domingo, 14 de febrero de 2021

No puedo respirar

12.

¿Qué tal compañeros? –la prudencia de Jeff evita preguntas de incómoda respuesta–. Celebro que hayáis venido tan rápido’. ‘A ver, dinos qué ha pasado exactamente’. ‘Pues que la Comisión Reguladora Nuclear aprueba vender la legendaria planta Indian Point Energy Center, ubicada a 24 millas al norte de Manhattan’. ‘¿Cómo te has enterado? –interrogo mientras reviso las cartas de correo que aún permanecen sin abrir sobre mi mesa–. ¿Quién la compra?’. ‘Por la prensa local. Una empresa de Nueva Jersey’. ‘Holtec Decommissioning International se encarga del desmantelamiento, ¿no?’. ‘Sí, ¿por?’. ‘Conozco a alguien que puede proporcionarnos información de primera mano –suelto sonriente–. Es un fotógrafo amigo de Alaia que maneja con mucha mano izquierda estos asuntos y está muy bien relacionado. Después le localizo, igual hasta nos puede adelantar algo’. ‘Estupendo. Hace tiempo publicaron la noticia de su pronta desaparición –continúa nuestro crack informático–, pero ya sabéis que la carrera a la presidencia de los Estados Unidos lo ha acaparado todo. Por suerte con el equipo que está configurando Biden estas cosas van a cambiar’. ‘Ahora que lo dices es verdad, el reactor de la Unidad 2 a lo largo del río Hudson –interviene William– lo cerraron por la presión ecológica que recibieron’. ‘Cierto, el grupo ambientalista Riverkeeper –contesta el otro– ha denunciado últimamente la muerte de peces así como la contaminación del suelo y del agua’. ‘¿Qué posibilidades hay de meter ahí las narices? –dirijo la conversación para concretar–. ¿Y cómo lo podríamos plantear para que a los jefes la idea les resulte atractiva?’. ‘Hombre, ya que tienes un posible contacto veamos qué cuenta. Y con respecto a los de arriba yo creo que están muy sensibilizados con todas las causas que presentamos’. ‘Muy bien. Ponte a ello, por favor. Iremos en mi coche’. ‘Son casi diecisiete horas de camino. ¿Y por qué no en avión?’. ‘Hay que dar ejemplo y usar aquellos transportes que ensucian menos la atmósfera’. Se queda ocupándose de la logística que vamos a necesitar y nosotros nos salimos a la calle digo: ‘Cógete un vuelo para Ecuador, iré yo solo, es la única manera que se me ocurre de ayudarte sin levantar sospechas. ¿Te parece?’. ‘Claro, y te lo agradezco muchísimo’. Antes de despedirse confiesa que está muerto de miedo por la paternidad.
          ‘Mamá, perdona la tardanza –mis palabras suenan a culpabilidad–, acabamos de llegar del Golfo de México y tenemos todo el material por organizar. ¿Cómo estás?’. ‘Ahora bien, cuando intenté contactar contigo, mal. Tu padre resbaló en el supermercado y tiene el hombro roto. Pero claro, eso para ti es insignificante ante la posibilidad de convertirte en el adalid del medioambiente, ¿verdad?’. ‘Joder, eres tremenda –sus palabras envenenadas de rabia y disgusto caen sobre mí despertando la zozobra que tantas veces me noquea–. ¿Por qué no dijiste el verdadero motivo? ¡Habría venido!’. ‘No me hagas reír. ¿Tú crees? –se carcajea–. ¡Venga ya, hijo!’. Incapaz de réplica ante tal afirmación me dejo tentar en el mercado negro de la falsa calma: quebradiza, irreal, amurallada… No obstante, decido ir a verlos. Así pues, agarrado fuertemente al volante para que no se me escape la vida, cruzo la ciudad sobrecogido, náufrago con las heridas abiertas y la sensación de no estar allí donde me necesitan porque siempre hay algo que me distrae, que me aleja, que me dispersa… Quizá sea una manera de evitar lo vulnerable que siempre nos deja a la intemperie. No lo sé. Observo el vacío de las calles parecido al de mi corazón en estos momentos, el clamor atenuado de los escaparates sin reclamo, los semáforos que cambian sin espectadores impacientes pisando el acelerador. Hay luna llena, una camada de pájaros la cruza partiéndola en dos, cual juncos adheridos al dique seco de la supervivencia que migra a otro hemisferio. Según avanzo reconozco la casa donde viven mis padres, ubicada en W Center St con la 18 Ave NW, está rodeada de mucho césped, árboles de ramas apretadas, estrechos caminos de grandes baldosas que te adentran a pie de un bosque en mitad de lo urbano conectándote con la tierra. Bajo el alfeizar de la ventana de la buhardilla, enganchada en un mástil horizontal, hondea la bandera de las barras y estrellas. Recuerdo que siendo niño estuve muy enfadado porque no me dejaban colgar una canasta de baloncesto en la parte de atrás y en cambio ellos sí podían tener aquel palo absurdo con ese trapo. Si cierro los ojos y reduzco la velocidad soy capaz de detener el motor justo delante de la fachada pintada de amarillo chillón, el color preferido de mi familia. Excepto mío. Respiro al ver el garaje abierto, señal que papá anda restaurando alguna cosa antigua, como aquella cámara de fotos que consiguió para Alaia y que hoy es toda una pieza de coleccionista. ‘Hola –nadie responde–. ¿Hay alguien? –digo, para que no se asuste–. No te enfades mucho conmigo, ¿vale?’. El ruido de herramientas entrando y saliendo de su caja es ensordecedor. ‘Markel, ¿eres tú? –entre los trastos viejos asoma la cabeza del vecino–. Aquí estoy, con estas maderas. He llevado la corta sierra a reparar y tengo que terminar de montar unas estanterías. ¡Cuánto tiempo sin verte! ¿Cómo te va?’. ‘Bien, ¿y a vosotros? Aumentó la familia, ¿no?’. ‘Sí, mi niña me ha hecho abuelo y estoy como loco, es un sentimiento maravilloso. Bueno, me voy. A ver si acabo pronto –señala los tablones que sostiene bajo la axila–, que tenemos que ir a la iglesia. Un gusto saludarte. Diles que volveré mañana’. ‘Por mí no lo hagas’. ‘Tranquilo, no es por ti –antes de desaparecer pregunta–: ¿Crees que el planeta se va a hacer puñetas si no hacemos algo pronto?’. ‘¿Estás interesado en el tema?’. ‘¡Qué va!, es que el mediano de mis hijos, no hace más que darnos la lata con lo que, según él, hacemos mal. Y como sé que tú estás metido en ese berenjenal… Pues eso’. ‘Toma el número de teléfono, si quiere que me llame a la oficina’. La mira con recelo y pasa junto a mí sin rozarme.
          ‘No regañes al chico, ¿me oyes?’. ‘Eso, ponte de su parte. Ya podréis: dos contra una. ¿No te das cuenta?, pero si no nos hace ni caso’. ‘Eh, ¿qué pasa? –apaciguo–, parecéis críos’. Callo y compruebo que el aparatoso accidente de papá es tan sólo un desgarro muscular a consecuencia de la caída. Dicho de otro modo: mamá ha ejecutado una maniobra perfecta para llamar mi atención. ‘¿Cómo te va, muchacho? –dice él–. ¿En qué andas metido?’. ‘Bueno, ya sabes que nuestra lucha no tiene descanso. En breve tengo que viajar a Nueva York’. ‘¿Sabes que te ha salido competencia?’. ‘¿Quién?’. ‘El hijo de Eugene –me guiña un ojo y comprendo que lo hace para provocar a su esposa–. Creo que no para de hablar del efecto invernadero y del acuerdo que han de alcanzar los países para subsanar la contaminación’. ‘Ahora estaba en nuestro garaje y ya me ha contado. Le he dado una tarjeta para él porque es muy interesante que la gente joven se implique’. ‘Me alegro, son buena gente’. ‘¿Cuántos años tiene?’. ‘Exactamente no lo sé, unos veinte más o menos’. ‘¿Cómo se llama?’. ‘Steve. Toma –me da unos recortes de prensa con las conclusiones finales de los recuentos de votos y el reconocimiento y felicitación a los demócratas por parte de líderes republicanos por su triunfo en las elecciones–, para que lo guardes’. ‘Gracias. Tenemos puestas bastantes esperanzas en el presidente electo en cuanto a políticas ecológicas’. ‘Entonces, ¿Gina McCarthy y Michael S. Regan te parecen buenas apuestas?’. ‘Sin duda. Ella, que ahora será Asesora Nacional del Clima, ha dirigido la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos, cargo que pasa a él, un afroamericano que ha trabajado estrechamente con el gobernador de Carolina del Norte quien lo califica como un tipo dispuesto siempre a consensuar. Por tanto, nuestras expectativas son grandes al respecto’. ‘Muy acertado lo de incorporar al equipo a personas de color después de la repercusión que las agresiones raciales están teniendo en la sociedad’. ‘Mamá –digo, para integrarla en la conversación–, ¿vosotros no teníais invertido en un Fondo de Pensiones?’. ‘Hombre, al fin te dignas a hablar conmigo. Hace tiempo que lo contratamos. ¿Es que quieres tu parte de herencia?’. ‘No seas “sinsorga” –expresa papá con marcado acento vasco– y escúchale’. ‘Quizá sea momento de vender y poner el dinero a buen recaudo’. ‘Pues no se hable más –concluye tajante él–, así lo haremos’. ‘¿Te duele? –refiriéndome al brazo–. ¿Cuánto has de llevarlo en cabestrillo?’. ‘En principio quince días, pero todo dependerá de cómo esté. La próxima semana tengo cita con el traumatólogo. Estoy bien, no me molesta demasiado, es que tu madre es una exagerada y te ha hecho venir’. ‘¡Qué va! Pensaba hacerlo, sabéis que estoy encantado. Además: ¿qué hay de cena?’. ‘¡Serás bandido! A la cocina los dos – ordena enfadadísima, a la vez que da un golpe suave sobre el sillón–. ¡Vamos!’. Mientras corto la col en juliana para la ensalada americana, se me despierta un apetito feroz con las albóndigas suecas que mi madre prepara como nadie. Sobre todo la salsa a base de puré de patata, mermelada de arándanos rojos y pepinillos. El vino es exquisito y la velada transcurre intensa, aunque breve. Sugieren que duerma en mi antiguo dormitorio porque se ha hecho tarde para atravesar la ciudad, lo pienso ya que cuando me abrigan esas cuatro paredes parece que el tiempo se detiene y me lleva a escenarios muy felices, pero la responsabilidad y todo cuanto he dejado pendiente hacen que, tras el segundo whisky, regrese a mi solitaria y austera burbuja.
          A la mañana siguiente, tendido sobre la cama y con la ropa de la jornada anterior a medio quitar, despierto con la lengua pegada al paladar y la resaca áspera como la lija. Me tiro de la cama, son las 6:45 a.m., hora de salir a correr por el vecindario, pero apenas me responde el cuerpo y lo más que llego es hasta la licuadora donde introduzco un surtido de zanahorias y remolacha que bebo casi sin respirar. En televisión, un locutor con voz hueca y falto de empatía, hace un resumen de algunos acontecimientos ocurridos sin mención alguna a George Floyd que murió asfixiado por la presión de una rodilla anclada en su cuello, Greta Thunberg que puso cara a toda una generación de jóvenes preocupados por la salud del planeta o Ruth Bader Ginsburg jueza de la Corte Suprema nombrada por Bill Clinton y acérrima defensora de los derechos civiles a la que tanto echaremos de menos. Sin embargo, es poca la atención que le presto ya que repasando los e-mails acumulados sin leer o pendientes de contestar, encuentro uno del equipo The Climate Reality Proyect, de Colombia, en el que muestran gran preocupación por el relevo de Julia Miranda quien ha estado durante 16 años al frente de los Parque Nacionales Naturales, lo cual provoca incertidumbre en cuanto a lo que deparará el futuro a las áreas protegidas sin su supervisión. ‘Good Morning, Glenn’. ‘¿Cómo te va, querido?’. ‘Oye, ¿aceptarías ir a Bogotá o tienes planes?’. ‘No, ninguno. ¿Cuándo salimos?’. ‘Lo siento, esta vez irás solo, no puedo acompañarte’. ‘De acuerdo’. ‘¿No quieres saber los motivos?’. ‘Me lo pides tú y es suficiente. Por cierto, he visto a Deanna Leone y está enfadadísima contigo’. ‘Es verdad, la tenía que haber llamado. Hoy lo hago sin falta. ¿Te paso por correo electrónico toda la documentación que tengo respecto al lugar adónde vas?’. ‘Claro’. ‘Bueno, pero para que vayas abriendo boca te diré que viajarás a Chiribiquete’. ‘¿A la cadena montañosa en medio de la meseta amazónica? Me encanta la propuesta. Voy a hacer la maleta’.

5 comentarios:

  1. Nunca dejas de sorprenderme. Un beso

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  2. Como siempre, un placer poder disfrutar estos ratitos de lectura. Gracias. Besos

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  3. No hace falta comprobar para saber que los datos que aportas en cuanto a localizaciones o personalidades son tal cual los describes. Chapeau por el trabajo que te tomas para nuestro enriquecimiento.

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  4. El cuidado lenguaje, la exhaustiva documentación, las relaciones de los personajes y sus luchas... Muy buen trabajo en un mundo de urgencias e improvisaciones.
    Gracias y, como bien dices, cuídate. Besos.

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  5. ¡Buen trabajo Mayte!de documentación, concienciación y entretenimiento. Besitos.

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