Aunque me siento ibicenca, el seny catalán y mi sangre andaluza,
han sido una buena mezcla de cosas que me han
ayudado a vivir.
La amistad es uno de los lazos más importantes
que te unen a la vida.
Concha García Campoy.
A través de los auriculares, la voz de Ana Belén me acompaña con la canción Ahora
–Ancora–, dándome fuerza para escribir estas líneas. Se va la noche y no
me duermo, no te me irás del pensamiento... Concha García Campoy pertenecía
a ese grupo de comunicadoras con estilo propio: Olga Viza, Ángeles Caso
–consagrada hoy a la literatura–, Montserrat Domínguez, Julia Otero…, mujeres
con enjundia, periodistas de una generación nacida a finales de los cincuenta y
principios de los sesenta, cuya manera de contar la realidad jamás ha estado
encorsetada, sino acompañada de veracidad,
–como en prensa escrita lo son Maruja Torres, Olga Rodríguez, o Karmentxu
Marín, por citar tres ejemplos–. Son muchos los compañeros que, hayan
trabajado o no con ella, están resaltando, además de la profesionalidad que la
caracterizaba, la magnífica persona que fue para cada uno de ellos. Generosa,
solidaria, humilde, cómplice, perfeccionista, elegante, cercana, sencilla y muy amiga de sus amigos son una
pequeña pincelada de lo que podemos leer en los periódicos, escuchar en las
radios y ver lo que cuentan en las
televisiones. También las redes sociales lamentan su pérdida, así como en los
blogs personales de escritores, y en los de las
gentes anónimas, está quedando plasmada la admiración y el respeto por ella,
además de mucha rabia e impotencia, al ver que una vida joven y cargada de
proyectos como la suya, como la de tantos otros, queda interrumpida,
bruscamente, por la inexorable muerte. Sigue Ana: ...a veces hablo a los
espejos, por eso saben mis secretos. Concha amaba el cine, –desde 1999
hasta 2002, pilotó en Telecinco, el
programa contenedor La gran ilusión, donde disfrutamos de grandes
películas y de magníficas charlas, que tan bien manejaba con sus
entrevistados–, pero sobre todo, disfrutó mucho como espectadora, y también realizando algunas colaboraciones en El
rey del mambo, Los peores años de nuestra vida, o en series de televisión
como 7 vidas u Homicidios. Siempre tuvo cabida en
todos sus programas el séptimo arte, y nunca escatimó un comentario de elogio,
o una recomendación atrevida a nuevos talentos: directores, actores,
guionistas…, coincidiendo todos en una cosa: haber tenido la oportunidad y el
privilegio de haberse asomado al cálido balcón de su sonrisa.
Ahora, ahora, ahora./Hago mil cosas que no debo/tiro
una piedra sobre tu ventana... Varios recuerdos se agolpan en mi memoria y
piden paso para salir: entrevistas inconfundibles con la marca Campoy que me
emocionaron y de las que tanto aprendí,
telediarios con el corazón en un puño, donde la serenidad de Concha
armonizada en su rostro nos ponía al corriente
de la actualidad. El 12 de marzo de 1988 yo estaba pegada a la radio, llena de
ilusión y de esperanza, con los nervios de
oyente bien puestos en su sitio. Sintonizaba Radio Madrid, porque en breves minutos la Cadena SER estrenaba
nueva programación para el fin de semana, una apuesta cargada de frescura, de
rigor, de sentido del humor, de mucho respeto y mucha profesionalidad. Empezaba A vivir que son dos días y al frente de
esos micrófonos Concha García Campoy, junto a Javier Rioyo, entre otros; un equipo joven y lleno de ideas innovadoras.
Hay un momento difícil y memorable en la historia de la
televisión, una imagen que se me ha quedado grabada –aunque debo confesar que
con alguna laguna–. Es aquella en la que están Luis Mariñas y ella, en un
estudio de TVE, al frente del telediario 1. Acababan de recibir la llamada que
les anunciaba la colocación de un artefacto explosivo en el Ente público. Desalojaron
el edificio y se quedaron solos, porque, como escribió Concha nada más estrenar
su blog en la web de Telecinco: “Decidimos quedarnos porque entonces éramos
la única ventana y el símbolo de que no
se cedía al chantaje –aún no habían aparecido las privadas, la digital y
todavía faltarían unos años para que Internet irrumpiera en nuestras vidas–”.
Años después la escuché decir en algún sitio que pasaron un miedo terrible y
que le pidió a Luis que la cogiera de la mano fuera de plano, porque, si iba a
morir, quería hacerlo sintiendo el calor de quien fuera uno de sus grandes
amigos.
Se va la noche y no me duermo, y los segundos son tan
lentos... Así imagino que habrán pasado la noche Manuel Campo Vidal, Fernando
G. Delgado, María Rey y María Escario –algunos de sus amigos y compañeros–,
dejando pasar los segundos,
resistiéndose a manejar la actualidad sin la opinión inteligente y
crítica de Concha, a hablar de la Campoy en pasado, y a seguir adelante, porque
no queda otra, aunque a cada uno de ellos, y a la propia Ibiza –donde se crió y
creció a pesar de haber nacido en Terrassa, Barcelona– se le haya
apagado un poco la luz. Estoy segura de que los medios de comunicación se han
quedado más huérfanos, y nosotros también. Seguramente, la Concha, mujer de radio,
estará en algún punto del dial que todavía no hemos sintonizado. Quiero
concluir reconociendo la entereza que tuvo afrontando la enfermedad con
optimismo y valentía, siendo un ejemplo a seguir por los suyos, y por quienes
lo hacíamos a la sombra. Voy cerrando estas palabras, emocionada, este pequeño
homenaje hecho con humildad, para una de las grandes, al mismo tiempo que la
voz de Ana Belén acaba la canción con fuerza, y me ayuda a mí con el final: Aunque me encontrara un ángel, dudaré, si me hará volar tan alto como tú…
Nota: En 1962 sobrevivió en la riada del Vallés, sin embargo, en 2013 no ha
podido ganarle la batalla al cáncer. Me consta que la Academia de las Ciencias y las Artes de Televisión, ya están buscando la manera de perpetuar su nombre. Concha García Campoy debe ser un referente de buen periodismo para las generaciones venideras. DEP
Me has emocionado. Me quedo con la voz que tantos días me acompañó por la radio. Magnífico homenja, Mayte. Cuánto sentimiento le pones a todo.
ResponderEliminarCon tu forma de decir las cosas me has puesto un nudo en la garganta.
ResponderEliminarConcha fué una mujer extraordinaria.Como de la familia. ..Un beso.
Un texto precioso, que me ha emocionado... Que grande era y cuanta buena semilla ha dejado sembrada.- Gracias, Mayte por expresarlo tan intensamente.-
ResponderEliminarBonito y emocionante relato, lleno de sentimientos que habrá recibido seguro, allá donde se encuentre.
ResponderEliminarParece facil...cuando se habla con el corazón y con admiración, aunque imagino que escribir esto no ha sido nada sencillo. Un saludo.
ResponderEliminarMaría Victoria G.Olmos
La expresión del rostro de Concha, y el tono cálido de su voz, transmitían su bondad e inteligencia. Al no estar al corriente de su enfermedad, la noticia de su desaparición me ha impactado. Como tantos otros, era una persona a la que tenía una gran simpatía, respeto y cariño. Enhorabuena, Mayte, por expresar lo que muchos sentimos.
ResponderEliminarPrecioso, delicado, justo...grande Mayte. Gracias
ResponderEliminarYa sabíamos lo que admirabas a Concha y como estabas al corriente de su evolución; sin duda le has hecho un gran homenaje con este relato tan emotivo y lleno de cariño, creo que a todos nos ha causado una gran tristeza su pérdida. Un beso
ResponderEliminarBellas palabras para una gran mujer. La vida a veces es injusta, lo he sentido mucho , una gran periodista que derrochaba vitalidad, una gran perdida para todos.
ResponderEliminarA mi juicio lo más importante, leído el artículo, es evidente que deja buena semilla. Gracias a las dos.
ResponderEliminarGracias por tus cálidas palabras... La única seguridad que tenemos en esta vida es la de saber que no vamos a quedarnos en ella, si bien calculamos la esperanza de vida en función de las frías estadísticas, y cuando alguien deja de estar entre nosotros a una edad temprana lo lamentamos (como no podría ser de otra manera). Al menos Concha nos dejó un legado de buen hacer y profesionalismo que dejará huella, y tal vez germinará en nuevos talentos surgidos de la admiración que nos dejó su trabajo. Vivió con plenitud, trabajó de forma ejemplar y nos dejó un mensaje imborrable recordando la necesidad de vivir y valorar cada momento efímero de nuestras vidas como si fuese el último, con el título de aquel extraordinario programa de radio "a vivir que son dos días". Pues eso, apliquémonos el cuento y vivamos, porque no nos queda otra... DEP
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