–Mucho,
dice que así conocerá mundo, pero yo tengo miedo de que le maten, en el colegio
hay compañeras y compañeros que algún familiar suyo ha muerto en combate.
–Bueno,
cabe la posibilidad de que ocurra, pero puede que no. Somos afortunados de que Dios
haya creado esta gran Nación y, por supuesto también, de haber nacido en ella. Nuestra
deuda es infinita y nuestra obligación defenderla, aunque cueste la vida. Pero
tengo la sensación de que el otro día cuando nos encontramos en el bosque no era
esto lo que te inquietaba, ¿me equivoco? –soltó mirándola fijamente a los ojos.
–No
sé por dónde empezar –de repente Donna Hanks vio en Aretha O’Neal a una joven
que comenzaba a madurar.
–Venga,
no será tan difícil.
–Dice
mi papá –se retorció el bajo del pantalón– que no puedo venir más por aquí.
–¿Y
cuál es la razón?
–Usted
es blanca y yo soy negra.
–Evidente,
pero no parece motivo suficiente, no obstante, debes obedecer, aunque me gustaría
saber qué piensas.
–Si
Barack Obama fue el Presidente de todos los estadounidenses, tuviesen el color
que tuviesen, ¿por qué usted y yo no podemos ser amigas?
–No
lo sé, supongo que no será lo mismo. Y ahora es mejor que te vayas –se puso en
pie y abrió la puerta–, se está haciendo tarde.
–Aún
no he acabado el chocolate.
–Márchate,
por favor, tengo muchos quehaceres.
–Volveré
Ms Hanks.
–No,
no lo hagas, ya no eres bien recibida –entristecida comenzó a alejarse,
entonces Donna cogió las galletas sureñas que todavía quedaban en el plato y
las tiró a la basura igual que hiciera con muchos recuerdos que no merecían
ocupar espacio en su memoria.
El
día que anunciaron la muerte de Dianne Feinstein Opal Nelson se enteró a través
de las redes sociales. Visitaba a sus padres en Oak Ridge adonde se mudaron a
una casa tranquila y espaciosa, a pie de bosque, donde los hijos y nietos
cuando fuesen estuvieran en contacto directo con la naturaleza. La madre sufría
fuertes dolores de espalda, seguramente que a consecuencia de una aparatosa caída
que tuvo años atrás y a la que restó importancia, pero el paso del tiempo y la
edad habían disminuido bastante su movilidad, hecho por el cual, el padre, frío
como el témpano, se quejaba de las muchas tareas que ahora dependían de él. Opal,
consciente de que luego se sentiría mal ya que se había convertido en un
anciano gruñón y vulnerable, le reprochó la falta de sensibilidad y empatía
hacia su compañera de vida. De regreso, por la Interestatal 75, casi no lo
cuenta al atropellar a un lobo que de repente apareció en la carretera. Consciente
del exceso de velocidad y de que se distrajo con la música country de
Loretta Lynn y los apuntes biográficos de la artista aportados por el locutor,
apenas pudo hacerse con el volante de la camioneta cuando el mamífero se le
echó encima del capó. Frenó y el vehículo empezó a girar sobre sí hasta pararse
en seco, pasado el susto, bloqueada y sin valor para poner el motor en marcha, apoyó
la cabeza en el respaldo a la vez que la luz de una linterna la deslumbraba.
–Señora,
¿se encuentra bien? –dijo el policía del Departamento del Sheriff del condado
de Loudon.
–Sí
–respondió, aún asustada.
–Documentación
y permiso de conducir, si es tan amable.
–Claro
–lo sacó de la guantera y se lo dio, él se retiró, habló por radio y volvió–.
Tengo que multarla, ha infringido la ley.
–Sí,
agente, lleva razón, lo lamento.
–Puede
continuar, pero vaya más despacio, podía haberse matado.
–Buenas
noches. –Se incorporó al carril, minutos después, recién salida de la ducha, compró
por internet un pasaje de avión.
A
doce millas de Knoxville está el Aeropuerto McGhee Tyson. Opal Nelson se encontraba
entre los pasajeros de clase turista en un vuelo con escala en Denver, destino
San Francisco, para asistir al funeral de Dianne Feinstein, fallecida a los 90
años. Esta política ejemplar que durante 30 ejerció de senadora demócrata por
California, ha muerto dejando muy alto el listón de las cosas bien hechas. De
sólidos principios mantuvo siempre abierta la defensa del medio ambiente, los
derechos reproductivos y esa búsqueda incesante de tender puentes con los
republicanos menos conservadores, aunque eso significase moverse sobre las
sensibles tierras inestables de los acuerdos. Desde 1994 estuvo en vigor la regla
federal que ella misma redactó prohibiendo las armas de asalto hasta que en
2004, durante el mandato de George W. Bush, el Congreso se negó a renovar dicha
norma. Cabe destacar que fue la primera mujer judía en puestos de relevancia,
por ejemplo, presidir el Comité de Inteligencia del Senado.
El
vuelo llevaba mucho retraso, los pasajeros, con los nervios a flor de piel, aguardaban
en sus asientos pacíficos aunque alguno empezaba a perder la paciencia ya que exigían
respuestas que no llegaban, así como responsabilidades y, por supuesto, una indemnización
y solución para el tiempo y el dinero perdido. Les habla el comandante, escucharon
por megafonía, entonces les comunicó que debido a una fuerte tormenta era peligroso
despegar en ese momento, pero que lo harían en cuanto la torre de control lo
autorizase. A decir verdad había amenaza de bomba y acababan de evacuar la
terminal excepto a la gente ya embarcada, lo cual ocultaron con el fin de que
no cundiese el pánico. Mientras esperaban, Opal recordó la discusión con su padre.
–Si
consigo pasaje mañana salgo para San Francisco –soltó de pronto–, ha fallecido
Dianne Feinstein, senadora demócrata, la más longeva y quiero ir al sepelio.
–¿Y
a ti qué se te ha perdido en California? –dijo el padre–, allí no pintas nada, siempre
andas metida en líos, el día menos pensado me llaman para reconocer tu cadáver.
–No
seas bruto, marido, es mayorcita y responsable de sus actos.
–Quizá
no lo recuerdes papá, pero ha hecho mucho por nuestro país. Fue muy valiente desafiando
a la CIA y a la Casa Blanca.
–¿No
es la misma persona que votó a favor de la Guerra de Irak y después se desmarcó
ordenando una investigación?
–No
exactamente, se arrepintió al no hallar armas de destrucción masiva y, a raíz de
eso, desaprobó los programas estadounidenses de detención e interrogación de rehenes.
Yo comprendo que hay un antes y después del 11-S, aquel ataque terrorista movió
las placas tectónicas de la paz en nuestra patria y en el resto del mundo, pero
debemos abogar por hablar con el oponente y no tomaros la justicia por nuestra
mano, consolidar la paz es dejar en herencia a nuestros hijos y nietos una
Tierra más habitable.
–¿Y
dices que esa mujer ha luchado mucho?
–Sí,
mami. Fíjate, tiene una biografía muy particular, se casó tres veces: con un
fiscal, un neurocirujano y un inversor. Presenció el asesinato del alcalde de
San Francisco George Moscone –al que sucedió– y del defensor de los derechos de
los homosexuales Harvey Milk. Abanderó la igualdad entre hombres y mujeres y
hasta su último aliento puso en valor su trabajo de servidora pública.
–Eres
muy especial cariño, por eso te gustan y atraen las personas fuertes y con
personalidad –el padre las miró indiferente.
–¿Cómo
la abuela Tillie? –ninguno respondió.
–No
me gusta que conduzcas tan tarde, vuelve a tu casa y llámame mañana desde California
–premonitorio el comentario de la madre…
Alvin
Evans es un típico granjero de Lenoir City, aficionado a las carreras de coches,
a su equipo de fútbol One Knoxville SC, a las armas, a la comida grasienta,
a los restaurantes con actuaciones musicales en vivo, frecuentados la noche de
los sábados y a interpretar la Biblia al pie de la letra. En el garaje, oculto
detrás de unos fardos de paja, guarda el viejo destilador con el que elabora su
propio Moonshine, como antes hicieran los antecesores y cuyo resultado
es un Whisky fortísimo a prueba de gargantas profundas y estómagos curtidos. En
todo el territorio se conocen las hortalizas que cultiva destacando pimientos y
berenjenas de muy buena calidad, así como la cría de conejos y gallinas que
vende para subsistir. En 2002, su único hijo, soldado profesional, perdió la
vida en la Guerra de Afganistán en la Operación Anaconda. Tras semanas de
intensa búsqueda hallaron el cuerpo en la capital de Gardez, a 80 kilómetros de
Kabul, a la entrada de una cueva y en avanzado estado de descomposición, pero
gracias a la chapa de identificación que permaneció pegada al pecho supieron que
se trataba de él. En el Aeropuerto Internacional de Nashville, a hombros de militares
de su misma promoción, con todos los honores y la Medalla de Honor a título
póstumo, recibieron el féretro. A los ocho días de ser enterrado en la más estricta
intimidad, sin galones ni banderas, la madre se suicidó y desde entonces es un
ser callado e introvertido incluso podría decirse carente de emociones y taciturno.
Afín a la National Rifle Association of America y próximo al Ku klux Klan
lidera un pequeño grupo operativo que a veces siembra el pánico en la comarca y,
especialmente, poniendo en alerta a la población afroamericana que vive aún en Scarboro
Community, en Oak Ridge. En numerosas ocasiones, bajo la tapadera de
encuentros anuales con veteranos de guerra o de la Asociación de Granjeros de
los Estados a lo largo del río Mississippi, asiste a reuniones en Pulaski,
ciudad de Tennessee donde en 1866 se fundó dicha organización supremacista. Alvin
Evans no ha tenido más amigos que a los Mathinson, dueños de la ferretería
donde Opal Nelson se inició en el oficio –negocio que posteriormente pasó a
manos de la franquicia The Bricolaje House Construction CO–, pero ellos ya
están muertos… Una mañana, preparando el pedido para el Departamento del Sheriff
del Condado de Loudon, oyó ruidos en el granero y supuso que serían lobos, harto
de encontrar agujeros en los sacos de maíz disparó dos veces al aire, sin
embargo, se trataba de un niño negro, asustado, llevándose cuatro manzanas que cogió
de un cesto. A punto de llorar, echó a correr, él retrocedió, le dejó escapar y
temió empezar a ablandarse. Subido en la camioneta puso rumbo al centro de la
ciudad.
–¿Es
buen año de cosecha, Mr Evans? –preguntó Opal Nelson mientras le prepara el azadón
y otras herramientas que vino a buscar.
–Hay
muchas coles, calabazas, berenjenas y abundantes tomates –respondió seco.
–Todavía
no ha llegado el alambre para empacar alfalfa, hay pendientes muchos pedidos y
no sé el motivo de tanto retraso, además, en la empresa de distribución tampoco
se aclaran.
–De
momento todavía tengo un poco.
–Perfecto,
pues en cuanto llegue le aviso. ¿Encontró en Memphis la pieza que buscaba para
el tractor?
–No
–era escueto en palabras y construir frases con más de cinco le suponía un
esfuerzo.
–Si
lo desea vuelvo a intentarlo.
–Bueno
–giró sobre los talones, caminó unos pasos y, antes de abrir la puerta, volvió
la cabeza, esbozó media sonrisa, se ajustó la gorra de la última campaña de
Trump, cogió las cosas y se marchó. En la gasolinera de enfrente unos forasteros
llenaban el depósito con la radio a todo volumen.
Tayen
McDaniel, indio Cherokee, descendiente de los primeros pobladores de la reserva
india en Carolina del Norte, saliendo un sol radiante por el horizonte, sentado
en el suelo con las piernas cruzadas, dice las oraciones aprendidas de niño y
piensa en Opal Nelson, la mujer en busca de sus orígenes y a la que está convencido
de volver a ver...
Cada día más enganchado a las historias cotidianas de las Smoky Mountains que magistralmente entrelaza Mayte. Y sorprendido por el ritual de la serpiente en los oficios religiosos. Primera noticia. Siempre hay un mundo por descubrir y con estos relatos se hace de placer inmenso. Gracias, querida Mayte.
ResponderEliminarEmili Pacheco.
Entre tanto dolor leerte es un respiro. Tristes días
ResponderEliminarEres como la Wikipedia, todo datos, pero me gusta aunque a veces tenga que retroceder para reafirmarme en mi conocimiento del personaje que surge de nuevo.
ResponderEliminarSeguro que intriga es lo que buscas, conmigo lo has logrado.
Esta memoria mía: había olvidado el ritual de la serpiente, recuerdo que la primera vez que lo vi se me descompuso el cuerpo. Bien escrito
ResponderEliminarCada domingo es un nuevo aprendizaje dentro de esta historia que apasiona y no cansa. Gracias.
ResponderEliminarAdemás de disfrutar con la lectura de una nueva entrega, para mí es una fuente de aprendizaje. Estoy descubriendo cosas sobre lugares y costumbres de otros pueblos. Lo de la serpiente me parece una práctica increíble. Sigo pendiente de cómo transcurre esta historia. Hasta la próxima. Muchas gracias
ResponderEliminarLeyéndote no puedo evitar el recordar la época en que analizaba un texto, sus personajes, el prota y el anta, el conflicto, la intensidad dramática... Y es que eres muy buena, Mayte. Cómo no agradecerte que escribas. Besos.
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