domingo, 8 de marzo de 2020

Nocturno, en el estado de Nevada

13.

La carretera secundaria que conducía a la escuela era un camino angosto, de unas quince millas aproximadamente, y flanqueado a ambos lados por abetos Douglas que le daban al conjunto del paisaje un aire misterioso. El edificio, de cuatro plantas de altura, fachada gris y sin apenas ventanas, bien podía confundirse con un monasterio deshabitado en mitad de la nada. Alrededor había amplias zonas ajardinadas y un pabellón anexo, de reciente construcción, para eventos y actividades deportivas. La directora, con cara de pocos amigos, nos esperaba en el zaguán de entrada, arriba de las escaleras. ‘Síganme’. En las paredes a lo largo del pasillo, cuyo suelo crujía según avanzábamos, había colgadas fotografías de todos los presidentes de los Estados Unidos de América. Cuando llegamos al final giramos a la derecha y pasamos a una habitación austera. ‘¿Y bien?, –rompió el silencio a la vez que nos ofreció asiento–. ¿Qué puedo hacer por ustedes?’. ‘Antes de nada, gracias por recibirnos’. ‘Déjese de formalismos y vaya al grano de una vez’. ‘El caso del cliente al que representamos –en realidad la chica del sadomasoquismo no lo era, pero preferimos no dar demasiadas explicaciones– tiene alguna similitud con lo ocurrido aquí, cuando el jardinero presenció el asesinato del profesor por un exalumno. El caso es muy complejo, y la jurisprudencia escasa’. ‘Entiendo, pero cuando ocurrieron los hechos yo todavía no estaba en el centro. Así que, lamento no poder ayudarles’. ‘Bueno, aunque no podrá negarnos estar al corriente del asunto. A nosotras lo que nos interesa es lo concerniente al arranque del protocolo del Testigo Protegido’. ‘Les he dicho que vine mucho después –dijo, molesta con nuestra presencia–. Y ahora, si me disculpan, he de atender otras obligaciones, –nos levantamos con rapidez–. Aguarden un segundo que las acompañe’. ‘No se moleste’. Nos fuimos de allí con la desagradable sensación de haber perdido el tiempo, y con la esperanza de que nos fuera mejor en las otras citas.
          La cuñada del jardinero venía del supermarket cargada de bolsas. ‘Disculpen el desorden, pero con cinco niños de corta edad no doy abasto’, –dijo, mientras nos invitaba a pasar a la cocina–. ‘¿Les apetece un café, cerveza, bebida de cola? No sé…’. ‘Un poco de agua sí, por favor’. ‘Supongo que vienen por lo del hermano de mi esposo, ¿verdad? Él se encuentra de viaje en Houston y me ha pedido que les atienda en su nombre’. ‘Muchísimas gracias. Seremos breves, no queremos entretenerla. ¿Cómo fueron para la familia los días previos al juicio?’. ‘Una auténtica locura. Teníamos a las televisiones apostadas en la entrada de nuestras casas, incluso de noche. Movimiento que hacíamos, allá que iban micrófono y cámara en mano, con tal de conseguir la mejor exclusiva. Fue un agobio. –Hizo un paréntesis, picó piedra en los muros de su memoria y continuó–. Mi suegra perdió la cabeza, sufrió tormentosas alucinaciones y hubo que recluirla en un centro psiquiátrico. Y ajena siempre a la suerte que corrieron su hijo y nietos, abandonó la dimensión de la realidad para instalarse en un mundo desconocido para el resto’. ‘¿Recibieron del entorno del asesino algún tipo de amenazas?’. ‘Nosotros concretamente, no. Pero a uno de los sobrinos le hicieron la vida imposible. Hace tiempo que perdimos el contacto y no sé si aún seguirán. –Enseguida me di cuenta de que con ella tampoco sacaríamos mucho en claro. Quizá fue una pérdida de tiempo hacer ese viaje, y por la expresión de la becaria creo que pensaba lo mismo–. Si están interesados puedo preguntar’. ‘No se preocupe, su testimonio nos ha servido de gran ayuda’. El carro que alquilamos era potente, así que nos alejamos de allí a gran velocidad. ‘¿Y ahora qué, jefa?’. ‘Volvamos a Nevada’.
          Allison, el nombre de la ayudante del Fiscal del Distrito que nos ha tocado es Charlotte Bennett’, –dijo Ethan Ross, con los pies encima de mi mesa–. ‘¿Puedes quitar tus sucios zapatos de mis papeles, por favor? Gracias. Michelle, busca en los archivos a ver si alguien del bufete ha coincidido con ella. Más que nada para saber cómo se desenvuelve’. ‘A lo mejor te suena porque, durante el mandato de Bill Clinton –interrumpió el detective–, ella defendió el sistema de salud universal. Vamos, lo que se dice toda una activista afín al Partido Demócrata’. ‘Cierto, y ahora que lo dices, recuerdo también haber leído en alguna entrevista que admiraba a Madeleine Albright –dije–, y su ya famosa frase “que hay un lugar especial en el infierno para las mujeres que no apoyan a otras mujeres”. Por lo que tengo la impresión de que esa empatía suya juega a nuestro favor. ¿No crees?’, –pregunté al detective–. ‘Hombre, también hay que contar con que es perfeccionista y muy rigurosa. Pero los elementos que rodean nuestra historia son muy sensibles: abuela que reclama justicia respecto al asesinato de su nieta, huérfana desde muy temprana edad. Y si además añadimos que Mayalen es inmigrante mexicana, con todo lo que eso conlleva, me parece que podemos estar ante un gran proceso. No obstante, deja que indague un poco’.
          Estaba tan pensativo que ni siquiera se dio cuenta de que llevaba una mancha de mermelada en la corbata. Como tampoco reparó, cuando llegó a primera hora, en el grupo de personas que se manifestaban frente a la oficina del sheriff, reclamando justicia para las mujeres asesinadas, en su mayoría latinas. Le preocupaba algo que había visto o leído, pero no recordaba exactamente el qué. ‘¿Da su permiso?’, –preguntó el agente entreabriendo la puerta del despacho–. ‘Por supuesto. Adelante. Pase, por favor’. ‘Ha llegado esto para usted, lo envía el laboratorio’, –le entregó un sobre donde se suponía que venía el ADN de Johnny García, sacado de las colillas que el inspector recogió del cenicero–. ‘Gracias’. ‘Si no manda nada más, vuelvo a mi puesto’. ‘No, puede retirarse’. Adam Walker era un hombre muy meticuloso al que no se le escapaba ningún detalle. Llevaba una cronología exhaustiva de cada caso en el que trabajaba, desde el comportamiento individual de las partes implicadas, hasta los cambios de humor. También le parecía importante destacar el lenguaje de las manos: si accionaban con ellas, no sabían dónde ponerlas o presentaban sudoración. En fin, aquellos detalles que, por insignificantes o llamativos que fueran, servirían para configurar la personalidad de cada individuo. Rasgó la solapa adhesiva con el abrecartas y comprobó que el documento venía correcto. Así que, sacó del cajón la carpeta con el expediente de Alexa Valdés para adjuntarlo dentro, y entonces vio lo que le había desconcentrado: la carta de despedida que la chica escribió sin destinatario y en la que daba casi todas las claves respecto al presentimiento de ser asesinada por su pareja sentimental, y el tardío arrepentimiento de haber hecho sufrir a quienes estuvieron a su alrededor. Buscó la tarjeta de la abogada y marcó el número de teléfono. ‘Buenos días. Wilson, Anderson y Smith, asociados. Dígame’. ‘¿Quisiera hablar con Mrs. Morgan, si es tan amable?’. ‘¿De parte de quién?’. ‘De Adam Walker, segundo responsable del departamento de investigación en Carson City Sheriff's Office’, –lo pronunció con solemnidad en perfecto inglés–. ‘Un momento. No cuelgue’. ‘Allison. ¿En qué puedo ayudarle?’. ‘Verá, estoy revisando los papeles que trajo su cliente y hay una cosa que choca bastante’. ‘¿Cuál?’. ‘Pues que la firma de la misiva escrita por la víctima no parece la misma que la del pasaporte’.
          A pesar de que la semana había sido muy dura, cuando llegó el viernes y terminé de redactar unas notas, no me apetecía meterme en casa derramando la solitaria nostalgia por el vapor caliente de la ducha. Así que, decidí cenar en Duke's Steakhouse, un tranquilo y elegante restaurante ubicado dentro del Casino Fandango. ‘¿A dónde vas tan corriendo, querida?’, –dijo mi jefe–. ‘Uy, perdona. No te había visto. Es que tengo la camioneta aparcada una cuadra más abajo y ando distraída’. ‘Qué casualidad, yo también voy en esa dirección. ¿Cómo va todo?’. ‘Bien. Ya tenemos casi montada la estructura del caso’. ‘Pues quiero que me informes antes de que des ningún paso, te lo advertí al principio –lo que me faltaba, un discurso paternalista–’. ‘Cuenta con ello’. ‘¿Ya sabemos a quién han asignado de la oficina del fiscal?’. ‘Sí, pero no recuerdo su nombre –evité así alargar más la conversación–. El lunes, sin falta, tendrás el nombre sobre tu mesa’. ‘Oye, letrada, no te pases de lista, que me la estoy jugando contigo. Si te he dado esta oportunidad es por la memoria de Richard, pero que conste que tengo en contra al resto de socios’. ‘No te arrepentirás, lo prometo. Y ahora, si me disculpas, he de irme’. ‘Faltaría más. Disfruta de tu cita’. Obvié el comentario pensando en la sabrosa carne, hecha al punto, que comería enseguida.
          ¿Dónde siempre, señora? Hacía mucho que no disfrutábamos de su presencia, tan grata siempre para nosotros’, –dijo el camarero que suele atenderme–. ‘Tiene mucha razón, es que estoy muy ocupada y apenas tengo tiempo para salir’. Si me lo permite, hoy le recomiendo la ensalada de langosta, después un rack de cordero, con una pinta espectacular, y, por supuesto, su tinto preferido. El postre corre de mi cuenta, deje que la sorprenda’. ‘Perfecto, Anthony. Me pongo en sus manos’. Una de las cosas que más me gustaba de aquel local, además del trato exquisito que te daba el personal y de la gran calidad de productos con los que elaboraban cada plato, era que ningún comensal alzaba la voz por encima de otros y que se respetaba el anonimato de cada uno. ‘¿Te importa que me siente contigo?’, –levanté la vista y encontré aquellos ojos azules, aterciopelados, serenos y expresivos de mi amante–. ‘Claro que no, encantada’.

4 comentarios:

  1. Miguel Ángelmarzo 08, 2020

    Sigue la intriga, con nuevos elementos cada vez. Me gustan expresiones como "picó piedra en los muros de su memoria", o "abandonó la dimensión de la realidad para introducirse en un mundo desconocido para el resto". Seguimos... Un recuerdo especial para las compañeras en este día. Un beso.

    ResponderEliminar
  2. Bellísimo texto que me hace desconectar de la que está cayendo. Gracias por recordarnos que la vida es hermosa. Un beso, nena.

    ResponderEliminar
  3. No podía faltar tu suma a la reinvidicación, con la manifestación feminista ante la oficina del sheriff,del día de hoy.
    Por lo demás sigue la pulcritud de datos, sin adornos innecesarios pero con el detalle preciso, para que sigamos pendientes del desarrollo de la historia de Allyson, Mayalen y del resto de integrantes.
    Felicidades.

    ResponderEliminar
  4. No soy entendido en 'estilos literarios' pero el tuyo lo veo lleno de rigor, es minucioso en la descripción de lugares no visitados y rebosa sinceridad y pasión en el dibujo de los personajes.
    Gracias una vez más. Besos.

    ResponderEliminar