16.
‘Uno de vosotros poneos al habla
con la Embajada de Estados Unidos en Colombia y notificad la presunta desaparición
de Glenn Clemmons. Y el otro contadle lo que ocurre al líder The Climate
Reality Proyect en América Latina y que despliegue a su gente para localizarle,
tiene que estar atrapado en algún lugar del Parque Nacional Natural de
Chiribiquete. Que no escatimen en medios’. ‘Markel, ¿no sería mucho más
lógico informar a los jefes? –pregunta Georgia–. De no hacerlo igual nos
metemos en un lío’. ‘No creo’. ‘Habría que esperar –apunta Jeff–,
sabemos por otras veces que cuando se entusiasma con una misión podemos estar semanas
e incluso meses sin tener noticias suyas’. ‘Intuyo que no, presiento que
algo le impide comunicar con nosotros. Hacedlo, por favor. Asumo toda la responsabilidad,
es nuestro amigo y no pienso dejarlo en la estacada. No obstante, de momento prefiero
que no trascienda porque cualquier filtración al respecto haría sufrir innecesariamente
a terceros y su padre está delicado de salud’.
Después
de marcar todos los dígitos de nuestra ONG en Washington D.C., consigo dar con
alguien del área de Políticas al que explico la urgencia de esta llamada tras
haber perdido contacto con la persona desplazada hasta la región amazónica colombiana
para supervisar el estado actual de conservación. ‘Lo primero es contar con
especialistas en rescates de riesgo para saber cuántas posibilidades hay de
permanecer por un largo periodo atrapado allí, como es el caso –dice, y a
continuación me tranquiliza–, no porque piense que su situación esté al
límite, sino porque necesitamos saber a qué tipo de dificultades nos
enfrentamos’. ‘Él es un hombre prudente en su trabajo que nunca improvisa
ni deja nada al azar. Mire, el responsable de la herramienta digital Reality
Drop, en Rochester, dice que habría que seleccionar a los mejores profesionales
en montañismo y escalada en roca. ¿Qué opina?’. ‘Pues que estoy de acuerdo.
No se apure, me encargaré de todo. En cuanto esté listo el protocolo yo misma contacto
con usted. Lo vamos a encontrar, se lo prometo’. ‘Muchas gracias. Una cosa
más: acompañaré al grupo’. ‘No lo haga, su implicación emocional minimizaría
el lado objetivo y resolutivo a la hora de tomar cualquier tipo de decisión’.
‘Iré, no le quepa duda’. ‘Muy bien. Entonces, si le parece, doy luz
verde. Tome nota de mi número directo y correo electrónico, así no se mantendrá
a la espera’. ‘Gracias’. El siguiente paso es reconstruir todos sus movimientos.
Desde que llegó a la zona ha ido mandando e-mails adjuntando material
fotográfico, gráficos y estadísticas en las que ha evaluado el impacto del abandono
medioambiental. Pero, es en el último donde manifiesta que tiene problemas para
salir del país y ya no escribió más. ‘Georgia, ¿dónde se hospeda?’. ‘En
un hotel muy modesto de Calamar, un municipio del departamento del Guaviare. La
reserva la hizo él mismo. Es lo único que sé’. ‘Jeff, ¿puedes averiguar
algo?’. ‘Hace años conocí a un tipo que metiéndose en el sistema
cambiaba comandos y conseguía hacer una aproximación bastante fiable de la
ubicación de otras personas, pero me da que eso debe ser ilegal, salvo que
tengas una orden judicial. En cualquier caso, no será difícil hallar el alojamiento
acorde al perfil que siempre busca, máxime si el sitio es pequeño’. Tras
cuatro o cinco intentos por fin doy con un amable recepcionista y dice que el
señor americano lleva sin aparecer por allí más de una semana. Y que lo raro es
que en la habitación están sus pertenencias, de las cuales, además de pagar la
factura, alguien tiene que hacerse cargo ya que necesitan volver a alquilarla.
Enseguida hago una transferencia y pago algunos días más por adelantado hasta
que yo llegue. Sin embargo, acabando de realizar dicha gestión, un fortísimo pinchazo
me deja doblado como un cuatro…
Hasta
donde me alcanza la memoria sufro de cólicos nefríticos y, aunque no brotan a
menudo, cuando lo hacen, suelen dejarme inactivo durante un tiempo. Dice papá
que la abuela padecía de la misma dolencia, pero que por esa época en Herboso la
única medicina posible eran unas hierbas que crecían en el monte, entre rocas,
y quedarse encamada hasta que las molestias se mitigaban. Lo cierto es que incluso
ahora si el dolor de los genitales es endiabladamente agudo, hay quemazón al orinar
y la hematuria es persistente, los calmantes apenas surten efecto. Así que, bajo
los cuidados y supervisión casi cuartelaria de mis padres encantados de tenerme
controlado, recibo la visita de Steven Finnegan, el hijo de Eugene. ‘Oye,
diez minutos y te largas, eh, que necesita descanso’. ‘No hagas caso y
toma asiento. ¿Mamá nos dejas, por favor?’. ‘Luego no te quejes si
tienes mareo de cabeza’. ‘¿Vuelvo en otro momento? –pregunta muy cortado–.
Quizá no haya sido buena idea venir tan pronto’. ‘Pero si te he avisado
yo. Anda, relájate –y lo hace en cuanto nos quedamos solos–. ¿En serio que
no piensas ir a la Universidad de Princeton para estudiar Físicas?’. ‘Pues
no’. ‘Desde el campo científico se hace mucho por el medioambiente, por
ejemplo: mejorando las infraestructuras, los métodos de producción, consumo,
costumbres… Es más, necesitamos gente comprometida, con las ideas muy claras y
la preparación académica correspondiente’. ‘Lo sé, señor’. ‘Mi nombre
es Markel, y tutéame que no soy tan viejo’. ‘Pero opino que seré mucho
más útil en primera línea’. ‘Creo que tienes una idea equivocada de esa
profesión’. ‘Puede ser, sin embargo, no hace mucho me di cuenta de que a
nivel global flojea la mano de obra para fomentar las cosas fundamentales de la
vida’. ‘Este no es un camino fácil, quiero advertirte. Por lo general hay
demasiadas puertas cerradas y muchos intereses creados. Lo importante es poner
el foco en un objetivo a seguir y, desde luego, no desanimarse, porque de lo contrario
estaremos perdidos’. ‘Hace un par de años que en
clase nos pidieron escribir sobre algo cotidiano. Una compañera lo hizo
de su familia. Habló de la diferencia entre ecológico y sostenible, de la alimentación
del ganado con hierba o a pasto abierto y de lo importante que es consumir un
pescado certificado por Marine Stewardship Council –eso acredita que fueron
capturados sin poner en peligro las especies ni sus ecosistemas–. Lo
explicaba con tanta naturalidad que ahondé en el tema y todavía sigo ampliando conceptos’.
‘Es muy interesante lo que cuentas. Uno de nuestros miembros acaba de dejarnos
por motivos personales. ¿Te gustaría participar en alguno de los proyectos que
tenemos abiertos? Vas a encajar muy bien’. ‘¿Crees que puedo hacerlo?’.
‘¿Y por qué no? Mírame a mí –río a carcajadas–. Espera, llamaré a la
oficina –el olfato me dice que acabo de descubrir a alguien muy valioso–.
Hola, Jeff. Sí, sí, estoy mejor. Gracias. Pues ojalá sea pronto porque me van a
volver loco. Escucha, te mando a Steven –guardo silencio–. Exacto. Ponle
al corriente de los asuntos que llevaba Nelson, le vamos a tener a prueba, y si
funciona, como sospecho, llegará lejos. Otra cosa, dale un cuaderno para que
lleve la cronología exhaustiva de todo cuanto haga’. El chico, agradecidísimo
y con los ojos pixelados de lágrimas, sale de espaldas y tropieza con papá
tirándole unas natillas que traía para nosotros.
En
contra del deseo de mis padres por dilatar más la convalecencia, tres semanas
después vuelvo a la frenética actividad que acapara casi toda mi energía. Las
cosas en la oficina avanzan lentamente, supongo que como en el resto viviendo un
impasse que lleva tiempo deshidratando los pilares de una vida que
creíamos segura y a salvo de eso que les ocurre siempre a los demás, pero a uno
no. La mañana del 20 de enero de 2021 madrugo más de lo habitual porque no quiero
perder detalle de la inminente salida de Donald Trump de la Casa Blanca y de posibles
decisiones que tome in extremis antes de realizar el último vuelo en el Air
Force One con destino a Florida. Sin embargo, todo parece transcurrir según
lo previsto, salvo por el gesto deslucido de haber roto con la tradición, 150
años después, de dar el relevo a su sucesor asumiendo dicho papel el vicepresidente
Mike Pence. Aunque, por suerte, nada de eso ha ensombrecido el acontecimiento
realmente importante que debe acaparar toda la atención de esta jornada: la
ceremonia de jura y celebración de la fiesta de la democracia. A pesar del frío
y de las fuertes medidas de seguridad, en Pennsylvania Avenue hay gente agolpada
a ambos lados de la calle. Familias enteras con la esperanza puesta en la
recuperación del prestigio del país, aislado en una corteza de serrín, donde el
descrédito, la vulnerabilidad y la falta de respeto han sido la tónica general.
Y, en esas estoy, mientras que en pantalla se abre un plano con Laura y George
W. Bush, Hillary y Bill Clinton y Michelle y Barack Obama conversando distendidos
con total normalidad. Voy por la segunda ración generosa de Cookie Salad,
esa ensalada dulce y típica del estado de Minnesota que tanto me gusta a cualquier
hora del día, cuando la Fachada Oeste del Capitolio presta escenario a Kamala
Harris luciendo un vestido y abrigo del diseñador Christopher John Roger, en
tono morado simbolizando con ello un guiño a todas las mujeres. Como ya
adelantó su equipo jurará sobre una biblia que perteneció a Thurgood Marshall,
primer juez negro del Tribunal Supremo que luchó como nadie por los derechos
civiles en USA. Avanza la velada y se sitúa bajo el marco de las primeras
medidas que firma Joe Biden y que la mayoría esperamos con emoción: regresar a
la OMS, poner fin al muro fronterizo con México, extender una moratoria para
los desalojos, volver a unirnos al Acuerdo del Clima de Paris… Todo ello motiva
a la población haciéndonos sentir orgullosos de quiénes somos. En los últimos
minutos del festejo me abstrae de la actualidad un carro que frena delante de
casa y cuyo tubo de escape suelta bocanadas de humo produciendo un ruido
ensordecedor.
Cumplidas
de sobra las dos semanas que William dijo tardaría en retornar de la costa
oeste de Sudamérica, atraviesa las 40 yardas que separan su auto de mi puerta. ‘¿Cuándo
has llegado de Portoviejo?’. ‘Ayer por la mañana’. ‘¿Qué tal han
ido los trámites? –hacía mucho que no veía tanta tristeza junta en alguien–.
¿Habéis traído a la niña?’. ‘No, hemos chocado con una muralla llena de trabas,
inconvenientes, zancadillas, proyectos desinflados y una sensación de
impotencia que no sé si nos podremos quitar de encima’. ‘Vaya, cuánto lo
lamento. ¿Cómo se lo ha tomado tu esposa? Bueno, y tú, claro’. ‘Fatal, ella
se siente culpable de no quedarse embarazada, lo cual entiende como un fracaso
de su cuerpo y una traición hacia mí. Por eso, de alguna manera la adopción
suplía dicha carencia. Aunque, ahora…’. ‘¿Qué vais a hacer?’. ‘Si
dependiera de mí, nada, porque cuando la naturaleza te pone a prueba es mejor
dejar las cosas como están. Quizá sea cobardía, pero prefiero no sufrir’.
Poco podía añadir excepto ofrecerle comprensión y apoyo. Un cortacésped interrumpe
nuestra meditación, también una caravana de moteros que circula por los
alrededores del vecindario en protesta contra del Partido Demócrata. Todo un conjunto
de ruidos exteriores solapando los internos. Suena el móvil y ambos nos
miramos. ‘Markel –dice Georgia al otro lado del teléfono– será mejor
que vengas a la oficina, Steven ha dado con una pista que pude conducirnos hasta
Glenn…’.
Bravo Mayte!!! Se pone la cosa emocionante!!!
ResponderEliminarBesos.
No tengo tu capacidad por lo que a veces tengo que volver a otras entregas y releer para encontrar al personaje, lo que me sirve para disfrutar de nuevo.
ResponderEliminarGracias.
El ejercicio de tener que echar para atrás en la historia, significa que nos tienes enganchados. Por mi parte estoy aprendiendo muchísimo lo cual me emociona. Sigue adelante, nena. Un beso
ResponderEliminarGracias por acercarnos y dar visibilidad a esa gente que está luchando porque tengamos un mundo mejor.
ResponderEliminarContigo aprendo, me emociono... Gran trabajo. Besos
Regalas con cada relato una manera distinta de ver el mundo, unos personajes tan especiales, tantos sentimientos, tanta magia...
ResponderEliminarMe parece hasta "mezquina" la palabra 'GRACIAS', pero es la que me sale.
Te camelo, escritora. Cuídate, Mayte. Besos.