Somos lo que actuamos y lo que sentimos, pero también
lo que soñamos.
La ficción es un ingrediente esencial de nuestra
existencia.
Nadie está contento siendo solo lo que es.
Magüi Mira.
A Marta, Usua, Roberto, Bego, Alfredo, Gabriella y
Lara.
El
22 de diciembre de 2013 hacía bastante frío en Madrid. Sin embargo, el calor y
la emoción de lo que viviría en breve me colonizó por dentro. Tanto que apenas
reparé en que los últimos flecos del atardecer iban desapareciendo al otro lado
de las montañas, para dar paso a una lenta descarga que empedraba los adoquines
de escarcha. Veinte minutos antes de las siete de la tarde, ya me encontraba en
la plaza de Legazpi. Tenía una cita importantísima con “Kathie y el
hipopótamo”, la obra de teatro de Mario Vargas Llosa que,
hasta el 2 de febrero, se representa en
“Naves del Español”. Dirigida por Magüi Mira, con muy buen gusto, sentido del
humor, chorro de inteligencia y mucha depuración escénica, cuenta con un
reparto de lujo: Ana Belén, Ginés García
Millán, Eva Rufo, Jorge Basanta y David San José, al piano.
La zona de acceso al interior de
“Matadero” me resultó demasiado solitaria. No sé muy bien si debido a las
inclemencias del tiempo, a las dificultades económicas que atraviesan cada vez
más personas para sufragar sus necesidades culturales y de ocio, o por la
sencilla razón de ser unas instalaciones que están algo alejadas del centro
urbano, pero la primera impresión que da es la
de ser un conjunto de pabellones abandonados. Quince minutos antes de dar
comienzo el espectáculo, abrieron la puerta de acceso a una galería ancha y
compartimentada a la izquierda. Avanzamos unos metros y una acomodadora nos
condujo por un pasillo estrecho, encajado entre paredes negras, que desemboca
en la Sala 2, donde otra segunda nos acompañó hasta nuestros asientos. El aforo
cuenta con algo más de cien butacas situadas entre gradas y sin escenario, lo
que da a las primeras filas una cercanía irrepetible en otros coliseos.
Ladies
and gentlemen: welcome. In a few moments the show will
begin. We remind
you that taking photos or video is not
allowed…
Lo bien que suenan estas cosas en inglés y que por mi desconocimiento no me
entere de nada... ¡Hay que ver!, –pensé–. Faltaban tres minutos para que Kathie
Kennety, una dama de la alta sociedad limeña, pelín frustrada, y Santiago
Zavala –que en realidad soñaba con ser Víctor Hugo–, profesor universitario
contratado a sueldo dos horas diarias por ella para escribir las aventuras de
los viajes de ésta por Asia y África, nos invitaran a participar en el juego de
las verdades y de las mentiras, de la vida real y de la inventada, de lo
aburrido del día a día, de las diversas caras del enamoramiento, y de la marca
de pesar que deja en nosotros descubrir que quizá hemos elegido a la persona
equivocada y lo bien que nos habría ido con otra. Pero lo que yo no podía
imaginar era que encontraría un texto absolutamente rico, difícil de decir para
los actores por el continuo desdoblamiento de personajes, y fácil de llegar al
espectador que enseguida se mete en la trama. Una pieza literaria de la que
aprendería la capacidad que tiene el autor para modificar una idea original. Es
decir, la diferencia que hay entre lo que le cuentan respecto
del resultado final donde éste introduce puntadas de ficción que adornan la
historia.
En escena hay un piano, unos
maniquís, colocados de tal forma que le sirven a Ana para cambiarse de ropa
detrás de ellos, un escritorio, un diván, una silla, una maleta, botellas, un
vaso de agua, una máquina de escribir antigua, un magnetófono y los cuadernos y
hojas sueltas donde Santiago y Kathie repasan sus notas para el libro. Sin
embargo, lo que le da un punto atractivo a todo el montaje es la posición de
las luces: abuhardilladas de tal manera que, al reflejarse en el suelo, la
sensación es la de estar metidos en el desván donde transcurre la historia.
Cuando la oscuridad acomodó al silencio, roto tan sólo por los pasos de los
actores entrando en la pista, una luz blanca muy potente enfocó a Ana Belén,
sentada encima del piano de cola, interpretando Sous le ciel de Paris,
con esa sensualidad innata en ella. La última nota del piano, en manos de David San José, de esta bellísima pieza dio la réplica a un Ginés García Millán que, camaleónico,
adoptó con
muchísimas tablas la piel de escritor, la de amante, la de perfumista, la de
marido flojo sexualmente, la de ser quien no era... En
definitiva, la mezcla de Santiago Zavala con Mark Griffin. Ana, que, además de ser Kathie Kennety, también es Adèle, la
novia de Víctor Hugo, y la estudiante jovial y coqueta que vuelve loco al
profesor, pone de manifiesto todos los registros de una actriz espectacular en
plena madurez. Eva Rufo y Jorge Basanta, a los que no conocía, crecen en el transcurso de la obra, mostrando unas
dotes interpretativas extraordinarias. Él es Johnny Darling, marido de Kathie y
banquero que ejerce de surfista – ¡vaya equilibrio el de Jorge a lomos del
diván!–. Ella es Ana, esposa de Griffin y tal vez de Zavala, una mujer que
permanece al lado del hombre que ya no la quiere y soporta sus infidelidades.
Ambos después serán los hijos de Johnny y Kathie. Un embrollo de personajes
perfectamente conectados. Por último, es de justicia destacar, desde mi humilde
opinión, la sensibilidad y graciosa complicidad que David San José aporta a la
función, enriquecedoras para la obra y para el público que lo percibe.
Admiro a Ana Belén en todas y cada
una de las cosas que hace. No es la primera vez que escribo sobre ella, o que
reseño algo que la concierne. La sigo de muchos años atrás; yo diría que desde que tuve capacidad para
distinguir lo que me gustaba de lo que no. A lo
largo de los años se ha convertido para mí en alguien a quien tengo un
especial cariño. Así que, oírla cantar La
vie en rose y Ne me quitte pas es de esas cosas que te regala la vida de forma
privilegiada. Ese 22 de diciembre del que hablo, y por un off the record que ocurrió en la sala, vimos la parte más humana,
generosa y cercana de Ana Belén.
La hora y cuarenta minutos
aproximados que dura la función se hacen muy cortos. Kathie Kennety baila Jattendrai, primero con Johnny Darling y
después con Santiago Zavala, ¿o era con Mark Griffin?... ¡Ay, ya me he liado!
El final, de quitarse el sombrero, lo ponen
Ginés y Ana cantando a dúo Les feuilles
mortes. Estoy segura de que en ese preciso momento vi sentados, en la fila VIP, a Jacquel Brel y Edith Piaf, disfrutando.
A la salida espero a Ana para
saludarla. Viene a darme un beso, me coge de la mano, comentamos cuatro cosas,
nos deseamos felices fiestas, y salgo de allí con la seguridad de haber crecido
como persona y como escritora, y de llevarme un manojo de las palabras de
Vargas Llosa por dentro del abrigo, y el calor de Ana Belén metido en el
corazón. En la calle, aparte de las dos personas que han venido conmigo a ver
la obra, casi no hay nadie. Sigo dando vueltas
a los personajes, a la música, a los actores y a
la posibilidad de cruzarme con Víctor Hugo y tomarnos unas copas en cualquier
bar de las afueras. Ya es noche cerrada y,
mientras aguardo a que venga el autobús, no consigo salirme de escena. Me veo
tumbada en el diván, con el cuaderno y el pitillo en la misma mano, mirando al
techo, o tal vez atrapando la punta de una idea para que no se escape. Esbozo
una sonrisa, suelto el humo de la calada que acabo de dar, me incorporo, camino
unos pocos centímetros y, sentada al lado del pianista, le susurro bajito al
oído: ¡Tócala otra vez, David!
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Pues tal cual lo cuentas iré a verla. Gracias por acercarme tanto la literatura.
ResponderEliminarUn beso, escritora.
Que pasada de relato de un relato escenificado. ¡¡Gracias!!
ResponderEliminarEstupenda manera de contar lo que viviste la tarde noche del dia 22 de diciembre,magnifica!.Sin duda alguna,ese dia creciste muchisimo.Enhorabuena.
ResponderEliminarUn beso.
Pues vaya crítica que has hecho a la obra!!! Los actores estarán contentos y a los que no la hemos visto casi casi nos has abierto las ganas de hacerlo. Muy bien escrito.
ResponderEliminarPues sí que entran ganas de ir a ver la obra.
ResponderEliminarTe deseo un 2014 lleno de muchos buenos momentos.
Un beso.
Pues casi que ya no voy a ir a verla! La contaste tan bién!!!!
ResponderEliminarQue no que es broma!!!!!!!
Mayte, nuevo propósito para 2014, aprender "algo" de inglés. Yo me lo propongo todos los años. Genial
ResponderEliminarMAGNIFICA EXPOSICION DE LA OBRA, GRACIAS POR EL RATO TAN MARAVILLOSO QUE HE PASADO, UN ABRAZO MAYTE.
ResponderEliminarComo siempre, no hace ver las cosas para vivirlas y sentirlas, debería existir el premio de mejor narración del Reino y seguro que te lo llevabas más de una vez.
ResponderEliminarCasi, casi me has hecho apreciar a Vargas Llosa por haber "regalado" ese libreto a Ana, por ser tan buena actriz interpreta tan bien la música.