15.
Con el sobresalto metido en el
cuerpo tras aparecer el rostro de Nelson pegado al cristal de la ventanilla soy
incapaz de moverme del asiento, como si una ventosa hubiera pegado mi trasero a
la tapicería. ‘Hola. ¿Ocurre algo? –pregunto, bajando enseguida del
coche–. Ven, no te quedes ahí. Entra’. Lo hace bajo un fuerte
sentimiento de intromisión. ‘Siento que sea tan tarde, Markel, pero no quiero
irme sin decirte adiós’. ‘¿Cómo? Es broma, ¿verdad?’. ‘No’.
‘Uf, ¿quieres una copa?’. ‘No, muchas gracias’. ‘Pues tú
dirás’. ‘Luego, a las 6:00 a.m., salgo en un vuelo con destino a la provincia
canadiense de Alberta. La decisión no es negociable’. ‘Muchacho, relájate,
aún ni lo he intentado. Continúa’. ‘En Friends of the Earth quieren que me
incorpore a la plantilla lo antes posible. Aquí no aguanto más: demasiadas
miradas desafiantes y comentarios sin fundamento’. ‘No sé qué decir. Te
pedí unos meses hasta que Georgia acabase el tratamiento y redistribuir el
trabajo’. ‘Lo sé’. ‘¿Aceptarías esperar unos días más? Hay que
encontrar a alguien que cubra tu vacante’. ‘Lo siento mucho, no va a ser
posible, el equipo de oposición a la extracción de crudo en las arenas
petrolíferas de Athabasca empieza a ejercer más presión y si voy a formar parte
de ellos quiero estar desde el principio arrimando el hombro’. ‘Entiendo
tu postura, yo haría lo mismo, es una oportunidad muy atractiva como para
desaprovecharla, a pesar de lo mucho que me apena perder tu afilado olfato. Y
también que lo hagas arrastrando el brutal desencuentro que tienes con los
compañeros’. ‘Bueno, no seas melancólico’. ‘Te voy a echar de menos’.
‘Y yo a ti’. ‘Has sido una pieza clave en cada proyecto que hemos emprendido
y lo sabes’. ‘¿Sigue en pie esa invitación?’. ‘Claro. ¿Qué te
apetece?’. ‘Lo mismo que bebas tú’. En el exterior, salvo por el
cortejo de zorros a la caza de presa, el silencio es una nebulosa moribunda y
el amanecer una efímera aspiración. Permanecemos callados, amontonando residuos
de basura en una bolsa biodegradable donde antes hubo latas de cerveza de antiguas
soledades. Cuatro horas después cargo su equipaje en el maletero y ponemos
rumbo al Aeropuerto Internacional de Minneapolis-Saint Paul. ‘Déjame aquí.
Odio las despedidas. Cuídate. Hasta mañana’. ‘Hazlo tú también, amigo.
Nos vemos’. En las 78 millas y media que tengo por delante no quiero venirme
abajo. Así que, conecto la radio y suena música country, pero eso me entristece
aún más. Opto por sintonizar otra. Un oyente, bastante excitado, cuenta lo
mucho que disfrutó cuando el asalto al Capitolio evacuando a los congresistas acojonados.
¡Ay!, las sociedades y sus idiosincrasias a medida.
‘¿Tú
sabías que William –pregunto a Jeff– gestionaba con la dirección la
continuidad del teletrabajo salvo para cosas puntuales que requieren de
asistencia presencial?’. ‘Primera noticia’. ‘¡Mira que somos
endiabladamente reservados!’. ‘Pues yo, ¿qué quieres que te diga?, con
la que está cayendo es muy sensato hacerlo porque a veces aquí hay más gente de
la permitida y eso conlleva un riesgo que de esa forma se puede evitar’. ‘Y
más tú, nosotros al fin y al cabo nos movemos de un sitio a otro’. ‘Ya –se
queda pensativo y cambia de tema–. En la mesa tienes el informe que ha
llegado de Chiribiquete. Entiendo que es tan sólo una primera aproximación’.
‘Ahora lo veo. ¿Estás bien? Te noto inquieto’. ‘¿A ti no te preocupa
que declaren la ley marcial?’. ‘Muchísimo. ¿Crees que sucederá?’. ‘A
estas alturas espero cualquier salida por la tangente’. ‘Pero el pueblo
americano se echaría a la calle’. ‘No sé, aunque por si acaso, si se
diese la circunstancia de que suspendieran la actividad civil me iré a Canadá, tengo
familia allí. Deberías de hacer lo mismo y largarte con tus parientes de España’.
Tras sus palabras, el recuerdo del primo Andoni desechó el cerrojo de la habitación
que ocupa en mi memoria. Concentrarme en las notas de Glenn Clemmons es mi
siguiente objetivo, pero la entrada de un fax acapara toda nuestra
atención. ‘¿Qué pone?’. ‘Joder –responde él–, me lo temía, es
de un contacto que tengo en la Corte Suprema, acaban de autorizar la última sentencia
de muerte en este mandato’. ‘No fastidies’. ‘Pues sí’. ‘¿A
quién?’. ‘Dustin Higgs, de piel negra, prisionero en el corredor de la
muerte, en Indiana. Le administrarán una inyección de pentobarbital’. ‘No
ubico bien ese caso’. ‘Ya verás cómo sí’. ‘Soy todo oídos’. ‘En
Washington, una noche de enero de 1996, junto a un par de amigos invitó a tres
mujeres jóvenes a su apartamento. Una de ellas no quiso entrar en el juego
sexual más avanzado y él se ofreció a llevarlas a casa. Sin embargo, según el Departamento
de Justicia, se detuvieron en un descampado y ordenó a uno de los hombres que
las disparara’. ‘Menuda enciclopedia llevas metida en la cabeza, colega’.
‘No creas, las apariencias engañan –ríe fuerte– ,todos los medios se
hicieron eco del asesinato, salió en portada’. ‘Cierto, ahora caigo. En la
carta de clemencia escrita por el abogado de la defensa constaba lo injusto del
castigo dictado a su representado, superior al del asesino que apretó el gatillo
quien cumplía cadena perpetua’. ‘¿Ves cómo te acuerdas?, basta con poner
empeño’. ‘Hacía 17 años que no se producía una ejecución federal’. ‘La
última la firmó George W Bush’. ‘Exacto. La aplicación de la pena
capital me pone siempre muy nervioso’. ‘Una vez escuché decir que todo
asesino al final es también la víctima de otro verdugo’. ‘Pues sí’. ‘Nelson
se ha ido’. ‘Lo sé, hemos estado juntos’. ‘Es una lástima. Ojalá
que le vaya estupendo en su nueva aventura, lo merece’. ‘Pienso lo mismo’.
‘¿Qué tal si nos ganamos el sueldo?’. ‘Vamos. Oye, ¿averiguaste si han
reparado ya los postes de luz en el condado de Faribault tras la gran tormenta
de viento y nieve caída en diciembre?’. ‘Sigue pendiente de que el
gobernador autorice asistencia estatal, no creo que tarde mucho’. ‘Establece
el protocolo de seguimiento, y ponte al habla con otras ONG quizá alguna haya evaluado
el estado de las cosas, estoy seguro de que las infraestructuras deben de haber
sufrido importantes daños’. Asiente, y cada uno nos centramos en lo nuestro.
La rutina avanza sin sobresaltos cuyo claro objetivo es finiquitar la jornada.
La
mayoría de nosotros, por la calidad de sus productos, realizamos la compra
semanal en Trader Joe’s desde que salió recomendado en el ranking
de las mejores cadenas alimenticias. Reconozco que soy un desastre a la hora de
elegir los menos grasientos, los más nutrientes y, por tanto, saludables. Así
que, cuando visualizo a Georgia en la sección de hortalizas me hago el
encontradizo. ‘¡Anda! –dice, mientras intuye que mi sonrisa es una llamada
de auxilio–. Qué casualidad. ¿Necesitas ayuda? Uy –revuelve los envases–,
aquí hay demasiadas hamburguesas y pocos hidratos, fibra –saca unos y
mete otros–, proteínas… Es fundamental alimentarse bien para hacer frente al
entorno hostil que nos tiene tan cansados. Te parecerá
una tontería, pero el aporte justo de calorías para conseguir un óptimo
rendimiento físico pone también a punto el maravilloso universo de la mente.
Conclusión: no compres tanto vacuno’. ‘¡Vaya!, pues lo tendré en cuenta’.
‘¿Cómo te fue en la ciudad de los rascacielos?’. ‘No sabría decirte’.
‘¿Conseguiste hablar con alguien de Indian Point Energy Center’. ‘Sí,
aunque no tuve suerte’. ‘¿Y eso?’. ‘Porque respondía con ambigüedades,
no quiso comprometerse’. ‘Bueno, ya sabes que la mayoría de las veces nuestras
causas no se visualizan y para el conjunto de la sociedad aparecen como
invisibles, técnica habitual que encaja bien en la
máxima de: la ignorancia alivia el compromiso’. ‘Puede, pero no deja
de ser frustrante’. ‘No te lo tomes a la tremenda. ¿Quieres cenar conmigo?’.
‘Imposible negarme: estás espectacular’. ‘Adulador. Además, así me
cuentas el encuentro con Deanna Leone’. ‘Encantado. Uf, fue tremendo. Llevo
esto –señalo el contenido del carro– y cojo una tontería que te traje’.
‘De acuerdo. ¡Qué misterioso! Prepararé mi plato estrella: arroz a la
americana’. ‘Espero no retrasarme’. ‘Más te vale’. Sin embargo,
según termino de guardarlo todo, William establece comunicación por
videollamada y me obliga a llegar tarde a la cita. La imagen y el sonido no
están sincronizados. Apenas logro entender que volverá en un par de semanas y
que nada es lo que parece…
Después
de una señal de stop, girando a la derecha, en el cruce de la 26 th St
NW con la 5 th AVE NW, epicentro de un bulevar sombreado, vive
Georgia. Es una pequeña cabaña construida en principio para alojar a invitados
y anexa a la casa principal, ambas en tono azul grisáceo y compartiendo el
terreno semi emboscado que delimita la privada de su espacio. Situado bajo un árbol
que da poca sombra está el acogedor porche donde
tantas veces hemos mantenido largas conversaciones hallando la manera de
mejorar un mundo que transita ya en otra frecuencia. Es ahí donde la encuentro,
sentada en la mecedora de elegante diseño que la regalamos en un cumpleaños. ‘Perdóname,
querida. He tenido un contratiempo y no pude venir antes –digo, restando
importancia, al tiempo que dejo sobre sus rodillas una bolsa de Books are
Magic una librería de Brooklyn–. Espero haber acertado –su seriedad da a entender que algo no va bien–, es
una recopilación de poemas de Walt Whitman. Lamento de verdad el retraso y que
tu enfado sea mayúsculo’. ‘Mira esto –alarga una hoja cuyo membrete pertenece
a un polémico bufete de abogados–. Lo han traído hace un rato’. ‘¿Es
una citación para el Juzgado?’. ‘Markel, ¿cómo tiene el valor de dar
este paso sabiendo que nuestra hija es el motor de mi vida?’. ‘Cálmate. A
ver, deja que lea’. La verdad es que cuesta digerir cada línea cargada de
despropósitos, cada párrafo a cual más dañino y, en definitiva, el documento en
sí que encierra una demanda judicial para obtener la custodia de la niña, alegando que, debido al mal estado de salud de la madre
y lo incierto de su futuro, entienden que, por el bienestar de la menor, lo
mejor es permanecer con el padre quien puede ofrecerla estabilidad junto a su actual
esposa y al bebé que esperan. Dicho lo cual, se emplaza a las partes implicadas
a llegar a un acuerdo sensato, ya que, de lo contrario, habrán de verse en los tribunales.
‘Entremos dentro –se me ocurre–, está refrescando’. ‘Hay que
gratinar el arroz’. ‘Yo me ocupo, tú recuéstate en el sillón y no te preocupes
que vamos a encontrar una solución, ya lo verás’. ‘¿De verdad?’. No tengo
contestación, pero según pongo a funcionar el horno recuerdo que en la escuela
se dio un caso parecido. Una de las compañera se vio con el agua al cuello
cuando los padres de su difunto marido, personas de alto poder adquisitivo, pelearon
para obtener la custodia de los nietos. Alaia la puso en contacto con uno de
los mejores juristas de toda Minnesota. ‘Georgia, ven a cenar. Creo que
podemos hacer algo. Conozco a alguien que te puede ayudar –aparece
lánguida, caminando muy despacio, como
si las plantas de los pies no la llegaran al suelo–. Saldremos de ésta juntos,
te lo prometo’. Y así, convirtiendo el dolor en complicidad y el desengaño
en ternura, surge la lluvia y me quedo a dormir. A la mañana siguiente, cuando
despierto en el sofá arropado con varias mantas, está frente a mí mirándome. ‘Perdona
por lo de anoche, supongo que estarás incómodo, entiendo que fueron las
circunstancias las que me empujaron a seducirte’. ‘No pasa nada. Eso sí,
prefiero que las cosas se queden como están, no quiero
iniciar una relación’. ‘¿Un
café?’. ‘Por favor, bien cargado. Tengo un montón de llamadas perdidas
de Jeff. Espera, a ver, comunica. Ah, mira, ha
escrito un e-mail’. ‘¿No descansa nunca?’. ‘Dice que Glenn
Clemmons tiene problemas para salir de Colombia. Vayamos a la oficina, hay que
hablar con la Embajada. Me había olvidado de Steven, el vecino de mis padres, un joven inquieto que aspira a unirse a nosotros. Haré un hueco para entrevistarle’. ‘¿Te apetecen unas tortitas
americanas con huevos revueltos?’. ‘Venga, estoy hambriento.
¿Y esto?’. ‘Smart Balence, la mantequilla cien por cien que regula los
niveles de colesterol’. ‘Después localizaré a la persona que comenté
ayer, nos apreciaba mucho y sé que te facilitará el contacto del abogado que la
defendió’. ‘Markel, sé sincero, ¿cuántas posibilidades ves a mi favor?’.
‘Pásame una cuchara, por favor…’.
Además del hilo conductor bien enlazado se los personajes, esto lleva un trabajo digno de quitarse el sombrero. Sigue así, nena.
ResponderEliminarEstás haciendo que tus lectores, al menos en mi caso, valoremos la labor realizada por los grupos reunidos en torno a un ideal y todo ello engranado con las historias más terrenales de cada actor, lo que hace dulcifica el relato.
ResponderEliminarGracias.
No te conocía y te seguiré en cuanto acabe de contestarte. ¡Cuánto libro de fosfocientas páginas, a la venta en los últimos años en España, no te llega ni a la altura de los zapatos! Un placer conocerte
ResponderEliminar¡Grande!
ResponderEliminarHoy me vuelve a llamar la atención la naturalidad con la que avanzas en la narración sin dejar de subrayar tu compromiso con el medioambiente, el respeto por la vida humana... Gracias, muchas gracias por hacerme desear que llegue el domingo como si no estuviese jubilado. Besos, maestra.
ResponderEliminarGracias Mayte con tus relatos haces que nos concienciemos más si cabe con los problemas de la sociedad. Gracias por ponernos al corriente de ciertos temas. Es muy entretenida y amena la historia. Besos.
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