13.
La carretera secundaria que
conducía a la escuela era un camino angosto, de unas quince millas aproximadamente,
y flanqueado a ambos lados por abetos Douglas que le daban al conjunto del paisaje
un aire misterioso. El edificio, de cuatro plantas de altura, fachada gris y
sin apenas ventanas, bien podía confundirse con un monasterio deshabitado en
mitad de la nada. Alrededor había amplias zonas ajardinadas y un pabellón anexo,
de reciente construcción, para eventos y actividades deportivas. La directora,
con cara de pocos amigos, nos esperaba en el zaguán de entrada, arriba de las
escaleras. ‘Síganme’. En las paredes a lo largo del pasillo, cuyo suelo
crujía según avanzábamos, había colgadas fotografías de todos los presidentes
de los Estados Unidos de América. Cuando llegamos al final giramos a la derecha
y pasamos a una habitación austera. ‘¿Y bien?, –rompió el silencio a la
vez que nos ofreció asiento–. ¿Qué puedo hacer por ustedes?’. ‘Antes
de nada, gracias por recibirnos’. ‘Déjese de formalismos y vaya al grano
de una vez’. ‘El caso del cliente al que representamos –en realidad la
chica del sadomasoquismo no lo era, pero preferimos no dar demasiadas
explicaciones– tiene alguna similitud con lo ocurrido aquí, cuando el jardinero
presenció el asesinato del profesor por un exalumno. El caso es muy complejo, y
la jurisprudencia escasa’. ‘Entiendo, pero cuando ocurrieron los hechos
yo todavía no estaba en el centro. Así que, lamento no poder ayudarles’. ‘Bueno,
aunque no podrá negarnos estar al corriente del asunto. A nosotras lo que nos
interesa es lo concerniente al arranque del protocolo del Testigo Protegido’.
‘Les he dicho que vine mucho después –dijo, molesta con nuestra
presencia–. Y ahora, si me disculpan, he de atender otras obligaciones, –nos
levantamos con rapidez–. Aguarden un segundo que las acompañe’. ‘No
se moleste’. Nos fuimos de allí con la desagradable sensación de haber
perdido el tiempo, y con la esperanza de que nos fuera mejor en las otras citas.
La
cuñada del jardinero venía del supermarket cargada de bolsas. ‘Disculpen
el desorden, pero con cinco niños de corta edad no doy abasto’, –dijo,
mientras nos invitaba a pasar a la cocina–. ‘¿Les apetece un café, cerveza,
bebida de cola? No sé…’. ‘Un poco de agua sí, por favor’. ‘Supongo
que vienen por lo del hermano de mi esposo, ¿verdad? Él se encuentra de viaje
en Houston y me ha pedido que les atienda en su nombre’. ‘Muchísimas
gracias. Seremos breves, no queremos entretenerla. ¿Cómo fueron para la familia
los días previos al juicio?’. ‘Una auténtica locura. Teníamos a las televisiones
apostadas en la entrada de nuestras casas, incluso de noche. Movimiento que
hacíamos, allá que iban micrófono y cámara en mano, con tal de conseguir la mejor
exclusiva. Fue un agobio. –Hizo un paréntesis, picó piedra en los muros de
su memoria y continuó–. Mi suegra perdió la cabeza, sufrió tormentosas alucinaciones
y hubo que recluirla en un centro psiquiátrico. Y ajena siempre a la suerte que
corrieron su hijo y nietos, abandonó la dimensión de la realidad para
instalarse en un mundo desconocido para el resto’. ‘¿Recibieron del entorno
del asesino algún tipo de amenazas?’. ‘Nosotros concretamente, no. Pero
a uno de los sobrinos le hicieron la vida imposible. Hace tiempo que perdimos
el contacto y no sé si aún seguirán. –Enseguida me di cuenta de que con
ella tampoco sacaríamos mucho en claro. Quizá fue una pérdida de tiempo hacer ese
viaje, y por la expresión de la becaria creo que pensaba lo mismo–. Si están
interesados puedo preguntar’. ‘No se preocupe, su testimonio nos ha servido
de gran ayuda’. El carro que alquilamos era potente, así que nos alejamos
de allí a gran velocidad. ‘¿Y ahora qué, jefa?’. ‘Volvamos a Nevada’.
‘Allison,
el nombre de la ayudante del Fiscal del Distrito que nos ha tocado es Charlotte
Bennett’, –dijo Ethan Ross, con los pies encima de mi mesa–. ‘¿Puedes
quitar tus sucios zapatos de mis papeles, por favor? Gracias. Michelle, busca
en los archivos a ver si alguien del bufete ha coincidido con ella. Más que nada
para saber cómo se desenvuelve’. ‘A lo mejor te suena porque, durante el
mandato de Bill Clinton –interrumpió el detective–, ella defendió el
sistema de salud universal. Vamos, lo que se dice toda una activista afín al
Partido Demócrata’. ‘Cierto, y ahora que lo dices, recuerdo también haber
leído en alguna entrevista que admiraba a Madeleine Albright –dije–, y
su ya famosa frase “que hay un lugar especial en el infierno para las mujeres
que no apoyan a otras mujeres”. Por lo que tengo la impresión de que esa empatía
suya juega a nuestro favor. ¿No crees?’, –pregunté al detective–. ‘Hombre,
también hay que contar con que es perfeccionista y muy rigurosa. Pero los
elementos que rodean nuestra historia son muy sensibles: abuela que reclama
justicia respecto al asesinato de su nieta, huérfana desde muy temprana edad. Y
si además añadimos que Mayalen es inmigrante mexicana, con todo lo que eso
conlleva, me parece que podemos estar ante un gran proceso. No obstante, deja
que indague un poco’.
Estaba
tan pensativo que ni siquiera se dio cuenta de que llevaba una mancha de
mermelada en la corbata. Como tampoco reparó, cuando llegó a primera hora, en
el grupo de personas que se manifestaban frente a la oficina del sheriff,
reclamando justicia para las mujeres asesinadas, en su mayoría latinas. Le
preocupaba algo que había visto o leído, pero no recordaba exactamente el qué. ‘¿Da
su permiso?’, –preguntó el agente entreabriendo la puerta del despacho–. ‘Por
supuesto. Adelante. Pase, por favor’. ‘Ha llegado esto para usted, lo
envía el laboratorio’, –le entregó un sobre donde se suponía que venía el
ADN de Johnny García, sacado de las colillas que el inspector recogió del
cenicero–. ‘Gracias’. ‘Si no manda nada más, vuelvo a mi puesto’.
‘No, puede retirarse’. Adam Walker era un hombre muy meticuloso al que
no se le escapaba ningún detalle. Llevaba una cronología exhaustiva de cada
caso en el que trabajaba, desde el comportamiento individual de las partes
implicadas, hasta los cambios de humor. También le parecía importante destacar
el lenguaje de las manos: si accionaban con ellas, no sabían dónde ponerlas o presentaban
sudoración. En fin, aquellos detalles que, por insignificantes o llamativos que
fueran, servirían para configurar la personalidad de cada individuo. Rasgó la
solapa adhesiva con el abrecartas y comprobó que el documento venía correcto. Así
que, sacó del cajón la carpeta con el expediente de Alexa Valdés para
adjuntarlo dentro, y entonces vio lo que le había desconcentrado: la carta de
despedida que la chica escribió sin destinatario y en la que daba casi todas
las claves respecto al presentimiento de ser asesinada por su pareja sentimental,
y el tardío arrepentimiento de haber hecho sufrir a quienes estuvieron a su
alrededor. Buscó la tarjeta de la abogada y marcó el número de teléfono. ‘Buenos
días. Wilson, Anderson y Smith, asociados. Dígame’. ‘¿Quisiera hablar
con Mrs. Morgan, si es tan amable?’. ‘¿De parte de quién?’. ‘De
Adam Walker, segundo responsable del departamento de investigación en Carson
City Sheriff's Office’, –lo pronunció con solemnidad en perfecto inglés–. ‘Un
momento. No cuelgue’. ‘Allison. ¿En qué puedo ayudarle?’. ‘Verá,
estoy revisando los papeles que trajo su cliente y hay una cosa que choca bastante’.
‘¿Cuál?’. ‘Pues que la firma de la misiva escrita por la víctima no
parece la misma que la del pasaporte’.
A
pesar de que la semana había sido muy dura, cuando llegó el viernes y terminé
de redactar unas notas, no me apetecía meterme en casa derramando la solitaria
nostalgia por el vapor caliente de la ducha. Así que, decidí cenar en Duke's
Steakhouse, un tranquilo y elegante restaurante ubicado dentro del Casino
Fandango. ‘¿A dónde vas tan corriendo, querida?’, –dijo mi jefe–. ‘Uy, perdona.
No te había visto. Es que tengo la camioneta aparcada una cuadra más abajo y ando
distraída’. ‘Qué casualidad, yo también voy en esa dirección. ¿Cómo va
todo?’. ‘Bien. Ya tenemos casi montada la estructura del caso’. ‘Pues
quiero que me informes antes de que des ningún paso, te lo advertí al principio
–lo que me faltaba, un discurso paternalista–’. ‘Cuenta con ello’. ‘¿Ya
sabemos a quién han asignado de la oficina del fiscal?’. ‘Sí, pero no
recuerdo su nombre –evité así alargar más la conversación–. El lunes, sin
falta, tendrás el nombre sobre tu mesa’. ‘Oye, letrada, no te pases de
lista, que me la estoy jugando contigo. Si te he dado esta oportunidad es por
la memoria de Richard, pero que conste que tengo en contra al resto de socios’.
‘No te arrepentirás, lo prometo. Y ahora, si me disculpas, he de irme’. ‘Faltaría
más. Disfruta de tu cita’. Obvié el comentario pensando en la sabrosa carne,
hecha al punto, que comería enseguida.
‘¿Dónde
siempre, señora? Hacía mucho que no disfrutábamos de su presencia, tan grata siempre para nosotros’, –dijo
el camarero que suele atenderme–. ‘Tiene mucha razón, es que estoy muy ocupada
y apenas tengo tiempo para salir’. ‘Si me lo permite, hoy le
recomiendo la ensalada de langosta, después un rack de cordero, con una pinta
espectacular, y, por supuesto, su tinto preferido. El postre corre de mi cuenta,
deje que la sorprenda’. ‘Perfecto, Anthony. Me pongo en sus manos’. Una
de las cosas que más me gustaba de aquel local, además del trato exquisito que
te daba el personal y de la gran calidad de productos con los que elaboraban
cada plato, era que ningún comensal alzaba la voz por encima de otros y que se
respetaba el anonimato de cada uno. ‘¿Te importa que me siente contigo?’,
–levanté la vista y encontré aquellos ojos azules, aterciopelados, serenos y
expresivos de mi amante–. ‘Claro que no, encantada’.
Sigue la intriga, con nuevos elementos cada vez. Me gustan expresiones como "picó piedra en los muros de su memoria", o "abandonó la dimensión de la realidad para introducirse en un mundo desconocido para el resto". Seguimos... Un recuerdo especial para las compañeras en este día. Un beso.
ResponderEliminarBellísimo texto que me hace desconectar de la que está cayendo. Gracias por recordarnos que la vida es hermosa. Un beso, nena.
ResponderEliminarNo podía faltar tu suma a la reinvidicación, con la manifestación feminista ante la oficina del sheriff,del día de hoy.
ResponderEliminarPor lo demás sigue la pulcritud de datos, sin adornos innecesarios pero con el detalle preciso, para que sigamos pendientes del desarrollo de la historia de Allyson, Mayalen y del resto de integrantes.
Felicidades.
No soy entendido en 'estilos literarios' pero el tuyo lo veo lleno de rigor, es minucioso en la descripción de lugares no visitados y rebosa sinceridad y pasión en el dibujo de los personajes.
ResponderEliminarGracias una vez más. Besos.