Esta vez no puedo dar una
explicación convincente de por qué suceden las cosas así, pero la verdad es que
he hecho todo lo posible por reponer gasolina en la misma estación de servicio
una vez por semana. Y no solamente por la chica tan simpática que atiende con
mucha amabilidad, sino porque, cuando entro a pagar, la voz inconfundible de Luz
Casal sale por el altavoz de un equipo de
música casero, colocado junto a la caja. ...Conozco
la jugada/sé manejarme en las distancias cortas/y no me importa nada, nada… Entonces,
como si estuviera interesada en comprar una revista, que no lo estoy para nada, aguardo a que finalice la canción para marcharme. Sin embargo, había esperando más
coches de lo normal, así que giré hacia la parte
de atrás para posicionarme a la cola del surtidor y
reparé en algo de lo que hasta ahora no me había dado cuenta: un
merendero que tienen al aire libre, con vistas a la montaña, y que invita a
bajar del automóvil, aunque haga un frío de justicia. …Que tomes o que dejes, que vengas o que vayas/y no me importa nada,
nada… Paré el motor, bajé y, entonces, tuve
la sensación de encontrarme en dos lugares absolutamente diferentes dentro de
un mismo recinto, con la posibilidad de poder elegir uno u otro: el que ya
conocía en la parte delantera, y el recién descubierto, donde decidí quedarme. Tomé asiento en el extremo de un banco
de piedra corrido y me eché a llorar, tapando el rostro entre mis manos, no solamente
por el dolor que sentía, sino también por la
emoción de la belleza que acababa de contemplar. No sé cuánto tiempo pasaría
hasta que saqué del bolsillo un pañuelo de papel para enjugarme las lágrimas,
lo único que puedo asegurar con certeza es
que el eco de las montañas trajo hasta mí, con devota delicadeza, otro pedazo
de estrofa: …Que rías o que sueñes/que
digas o que hagas/y no me importa nada, nada… Pero sí que me importaba, ya
lo creo, y tanto.
Varios
meses atrás, mi compañero sentimental falleció en
un accidente de tráfico, cuyo trance aún no he superado. …Dame un beso/en una noche que nunca se acaba. Pasados esos primeros
momentos, durísimos, en los que no te crees lo que te está pasando y los más cercanos andan pendientes de ti, llega la
parte difícil: encontrarte contigo mismo, y
no me refiero únicamente en la soledad de la casa, de la que siempre puedes
huir, quedándote en la calle, sino en la del corazón, despojado de golpe de lo
más importante que hasta entonces lo había alimentado: el amor. …Dame un beso /en las tabernas de madrugada…
Y, claro, confieso que la situación llega a convertirse en un estado caótico y
angustioso, porque, de repente, tienes que restar uno al dos. Y obligarte a no
acumular la basura, y a no perder la costumbre de seguir cocinando, y a hacer
la colada con cuatro prendas…, por citar de lo traumático lo más suave. …Dame un beso/como un árbol florecido de ramas/dame
un beso/con tu cuerpo rebosante de olas… Sentada, aquí, en este banco de
piedra, en este pequeño rincón, alejada de los ruidos de la otra parte del
lugar, viene a mí esta preciosa letra de
otra canción de Luz.
La
chica de la caja salió por una puerta sin cerrojo encendiendo un cigarrillo y
llevando un refresco de lata en la mano, y, aunque en un principio se
sobresaltó al verme, al instante se relajó al comprobar que era alguien
inofensivo.
-
Te gusta bastante Luz Casal, ¿no?; lo digo porque siempre que voy a pagar la
tienes puesta. –Quise con eso iniciar una conversación, estoy tan falta de
hablar…–.
-
Sí, bueno, no está mal –contestó–; sí que me gusta.
-
A mí también, ¿te sabes esa que dice: …Si
la soledad te enferma el alma/si el invierno llega a tu ventana,/no te
abandones a la calma, con la herida abierta…? –Tarareé
para que la reconociera–.
-
Mi padre –ella tomó la palabra–, que es un buen tipo aunque un poco
cascarrabias, dice cuando nos ve en babia: “Qui no té res a fer, el gat
pentina”, que viene a decir más o menos: Aquel que no tiene nada que hacer, al
gato peina. Es que somos catalanes, por eso
primero lo digo en mi lengua.
La chica era encantadora, y
muy alegre. Conversamos largo rato de nada
en particular, con esa libertad tan absoluta que dan los desconocidos, sin
necesidad de profundizar, y así estuvimos hasta que el encargado la llamó para
que regresara a su puesto.
…Si tienes un hondo penar/piensa en mí/si
tienes ganas de llorar/piensa en mí… He continuado yendo por allí, aunque la chica ya no está, ni Luz suena en el interior. Y lo hago, principalmente, porque en la parte de atrás no me
siento tan sola, como en realidad estoy. En cualquiera de los casos, la vida te
golpea y tienes que reinventarte, y tragarte muchas veces el dolor. Pero no
queda otra, hay que salir adelante, con o sin ayuda, pero con la valentía de
reconocer que nos tenemos a nosotros mismos. Es muy posible que nunca olvide al
hombre al que amé, ni que su olor se vaya nunca de mi casa, ni de las sábanas
el peso de su cuerpo, ni de mi corazón aquellas sus
primeras palabras: …Ya ves que venero tu
imagen divina/tu párvula boca…/piensa en mí… Y en realidad lo que tengo que
hacer es no pensar, y realizar con tranquilidad la mudanza de la tristeza en mi
piel, hasta un guardamuebles de las cosas perdidas, que he localizado a las afueras…
Triste, bonito, íntimo, sentimental... pero, sobre todo, positivo. Sí, hay qua arrinconar las penas y seguir el camino, como esta chica de tu relato. Me ha gustado, Mayte.
ResponderEliminarTierno y duro,valiente.Tocas las fibras de los sentimientos.Me gusta mucho. Un beso.
ResponderEliminarMayte, bravo, bravísimo. Sabes enganchar al lector.
ResponderEliminarA mi también me encanta Luz Casal. Muy bonito: Un beso
ResponderEliminarLuz Casal es de mis cantantes favoritas. Esta fantástica frase de tu relato:"Y en realidad lo que tengo que hacer es no pensar, y realizar con tranquilidad la mudanza de la tristeza en mi piel, hasta un guardamuebles de las cosas perdidas, que he localizado a las afueras…" encajaría divinamente en una de sus canciones.
ResponderEliminarBellísimo y diurísimo relato. Canalizar el dolor hacia algo positivo es una buena salida, pero saber hacerlo es un reto dificilísimo.
Lourdes
Aparte de gustarme mucho Luz Casal, Mayte, admiro esa capacidad de describir sentimientos con delicadeza, que sintonizan habitualmente con situaciones similares de los lectores y situándolos en entornos y momentos comunes, denotando una gran capacidad de observación. Un beso.
ResponderEliminarComo siempre , mi querida Mayte , tus textos me transportan al lugar que describes y siento en mi lo que relatas, siempre he pensado que tenemos una especie de conexión mental difícil de explicar , pero que experimente fisicamente cuando te conocí.
ResponderEliminarMe ha encantado, difícil mundo este de los sentimientos.
Un besazo