9.
Binta e Ismael a menudo quedaban a
las siete de la mañana para correr por la orilla de la playa, con la sola compañía
de las aves migratorias rumbo a reproducirse en otro continente. ‘Mira qué sereno está el Mediterráneo, y cómo
luce hoy su azul intenso. Lástima que se haya convertido en la morgue universal
del siglo XXI’. ‘Es muy doloroso, ya
lo creo, sobre todo porque uno no cruza el océano por gusto’. ‘¿Imaginas
que existiera una caja negra de cada naufragio?’. ‘Ojalá, aunque nunca registraría el sufrimiento que se vive’. ‘Tú lo sabes bien, ¿verdad?’. ‘Sí, he visto la tragedia de cerca, pero cada
vez que contemplo su inmensidad me viene a la memoria que esas aguas han sido
el vehículo que me ha traído a este lado, donde encontré libertad, pese a todo lo
dejado tras de mí. Por eso me gusta resaltar también su cara más amable:
juguetón con los niños haciéndoles cosquillas entre los dedos de los pies, misterioso
cuando corteja a la luna, mensajero de las culturas que cobijan sus costas e imprevisto
a cada cambio de estación’. ‘Lo
entiendo, y me congratula muchísimo oírte hablar en positivo. Sin embargo, no
te sientas en deuda con nada ni con nadie, porque todo lo has conseguido con tu
esfuerzo’. ‘Puede que haya algo de
eso, no lo voy a negar, pero también reflexiono y, al hacer balance de las
penurias pasadas, sé que en el fondo de esas aguas cerré un ciclo para abrir
otro’. ‘¿Hace un baño?’. ‘¡Qué dices, no traigo bikini!’. ‘¿Y qué importa?’. Apasionados compartiendo
opiniones, no se fijaron en la hora hasta que ella dijo: ‘Tengo que volver a la oficina, no me gusta ausentarme mucho cuando el
equipo está de misión’. ‘Espero que
no tengan problemas’. ‘Es difícil, en
mayor o menor medida surgen’. ‘Vámonos
pues. Voy al aeropuerto a llevar unos papeles a un colega del trabajo’. ‘Pensé que habías dejado la empresa’. ‘Sí, pero no a la buena gente que se ve en la
estacada’. Llegando al aparcamiento, antes de montarse en el coche, fueron
testigos de la siguiente discusión: ‘Abuelo,
no guardes los clínex sucios, coño, que es una marranada’. ‘¡Quin collons de nen!, ¿no dices que hay que
reciclar?, pues justo es lo que hago, se secan y a usar de nuevo’.
Aguantaron las carcajadas mientras se alejaban y, ya por separado, vieron ambos
que tenían bastantes llamadas perdidas de Ahmad Abu-Abbad…
‘Hostia puta. Tirad un cabo. ¡Vamos, coño,
más rápido! Cielo, agárrate fuerte, os vamos a sacar de ahí enseguida. No te
sueltes, por lo que más quieras, no te sueltes…’, −voceaba Adrián fuera de
sí−. ‘Te acercas mucho, y podrías
empujarlos a un remolino traicionero’, −dijo el capitán al piloto, que en
ese instante vira a estribor según indicaciones del primero−. ‘Tú mandas, pero si la perdemos dejaré constancia
de lo ocurrido en el cuaderno de bitácora y serás el único responsable’. ‘Confía en mí, todo irá bien’. Aunque
Jasmin tenía agarrotado cada músculo de su cuerpo, y cualquier movimiento le
costaba infinito trabajo, consiguió pasar un extremo de la cuerda por debajo de
los brazos del enfermero. Buscó a tientas el flotador tirado desde arriba, y,
como pudo, se cogieron ambos a él. No podía pensar con claridad, porque el frío
se le hincaba en las sienes como puntas de alfileres. Comenzó a delirar. De
repente, emergiendo entre lonchas de espuma deformes y esparcidas alrededor de
ellos, aparecían imágenes de sus allegados: hombres y mujeres vestidos de negro
que, sin reconocerla, pasaban de largo hacia un monte en llamas, de donde salía
el llanto de un niño que bien podía ser el suyo. Apenas se mantenía a flote, y aunque
el muchacho, que había perdido el conocimiento, era un lastre, en ningún
momento le soltó. ‘Quiero que dos de vosotros
estéis preparados por si tenéis que sumergiros’. ‘Hagámoslo ya, jefe’. ‘No, cada
uno de nosotros estamos preparados para enfrentarnos a situaciones límite: ella
también’. ‘Cojonudo, pero casualmente
la que se juega la vida es mi pareja, y no pienso quedarme de brazos cruzados’.
‘No consentiré que corras un riesgo
innecesario cuando estoy convencido de que en cuestión de segundos se resolverá…’.
Un rugido ensordecedor se elevó por encima de sus cabezas golpeándoles contra
el suelo, sin apenas tiempo de reaccionar para sujetarse. Cuando el mar se
tragó la gran ola, la tripulación tiritaba de pánico. Algunos estaban caídos en
cubierta, otros sujetos a lo primero que encontraron. Adrián sangraba por una
ceja y tenía un fuerte golpe en la espalda que le hacía retorcerse. Aun así, su
afán era arrojarse, pero se lo impidieron. ‘Soltadme,
coño. Hay que bajar. Se han hundido, se han hundido…’. La oscuridad, que
tanto intimida en mitad de la nada, obstaculizaba la localización del barco
desde abajo. Restos de astillas y diversos objetos, quizá de otras
embarcaciones, flotaban a la deriva como misiles de precisión dirigidos hacia
las víctimas. Jasmin estaba a punto de darlo todo por perdido, casi dispuesta
dispuesta a rendirse con tal de acabar con el sufrimiento cuanto antes, pero la
luchadora sólida y rotunda que hay en ella la sedujo para no renunciar a la
vida, sin haber intentado, al menos, salir de aquello. Giró la cabeza a un lado
y a otro, agudizó el oído, comprobó que el sanitario se mantenía despierto y,
confiando en su intuición, empezó a nadar…
‘Salam aleikum. ¿Se puede?’. ‘Aleikum salam. Pasa, estás en tu casa. ¿Has
visto a Binta?’. ‘Sí, fuimos a hacer
deporte, supongo que esté ya en la oficina. ¿Ocurre algo?’. ‘No, nada. Era por si sabía algo de los
chicos, me extraña que todavía no tengamos noticias’. ‘Si quieres la llamo y que nos cuente’. ‘Déjalo, si acaso luego’. ‘Este
mosaico tan bonito, ¿qué significado tiene?’. Los ojos de Ahmad Abu-Abbad
se humedecieron retrocediendo algunos años en la memoria. ‘Es la interpretación que mi esposa hizo de la guerra, que, como todo lo
tocante a su persona, tiene una historia que argumenta aquello que sus manos
privilegiadas perpetuaron’. ‘Pues
encierra mucho arte, qué quieres que te diga’. ‘Conseguimos una plancha de cemento tal y como nos indicó, después recogimos
piedras de distintos tamaños por la playa que, eso sí, tenían que ser planas
para poder decorarlas. Nos tuvo atareados varios días, porque a lo mejor, del
montón que traíamos, solamente le servían dos o tres. Cuando consideró que ya
tenía suficientes, las pegó, encajando una a una, y comenzó a crear lo que
ahora nosotros tenemos delante. Mira ahí, ¿ves el carrusel con los niños en los
caballitos?’. ‘Sí, ¿éste? Con lo
diminuto que es y tiene hasta el mínimo detalle. Espera un momento, aquí aparece
el mismo, aunque en ruinas, ¿por qué?’, −Ismael señala el esquinazo superior
izquierdo−. ‘Uno representa la inocencia,
y el siguiente el impacto de los proyectiles en la cotidianeidad de los civiles’.
‘Tuvo que ser una gran mujer, ¿verdad,
amigo?’. ‘Especial, en todos los
sentidos’. ‘¿La echas mucho de menos?’.
‘Tanto que tengo las entrañas quemadas de
dolor’. ‘Llama bastante la atención
la diferencia entre el centro y los alrededores en el conjunto global de la
obra. Es como si la gama de grises enmarcara los colores pastel concentrados en
el interior’. ‘Sabía que ese detalle
a ti no te pasaría inadvertido. Toda esta zona −indica los cuatro lados− es la Dehia’. ‘¿La qué?’. ‘La periferia,
aquellos lugares castigados durante los bombardeos’. ‘Sin embargo, dentro de tanta negrura, aquí veo que hay un punto de
esperanza, ¿es la verja de un jardín, una valla…?’. ‘Pues, ni lo uno, ni lo otro. Es la llamada “Línea verde”, formada por
la vegetación crecida en la despoblada calle Damasco, y utilizada desde 1975 a
1990 como frontera divisoria entre cristianos y musulmanes’. ‘Nunca se me habría ocurrido interpretarlo así’.
‘Ni a mí, pero es lo que tiene el privilegio
de haber vivido con la artista. Mira el edificio del Hotel Holiday Inn, con sus
muros agujereados por los impactos de bala. Tócalo, recuerdo que hizo las
hendiduras con una pequeña herramienta punzante’. ‘Joder, es alucinante, se notan los agujeros como deben estar en el
hormigón’. El nieto irrumpió en la salita y pidieron por teléfono una pizza.
El
barco a oscuras era una bomba sin control vagando por el océano, una amenaza
ebria y peligrosa para los accidentados. ‘¿Dónde
están las bengalas? Trae, que lanzo una para que nos vean y nosotros a ellos’.
‘Silencio, ¿ese ruido no parece la respiración
acelerada de alguien? −dijeron por detrás−, aunque puede que sea el maldito pitido del oído que la tormenta me ha
dejado de regalo’. ‘Cada cual a su
puesto. Adrián, −el capitán le tranquiliza−, vamos a disparar un SOS de emergencia, los encontraremos cueste lo que
cueste. Tú y tú, no le perdáis de vista’, −dice a dos marineros −. El
cooperante, tendido en el suelo sobre el costado para aliviar los pinchazos en
la espalda, rogaba insistentemente que le dejaran saltar por la borda, mientras
susurraba: ‘No te dejes morir, amor. No te
dejes…’, −y traspasó la puerta de un sueño agitado.
A
mitad de la cena, Ahmad Abu-Abbad sacó un vino robusto, seco y frutal. ‘Amigo, menudo caldo tan señorial, qué buen
gusto tienes, macho’. ‘Es de Ksara,
lo mejorcito del Líbano, sin ninguna duda. Además, la ocasión lo merece, no
todos los días tienes delante a una persona que ha dejado su estabilidad
económica, y una vida acomodada’, −no acabó la frase−. ‘Por otra mucha más real’. Binta intuía
que la travesía no iba bien, pero, sin estar segura, no quiso dar la voz de
alarma. Pasó la noche destemplada, incómoda, nerviosa, esperando las noticias
que no llegaban, hasta que a las seis de la mañana no pudo más y comunicó por
radio.
‘No te duermas, muchacho. Sigue nadando, por
favor. Ayúdame, sola no puedo’. Una mancha negra se les venía encima, era
importante no tragar agua y quitarse lo más deprisa posible de su camino. El potente
olor a petróleo y una masa compacta de plásticos casi no les dejaba respirar ni
avanzar. Algo se enredó en la pierna de Jasmin, tirando de ella hacia el fondo.
El chico sacó fuerzas de donde no tenía, y gritó: ‘Aquí, compañeros, estamos aquí …’.
Me quedo sin palabras, sólo decirte que tu generosidad creativa es grande. No pares. Un beso
ResponderEliminarGracias por permitirnos volver a tomarle el pulso a tus personajes tan literarios y tan reales! buen año de grandes historias!
ResponderEliminarNo me extraña que hayas pospuesto este relato para después de fiestas, que angustia me dejas hasta dentro de 15 días.
ResponderEliminarEs increíble la descripción de la situación, como si la hubieses vivido, y lo mejor, es que me la haces vivir.
No sé podía renaudar mejor está historia. Gracias.
¡Estremecedor!
ResponderEliminarEsta entrega podría titularse Mediterráneo. Ese título que tantos conservamos en la memoria (por ahí se desliza la escritora juvenil) a través de las notas de la canción que compuso Serrat. Se erige en protagonista, tierno y amable, tan bien descrito por ti, y al tiempo poderoso, lleno de peligros para los despojados. Tocas la fibra de las tragedias ancestrales de los hombres y las mujeres. Genial Mayte, nos dejas esperando con inquietud el próximo capítulo.
ResponderEliminarEstremecedor!! Que angustiada me dejas! Espero impaciente el siguiente.besos
ResponderEliminarConocer otras existencias no sólo nos hace cómplices, en el mejor significado del término, además nos facilita vivir dimensiones de nuestro propio ser que desconocíamos. Las vidas de otros son partes de las nuestras. Gracias Mayte, por estos regalos quincenales. Besos
ResponderEliminarEl Mediterráneo, con sus vertientes trágica y amable, destacada la primera en esta historia. Como en otras ocasiones, al leer el relato, me parece estar viendo una película. Supongo que debe ser por la calidad de una buena narradora. Seguimos la historia. Un abrazo.
ResponderEliminarSabes describir situaciones en las que sabes introducir al lector como si la estuviese viviendo. Un abrazo desde Málaga.
ResponderEliminar