14.
El viaje de regreso desde Holman
Correctional Facility, en Atmore, prisión de alta seguridad donde Helen
Wyner asistió a la ejecución en directo de su excuñado, lo realizó en la parte
trasera de la camioneta de Zinerva Falzone. Recostada en el desgastado respaldo
de cuero marrón, con los ojos cerrados, las manos cruzadas por debajo del
pecho, el estómago revuelto y el pensamiento al lado de su hermana comprendió
que, tras el final de ese espectáculo no quedarían en paz sus corazones ya que
nada reconfortaría el dolor que sienten desde que aquel monstruo, asesino
despiadado, les arruinó la vida. ‘¿Estás bien, querida? ¿Quieres que vayamos
más despacio? –preguntó Paul Cox ocupando el asiento del copiloto–. ¿Te
mareas?’. ‘No os preocupéis, dadme tan sólo unos minutos’. ‘Cuantos
necesites’. ‘¿Falta mucho?’. Entre sueños apenas escuchó que treinta
millas más allá llegarían a su destino. Los otros conversaban casi en susurros.
‘¿Qué tal tu esposa?’. ‘Espectacular, las vacaciones con los nietos han
sido una curación para ella’. ‘Cuánto me alegro. Hace unos días nos
encontramos en el mercado de verduras –siguió diciendo la italiana–, y la
vi tan alegre como siempre, intercambiamos recetas para enriquecer el jarabe de
arce para crepes y tortitas, después, en el aparcamiento, prometió quedar
conmigo en breve’. ‘Seguro que lo hará, suele cumplir siempre su palabra
–confirmó él–. Recuperar antiguas costumbres es un reto más del esfuerzo
que realiza para salir del agujero’. ‘Pues se está empleando a fondo’.
‘Mejor así, porque la mente humana es traicionera –soltó pensativo– y
saber manejarla una carrera de fondo’. ‘Lo más importante es haber pasado
página –trató de sonar optimista– y sacar el mayor partido a las cosas
sencillas que tantos placeres aportan’. ‘En ello estamos’. ‘Oye,
¿notas extraña a Betty Scott?’. ‘No, tal vez más triste y muy
desmejorada –se giró a mirarla–, pero soy un despistado y no me fijo’.
‘Circulan rumores por ahí de que…’. ‘¿Cuáles?’. ‘Pues que su
hijo podría estar implicado en la paliza que recibió el marido de Coretta
Sanders. Por lo visto frecuenta malas compañías’. ‘¿En serio? No jodas.
No lo había escuchado’. ‘De vez en cuando he hecho algún tipo de
comentario en la cocina de la escuela y con alguna excusa tonta lo rehúye’.
‘Supongo que estarán investigándolo’. ‘Eso espero y deseo’. ‘La
humanidad se destruye a sí misma sin necesidad de que lo haga un depredador
mayor’. Esa frase les condujo al silencio. A través de la radio una
selección de canciones, de décadas anteriores, transportó a cada uno a su
propia historia.
Horas
después dejaron a Helen en el pueblo de Elberta continuando ellos hasta la ciudad
de Foley. Al subir los escalones que separaban el jardín del rellano del
porche, una alfombra de hojas secas crujió bajo sus pies a la vez que apartaba
hacia un lado el insecto aplastado por cascotes caídos del tejado. Las persianas
entreabiertas, en señal de intimidad, no de abandono, dejaban colarse entre las
láminas la discreta luz de un cielo cubierto de nubes y a punto de estallar. A
escasa distancia de allí su madre preparaba el equipo de excursionista para incorporarse,
al día siguiente, al grupo con el que hacía salidas semanales. Sonó el teléfono
y, aunque estuvo tentada de no contestar, viendo el número sí lo hizo. ‘¿Cómo
fue todo, hija?’. ‘Ha sido muy desagradable, mamá. No le deseo a nadie
que viva una experiencia así’. ‘Ya lo sé, cariño, piensa que la
pesadilla ha terminado y ahora no queda más remedio que continuar adelante’.
‘Tienes razón, pero necesito tiempo para asimilar el malestar que esto me ha
provocado’. ‘Lo comprendo, sin embargo, no podemos dejar nuestras vidas
al margen, y tampoco la de Beth. ¡Por cierto! Ayer hablé con la doctora García
y dice que aprecian leves progresos de comunicación en las sesiones de terapia’.
‘Pues no sabes cómo me alegra recibir tan buena noticia’. ‘Al menos va
al taller de actividades, creo que construyó una cajita de madera igual a las
nuestras para la bisutería’. ‘Uy, pues ese es un gran paso’. ‘Bueno,
intenta descansar’. ‘De acuerdo’. ‘Voy a acostarme pronto que
mañana vienen a buscarme a primera hora’. ‘¿Adónde vais?’. ‘A la
Reserva Natural de Graham Creek, las largas pistas de senderismo aguardan nuestra
conquista, y la nueva zona de picnic, también. Así que, la diversión está asegurada’.
‘Que tengas buena caminata y ten cuidado’. ‘Lo tendré, además estoy
emocionada porque planeamos un viaje al Parque Nacional de los Glaciares’. ‘Montana
es espectacular, pero te aviso de que hace bastante frío’. ‘Por eso compré
ropa térmica. Y de paso que estaremos cerca de la frontera con Canadá,
visitaremos algo del país’. ‘Seguro que lo pasarás en grande’. ‘Duerme,
cariño’. ‘Sí, estoy agotada’. Abrió el grifo del agua caliente y
cuando estuvo a la temperatura deseada llenó la bañera, buscó en el armario el frasco
de sales minerales y volcó una porción generosa. Una vez dentro, dejó que el
bálsamo del relajo actuara por todo su cuerpo. En la zona de la cocina, con
pijama de franela, zapatillas de paño, el pelo todavía mojado y una chaqueta de
lana gorda por los hombros, se sentó en el taburete de la barra, mientras que
de la sala de estar llegaba el murmullo de gente hablando en la televisión. Por
instinto, o quizá fuese el aroma del chocolate a la taza que tenía entre manos,
sacó de un cajón la carpeta donde guardaba toda la información publicada en
prensa local respecto al asesinato de su sobrina: detención del autor de los
hechos, crónica del primer juicio y después del de apelación, declaración de
las anteriores parejas del asesino calificándole de violento, maltratador, borracho,
extremista…, y un diario de ruta escrito por ella misma donde plasmaba la cronología
del horroroso parricidio. De repente, levantó la vista y la fijó en la
estantería, en la fotografía enmarcada que tiene de la pequeña que tantas
alegrías trajo a la familia. Fue entonces, en ese preciso instante, cuando
comprendió que aquella historia desgarradora, como lo son tantas otras, debía de
salir a la luz.
La
situación del marido de Coretta Sanders empeoró de tal forma que, mientras aguantó
su corazón volvió al hospital. Semanas antes del fatal desenlace el hijo
regresó a Mongolia donde su pareja y el bebé de ambos, recién nacido, le
esperaban. ‘¿Cuándo pensabas contar que tenemos otro nieto y nueva nuera?’.
‘Lo estoy haciendo ahora’. ‘¿Por qué lo has ocultado? ¿No confías en
nosotros?’. ‘Por supuesto que sí, mamá. Pero cuanto menos se sepa,
mejor. Pertenece a la etnia Kazajo, una de las constituyentes de Kazajistán, y está
muy mal visto que se haya liado con un afroamericano. Hasta que llegue se han
escondido en un refugio por los montes Altái. Después, ya veremos’. ‘Cariño,
aquí podéis vivir, lo sabes, ¿verdad?’. ‘Sí, y lo agradezco, aunque no
entra dentro de nuestros planes trasladarnos a Estados Unidos’. ‘Espero no
enfadarte con lo que voy a decir’. ‘A ver, suéltalo’. ‘¿Te
parecen pocos motivos dejar de beber por ellos?’. ‘El concepto de
familia que tú tienes no es el mío, me muevo en un escenario sin ataduras ni
compromisos, somos dos personas libres, con espacio propio y tan sólo un hijo
en común. Nada más’. ‘¿Y el amor?’. ‘Eso se queda para las
románticas como tú’. ‘¿Qué podría reconciliarte con la vida?’. ‘Hoy
por hoy, nada. Cuando vienes del infierno lo único que importa es la supervivencia’.
‘Me pregunto si realmente eres tú quien habla así’. Conscientes del gran
abismo que les separa dejaron que el silencio, junto a ellos, atravesara el vacío
horizonte. ‘Mañana me voy, ¿te arreglarás bien con papá?’. ‘Bueno, no
te preocupes, siempre se encuentran soluciones’.
Por
la carretera comarcal las luces intermitentes del coche patrulla que iba a toda
velocidad solapaban los rojizos del cielo entrada la noche. Al volante, un
ayudante del sheriff perseguido por media docena de autos particulares pasó de
largo a toda velocidad por delante de ellos. ‘¡Joder, qué prisas! –exclamó
el muchacho–. A ver si pescan de una vez a los matones que todavía estamos
esperando’. ‘El agente del FBI que coordinó la liberación de alumnos y
alumnas secuestrados en la escuela creo que se va a encargar de ello. Le
conozco personalmente y me reúne muchísima confianza’. ‘No te fíes de un
tipo que se contonea dentro de un uniforme’. ‘Este no lo lleva’. ‘Debajo
de la piel, sí’. ‘Qué puñetero eres’. Coretta Sanders rescató del
recetario de cocina de sus antepasados los platos preferidos que tanto gustaban
a sus hijos de pequeños, por eso, y a modo de despedida, preparó la entrañable
cena a base de pan de maíz, tiras de cerdo fritas, frijoles, macarrones con
queso y coles, todo presentado en recipientes individuales para combinar a gusto
de cada uno. ‘Estoy emocionado, mami –¡cuánto hacía que no la llamaba
así–, ¿pero sabes qué falta para ser un auténtico manjar “Soul Food”, o lo que
aquí conocen como “comida con alma de esclavo”, tan arraigada a los
trabajadores en campos de algodón?’. ‘No, dímelo tú’. ‘Un vaso de
té’. Al amanecer, llegó puntual el taxi que le llevaría hasta el Aeropuerto
Internacional de Birmingham-Shuttlesworth. Colocó la mochila y una bolsa con
bocadillos para el viaje y, antes de sentarse, retuvo en la mirada el paisaje
de la casa, la estampa invernal de los alrededores tan solitarios como ellos,
el confort de la leña recién cortada, el paraguas con olor a leche materna que
aún percibía de su madre al rozarla y tantos recuerdos de infancia que
acudieron a despedirle. Ella, conteniendo el manantial que luego desbordaría
sin censura, le abrazó con mucha sensibilidad y, mientras que una mano se
perdía entre sus cabellos, con la otra introdujo un puñado de dólares en el
bolsillo de la chaqueta. ‘Cuídate mucho, hijo mío. Y llama o escribe’. ‘¡Ay!,
que me asfixias. Lo intentaré, pero allí no siempre se puede establecer
comunicación’. Se apartaron con la misma sensación de vacío que se le queda
al montañero cuando no hace pie y la cuerda de escalada se suelta del mosquetón.
Ya en el vehículo, el conductor aceleró con el fin de no llegar tarde al
siguiente servicio. Los árboles que aíslan el vecindario de la carretera comarcal
le engulleron convirtiéndolo apenas en un punto indefinido, casi inexistente,
sin embargo, pese a la intensidad de la lluvia que caía, Coretta Sanders
permaneció inmóvil hasta que, un tremendo golpe procedente del piso de arriba desencadenó
su pronta viudez.
Las
cámaras de seguridad de la gasolinera captaron el número de matrícula de la
camioneta donde tres individuos metieron por la fuerza a la chica que después violaron,
y de cuyo delito fue acusado Daunte Gray. Pues bien, gracias a esa grabación el
FBI descubrió que el propietario del vehículo estaba fichado y que era uno de
los miembros que atemorizaban a los negros del condado, por tanto, distribuyó sus
datos entre la policía para que le localizasen. En la sala de interrogatorios
donde prestaban declaración les mostraron varias fotografías hasta detenerse en
la que querían. ‘¿Reconocen quién es esta persona? –preguntó Anthony
Cohen y ambos negaron con la cabeza–. Pues creo que sí, un sobrino suyo, señor
Austin’. ‘¡Eh!, un momento, por ahí no, que le veo venir. Mi esposa tiene
mucha familia y es imposible conocerlos a todos’. ‘Comprendo –continuó
el agente caminando por detrás de ellos, estrategia para ponerlos más nerviosos–.
Aunque da la casualidad de que conspira con otros, todavía sin identificar, en
el granero de su suegro, ¿no le suena de nada?’. ‘Eso tendrá que
probarlo, ¿no le parece? Y no, jamás le he visto’. ‘Y con respecto a usted
sheriff Landon, durante tanto tiempo ha hecho la vista gorda a numerosas
atrocidades inhumanas que… En fin, si colabora, le ayudaremos’. ‘Me
acojo a la Quinta Enmienda’. ‘No diga chorradas’. ‘Oiga, lo de él
ha quedado claro, pero sigo sin ver mi relación con este caso’. ‘Se lo aclaré
en Foley, pero no me importa repetirlo: obstrucción a la justicia, incitación a
la violencia, recaudar fondos para la financiación de radicales que siembran el
pánico y hacerle la vida imposible a Coretta Sanders, una maestra ejemplar, en
todos los sentidos, que tanto nos ayudó a resolver el secuestro de alumnos y
alumnas’. ‘Eso es una barbaridad. Mientras dirigí la escuela siempre la
traté con respeto y educación’. ‘No digo lo contrario, sin embargo,
ahora no fue así. Caballeros, centrémonos en el sospechoso y, por el bien de
ustedes, les ruego que hagan memoria. ¿Con qué periodicidad los simpatizantes
del Klan convocan asambleas?’. ‘No diré nada sin la presencia de mi
abogado’. Repetían ambos. ‘¿Alguna vez han sido invitados a dichos
eventos?’. ‘No diré nada sin la presencia de mi abogado’. ‘Sheriff
Landon, ¿ha detenido en alguna ocasión al hombre que aparece en la foto?’. ‘No
diré nada sin la presencia de mi abogado’. ‘Lo plantearé de otra forma
para que se me entienda: ¿En cuántas palizas, asesinatos clandestinos, abusos
de mujeres, maltrato de ancianos…, la lista sería interminable, ha usado su
posición para circular en lado contrario a la ley?’. ‘No diré nada sin
la presencia de mi abogado’. ‘Señor Austin: ¿por qué le jode tanto que
una mujer negra, más inteligente que muchos de nosotros, haya destrozado su
imagen pública como defensor de la patria, respecto a su candidatura a gobernador?’. ‘No
diré nada sin la presencia de mi abogado’. ‘Pues cuando vuelva les tengo
reservada una sorpresa, verán qué bien lo vamos a pasar’. Anthony Cohen les
dejó así, intrigados y con la intención de destaparlo todo cuando se
enfrentaran al antiguo director de la escuela y al secuestrador. Salió de la sala
y solicitó una orden para registrar sus domicilios. Se dirigió a la planta de
abajo donde Daunte Gray aguardaba no sabía muy bien qué. ‘Ven conmigo’. ‘¿Adónde
me lleva?’. ‘A respirar…’.
‘¿Abuelo,
se acuerda de mí? –preguntó emocionado Osiel Amsalem–. Quizá sin uniforme
le resulte más difícil’. ‘¡Claro que sí! –exclamó el vecino de Isaías
Sullivan–. Jamás olvido a quien me trata bien, y usted lo hizo en el hospital’.
‘Ya veo que al muchacho no le faltan flores –dijo, señalando el ramo que
estaba a punto de colocar sobre el césped–, tuvo mucha suerte de tenerle’.
‘¿Y usted a quién se las trae?’. ‘A mi mamá, murió de cáncer el año
pasado, me siento terriblemente huérfano, despojado de calor y solo’. ‘Con
el tiempo encontrará la forma de revertir la aflicción y pensar en los mejores
momentos vividos con ella, eso no hace que el dolor de la pérdida sea menor,
pero ayuda a no sufrir gratuitamente’. ‘Sí, supongo que sí. ¿Usted bien?’.
‘No tengo motivos para quejarme, hago lo que quiero, gobierno mi vida y
tengo todo cuánto necesito’. ‘En cualquiera de los casos, ya sabe dónde
encontrarme’. ‘Gracias, muy amable’. Pero el destino no volvió a
cruzar sus caminos, al menos, vivos... El anciano regresó a su rutina casi de ermitaño.
Trabajando la tierra, subido en el tractor, tomó una decisión: había llegado el
momento de echar un vistazo dentro de la autocaravana de su apreciado amigo. El
campo empezaba a coger cuerpo y del huerto, para su uso personal, brotaban hortalizas,
así como también, de los árboles frutales. Sediento, se inclinó hacia uno de
los lados, tomó la cantimplora con agua, alzó la vista y siguió al avión que volaba
de este a oeste. Entonces comprendió lo afortunado que era por poder disfrutar
de ese instante único, irrepetible, hermoso. La moto del cartero tampoco se
detuvo esta vez ante su buzón, ni siquiera para dejar una carta del más allá…
Toda mi admiración y respeto por el bellísimo texto que estás escribiendo. Un beso, nena.
ResponderEliminarEs un alivio que nos regale su talento y la belleza de esta historia, en momentos tan delicados. Gracias por ayudarme a creer en el ser humano.
ResponderEliminarImposible levantar la vista de la lectura una vez comienzas con la entrega.
ResponderEliminarTienes el don de escribir textos que atrapan y otro que es el de la generosidad al regalarlos.
Cuídate.
Bueno, esto se pone bien interesante. La espera hasta el siguiente se me va a hacer eterna.
ResponderEliminarQue gusto poder disfrutar de tu talento como escritora. Gracias. Besos
ResponderEliminarNunca fui muy propenso a los "juegos florales", amiga, pero es que no hay más remedio que reconocer que sabes hurgar en lo más íntimo, donde se encuentran las emociones y los sentimientos... Reitero mi admiración a tu forma de narrar y mi agradecimiento por hacérnosla llegar. Te camelo mucho, escritora. Besos.
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