Carlota olisquea mis
papeles girando en círculo sobre ellos. Observando con distancia cada adjetivo, como si entendiera su significado para explicarlo
sin problema. Estira los bigotes, levanta las orejas tratando de juntarlas y
brinca a su cueva de lona donde inicia el proceso de la digestión felina…
“Nueva York. Tercer día de la segunda quincena de noviembre. La lluvia
torrencial nos cogió por sorpresa. La comarca estaba en fiestas y ya no
quedaban camas en la posada El Ciervo
Cruzado (en honor a una especie protegida que abundó en el siglo pasado), ubicada en la intersección de dos localidades. La
dueña, a través de un vecino, mandó recado para que fuera. No era la primera
vez que les echaba una mano, y de paso me
sacaba algunas propinas. Pero cuando llegué dos
sobrinas suyas se habían encargado de todo. Por acortar, y pese a la poca
visibilidad que había, regresé por el sendero estrecho de la montaña. En el
tramo más peligroso, donde si se te iba un pie caías barranco abajo hasta el
infinito, coincidí con el cura (hacía doblete en varias aldeas) y acepté su
compañía. Pronto se echaría la noche y ese trayecto a solas imponía muchísimo.
Horas después, desorientada, con una herida en la frente, las rodillas
magulladas y soltando palabras indescifrables, llegué con mis hermanos al
puesto de la Cruz Roja …”.
Geográficamente, Queens se sitúa en la parte occidental de Long Island
(frontera entre el océano Atlántico y Nueva Inglaterra). Es el distrito más
grande, tanto como alguna capital de provincia europea, de los cinco que
componen la ciudad de los rascacielos, la metrópoli que nunca duerme. Corona es
un barrio obrero perteneciente a ese condado. El 15 de octubre de 2003 (desde
entonces he seguido yendo regularmente) yo era una de las muchas personas que
aguardaban la apertura de la
Casa Museo de Louis Armstrong, en el 34 56 de la 107 st ., la vivienda que
ocupó con su esposa Lucille desde 1943 hasta
julio de 1971, fecha de su fallecimiento. Nunca
había planteado la posibilidad de fijar una
residencia, a él le gustaba vivir así: hoy aquí, mañana allí, pasado…, a saber.
Fue ella quien, cansada de ir de hotel en
hotel, y pudiendo haberlo hecho en una zona más selecta, la compró y decoró a
su gusto, ocupándose también de ponerle los mimbres a un lugar que sería para
ambos mucho más que cuatro paredes y un tejado. Así que, estando en plena gira
(esa vez no le acompañó), le mandó un telegrama donde decía: ‘querido, cuando llegues a New York dale esta
dirección al taxista, porque a partir de ahora ahí está nuestro hogar’. La cocina es
espectacular. Con ese azul celeste de los muebles combinado con remates en
blanco y la sobriedad aportada por los electrodomésticos, dan ganas de sacar
las cacerolas y ponerse a hacer arroz con frijoles para los visitantes. Aprendí
a amar el jazz al poco de llegar a América. Frecuentaba tugurios de mala
reputación donde se hacía muy buena música, y mi primer novio tocaba el bajo en
un cuarteto que actuaba en un local de Harlem (no duramos mucho porque en
aquella época no estaban bien vistas las relaciones interraciales). Por eso,
pasear la vista por encima de los objetos personales del genio de la trompeta,
nacido en Nueva Orleans, que cantó, entre otros, el hermosísimo tema What a wonderful world, proclamando en
él un mundo maravilloso, era y es para mí un regalo exquisito. Un detalle
especial que el destino o la suerte han tenido conmigo. En cada pieza prevalece
fundamentalmente la humildad y la empatía del matrimonio hacia sus semejantes.
De ahí que cobren muchísimo vigor documentos gráficos que muestran a Lucille
repartiendo helados a los niños, o preparando bocadillos para darles de
merendar, mientras que Louis, sentado en las escaleras de entrada, con todos
los chavales pegados a él, les enseña a tocar
canciones, porque igual así les despertaba la vocación y se labraban un porvenir
más confortable…
Siempre he pensado que detrás de cada
ladrillo hay una historia que merece ser contada. Una vida que crece o finaliza
al otro lado de las cortinas, un proyecto o un fracaso que se abre paso echando
raíces alrededor de la chimenea, un ayer o un mañana que estructura el tejido y
la pasta con la que estamos hechos cada uno de nosotros: solos o acompañados,
tristes o eufóricos, viejos o jóvenes, fuertes o blandos… Apenas cinco personas
esperamos en el andén la llegada del metro. Nos
aborda un vagabundo que pide unos centavos para comprar un billete a Beverly
Hills y al que nadie hacemos caso... Me vienen a la memoria imágenes sueltas que
seguro tendrán algún significado: un saco de tela de sábana que yo misma cosí y
usé para guardar la poca ropa que tenía, la cuerda de una peonza que escondida
en el escote me daba suerte, una alubia seca para no olvidar de dónde vengo y
las lágrimas que por orgullo no derramé ante el desafecto de los míos. Burgos
me pareció el paraíso, y la habitación que me cedieron, a cambio de realizar
trabajos domésticos, un palacio. Ahora tengo
muy claro que nunca me asustaron las jornadas largas y duras, sino la crueldad
en el trato que pueden llegar a ejercer algunos miembros de tu misma sangre.
Aunque su esposa ya estaba muy
limitada, su sola presencia arriba era suficiente para conservar el orden y la armonía de las cosas. E. J. parece un alma en pena.
Ha perdido su cualidad dicharachera, cambiándola por un
silencio sepulcral que le hace retraído. Lleva barba desarreglada, manchas de
tomate en la camisa y algún que otro botón descosido. Envases de comida rápida,
periódicos atrasados, ceniceros a rebosar de colillas y un aparato de radio
destripado ocupan los rincones libres del
despacho. ‘La taberna funcionaba
solamente de viernes a sábado, en la franja horaria que iba desde las dieciocho
horas hasta las veintiuna treinta. Además de beber, se celebraban concejos cuando
tocaba, y
el juez de paz, improvisando un estrado, hacía cumplir la ley. El tabernero, al que una granada amputó medio
brazo en la guerra, rellenaba las frascas de vino sujetándolas con el muñón. Padre
era el cuarto miembro de la partida de mus, completada con el alcalde, el
médico y el guardia civil. A mí se me llevaban los demonios oyendo sus
risotadas reaccionarias… Algunos hombres, en plan machitos, con los zapatos
relucientes y el traje de los domingos recién cepillado, se iban de putas una
vez al mes. Las chicas de mi edad aspiraban a seguir los pasos de las casadas,
y éstas a alcanzar el relajo sexual de las viudas. Madre, siempre refunfuñando,
con la cabeza gacha, metida en su mundo de pecados imperdonables y juicios de
valor gratuitos, se convertía en un ser intratable…’. ‘Y a ti, Maura, ¿qué te molestaba más’, −pregunta Eric con tono
entristecido−. ‘La indiferencia’. ‘¿De ellos?’. ‘No, quizá mía por permitir que me chuparan la ilusión y reaccionar
tarde’. −El timbre del teléfono interrumpe la conversación, Michelle lleva
días vomitando y requieren la presencia de Mr. Coleman. Sin embargo, agota
hasta el final el tiempo contratado−. ‘Disculpa,
¿decías…?’. ‘Mi hermano pequeño
parecía más accesible. Me armé de valor y le pedí ayuda, porque quería
contar en la cena que, suponiendo que no me dejarían formar parte del negocio,
pensaba salir allí y buscar un empleo. Me miró malhumorado, se dio media
vuelta, cargó la mercancía en la furgoneta y, antes de arrancar, dijo: “Lo que
tienes que hacer es buscarte un novio que te saque los pájaros de la cabeza…”.
Quedé estática’. ‘Lo dejamos ahí.
Profundiza y busca a ver si hay más de un camino que te llevara a esa inmovilización.
La próxima sesión, si tú quieres, trabajamos ese aspecto’, −puntualiza E.
J., que lleva tiempo aplicando conmigo el
método del psicoanálisis denominado “Asociación
Libre”, que trata de que el paciente exprese sus ideas sin ninguna coacción, aunque es el
especialista quien decide dónde hacer énfasis en algunas cuestiones descritas
por la persona.
Mrs. Coleman se relaja por dentro en
cuanto Eric aparece, no está siendo nada fácil adaptarse a la nueva situación.
Echa de menos su dormitorio, el canto de los pájaros, el ruido del generador
eléctrico situado en el sótano y las visitas, menos cada vez, de un par de
amigas que se siguen interesando por ella. Quisiera decirle que han incorporado
un par de alimentos a su dieta que no tolera, y que la
matan las molestias de estómago. Pero sabe que cada día están más lejos, y se limita a seguir con los ojos cerrados para no
influir y hacerle sentir culpable. Viene el médico a hacer la visita rutinaria,
y dice: ‘mire, su mujer se mantiene
estable, con un corazón fortísimo, lo que puede traducirse en un tiempo
incalculable de vida. Conocemos la existencia de un fármaco intravenoso
experimental que estimula a estos pacientes y en parte a veces les hace
reaccionar. Nos gustaría probarlo, no se conocen efectos secundarios. Para ello
necesitamos que firme el consentimiento, y los permisos del traslado al
hospital’. Antes de irse se acerca a la cama y comprueba que la sonda de la
nariz no se ha salido. E. J. huele a tabaco y a
despedida. Mrs. Coleman imagina que se clava las uñas en las palmas de la mano
obligándose a revelarse… Han accionado el mando a distancia que baja las
persianas y conectan pequeñas luces a ras del suelo para que las habitaciones
no permanezcan completamente a oscuras. Ella desea con
todas sus fuerzas que todo acabe…
El cruce de personajes da cuenta de la evolución que estás tengo Enzo como escritora. No lo dejes, nena.
ResponderEliminarLa historia adquiere cierta complejidad, que requiere mucho dominio del oficio de escribir: idas y vueltas en el tiempo, personajes inanimados (el pueblo, la ciudad,...), animales (la gata) y humanos de distintas características (Mrs. Coleman, que no habla, pero se expresa, al menos para ella, el doctor, la principal protagonista, etc.). Mucho arte.
ResponderEliminarEn un día tan convulso como el de hoy, nada mejor que dejarme llevar por la literatura. Gracias por poner cordura a este 1 de octubre
ResponderEliminarPor fin un rato tranquilo para comentar. Mayte, es admirable la capacidad que tienes para "llevarme", "traerme"... Noto que mejoras en la técnica porque la complejidad de la trama es alta. Igual que con el flamenco, no entiendo, pero sí noto cuando me emociono... Tú lo consigues desde el primer día. Y es lo que te agradezco. Besos.
ResponderEliminarUna micelania de personajes, que ya iré conociendo .Un ritmo apabullante ¡ Esto promete ¡ Un fuerte abrazo
ResponderEliminarMe siento un poco Carlota "olisqueando" tus palabras que despiertan un aroma muy sugerente. Pones de relieve la "universalidad" y acercas lugares que están a mucha distancia para encontrarte con el ser humano desnudo. Felicidades Mayte
ResponderEliminarQue la odiosa rutina no nos impida disfrutar del arte y la buena literatura. Segunda entrega del relato encadenado Nueva York de Mayte Mejia Bejarano. Unos minutos de disfrute en el remanso.
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