Dedicado a Jesús Aguilar, de quien aprendo cine.
Posiblemente si se hubiese dado otra serie de
circunstancias menos favorables, y fuese inferior la calidad humana que tiene
Sixto Rodríguez, protagonista de SEARCHING FOR SUGAR MAN, Oscar al mejor
documental 2012, habría vendido su historia por
capítulos a la prensa sensacionalista, o, tras haber concursado en algún reality
show, estaría forrado de pasta, yendo de plató en plató de televisión, alimentando
la leyenda de un mito que en realidad lo que engordó fue la cuenta bancaria de
no se sabe quién. Sixto es compositor y cantante estadounidense, hijo de
emigrantes mexicanos, y en los años sesenta, en antros marginales de Detroit,
deleitaba los oídos de los clientes que los frecuentaban
con canciones donde contaba la crudeza y las dificultades a las que tienen que
enfrentarse los más débiles de las grandes urbes. A finales de dicha década,
dos productores musicales, que estaban tomando una copa en un bar, lo
descubrieron, quedando impactados por la belleza y sensibilidad de sus letras y
de sus melodías. Apostaron por él, consiguieron actuaciones en directo en otros
lugares y la grabación de unos discos, pensando
que aquel hallazgo sería la gallina de los huevos de oro, mina inagotable de
hacer dinero; pero no funcionó, y Rodríguez desapareció sin pena ni gloria,
bajo el rumor de un presunto suicidio por sobredosis encima del escenario.
En la
década de los setenta, gracias a que alguien desde otro continente viajó a los
Estados Unidos y compró por casualidad uno de aquellos vinilos, llevándoselo
hasta la Sudáfrica del apartheid, el
trabajo de Sixto fue redescubierto, sin tener él ninguna constancia de ello,
multiplicándose las grabaciones de sus canciones, de forma pirata, por todo el
país. Se convirtió en un fenómeno, un icono de la libertad y el “antiestablishment”.
Algunos de sus seguidores no comprendían por qué en USA se había esfumado su
popularidad, mientras que en Sudáfrica era un mito, un símbolo a seguir. Cuando
Rodríguez se retiró de la escena, formó una familia, tuvo tres hijas y
desempeñó trabajos como obrero de la construcción. Eran gentes muy humildes;
sin embargo, supo transmitir a las niñas la inquietud por el arte, por
aprender, por las bibliotecas, por los museos, por la cultura en general. En definitiva: un padre preocupado de formarlas y
hacer de ellas buenas personas.
Transcurrido
un tiempo, Eva, la hija mayor de Sixto, encontró un sitio web dedicado a la obra de su padre, y se puso en contacto con dos
de los fans especialmente empeñados
en averiguar qué pasó realmente con su ídolo, por qué no era conocido fuera de
Sudáfrica, invitándoles a viajar hasta Detroit. Allí comprobaron que la única
relación que mantenía con la música era a través de su vieja guitarra, que
hacía sonar con desgarro ante amigos y conocidos. Organizaron una visita a
Sudáfrica para toda la familia, siendo recibidos con tratamiento de estrellas,
recogidos del aeropuerto en limusina y hospedados en suite VIP. Programaron conciertos por
todo el país, y Rodríguez, absolutamente entregado a su público, cantó como
solamente lo hacen los grandes, sin levantar los pies del suelo. Dos discos
grabados en directo recogen la emoción de quienes asistieron y corroboran cuanto
digo. Pero igual que la cenicienta, que perdió el zapato y que a las doce en
punto regresó a su vida cotidiana, Sixto, aunque en esta ocasión por decisión
propia, volvió a la tranquilidad de su austera vida, de pobreza y sencillez, de privación
y precariedad, continuando ayudando a quienes,
dentro de su gente, eran más pobres que él.
Quienes
tengan la suerte y el gusto de ver el documental
que menciono comprobarán el mensaje optimista
que da. A veces las personas nos creemos que la riqueza y el éxito están en la abundancia de las cosas, y dejamos pasar por
alto lo importante, lo fundamental, lo esencial de la existencia: ser felices.
Sixto Rodríguez, que podría haberlo tenido
todo, consiguió ser feliz con muy poco. Así que, recogiendo el mensaje cargado
de ilusión que contiene esta historia, llena de alegría, y como si de la
mismísima mecánica cuántica se tratara, este hombre, ajeno a ello, consiguió
vivir dos vidas paralelas pero diferentes, cada una en un continente distinto, con
la gran paradoja de ser un hombre humilde en los Estados Unidos y toda una
leyenda musical en la República de Sudáfrica.
Publicado por El Correo de Andalucía. Pincha aquí
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Bien contado, como siempre. Te echaba en falta.
ResponderEliminarConocía la historia, pero me ha encantado leerla en tu blog con tu especial forma de hacer que fluyan las palabras.
ResponderEliminarPreciosa historia! Gracias por contarla!
ResponderEliminarUna bella historia que nos hace ver que el dinero no lo consigue todo,y que una persona por humilde que sea es mucho mas inteligente que cualquier presidente.Gracias por este precioso regalo.
ResponderEliminarPreciosa historia.
ResponderEliminarLourdes
La historia de Sixto es una historia frecuente, es bueno ponerla a la luz para que todos sintamos que todas las cosas, aunque parezcan pequeñas, deben estar sentadas en la honestidad. Creo que ahí reside el secreto de esta película, que deja una sensación de optimismo desconocido en nuestro entorno actual. Gracias por la dedicatoria.
ResponderEliminarPreciosa historia esta, para empezar el nuevo curso reflexionando sobre la naturaleza humana, la vida y los valores.
ResponderEliminarGracias Mayte, por este nuevo relato tan profundo como siempre.
Un beso.