Trailarai larai, trailarai.../Traigo
la camisa roxa... Poco después de conocerse la noticia de que Maruja
Torres no escribiría más en el diario El
País, comentábamos Ovidio Parades y yo que no hemos conocido a una mujer
tan generosa y tan buena gente como Maruja. Por la repercusión y el peso que
tienen las cosas que escribe, y cómo las escribe, representan en realidad la
voz de sus lectores. Hombres y mujeres que a lo largo de los años hemos ido
creciendo con ella, opinando juntos, y comprendiendo a su lado que no tomar
partido dentro de la sociedad, quedarse al margen de los problemas, no
involucrándose en las necesidades de los demás, conduce ni más ni menos hacia una tierra hostil, hacia un terreno donde es
peligroso adentrarse. Soy testigo, y receptora en primera persona, del apoyo
que da a nuevos autores. Ayuda y empuje que presta sin dudarlo a quienes
comienzan a abrirse camino como escritores, como periodistas, o como ambos a la
vez. Y lo hace, sin que se le caigan los anillos, cediendo espacio, reseñando
libros o recomendando relatos o artículos de otros, bien desde el legendario “Perdonen que no me levante”, bien desde
las redes sociales: facebook, twitter,
blog. Sin embargo, y por encima de todo esto, o además de todo esto, Maruja
es la ciudadana que viaja en AVE, que conversa de la vida con el taxista
y que compra verduras y arroces para cocinarlos con mimo. Y también la persona
que se manifiesta en la calle sin agachar la cabeza y, teniendo el sentido
común muy bien puesto en su sitio, la que reclama y reivindica, y la que harta,
como lo estamos una gran mayoría, grita: ¡Basta ya! ¡Qué despropósito! ¡Pero
qué se habrán creído!
Aunque
la seguía de mucho tiempo atrás por los reportajes en Garbo y Fotogramas, por
los artículos y crónicas tanto en El País
como en Diario 16 –hago un paréntesis
para destacar su trabajo cubriendo las guerras tanto en Líbano como en Panamá,
donde presenció la muerte de su compañero el fotógrafo Juantxu Rodríguez por los disparos de un soldado estadounidense–, no
nos conocimos personalmente hasta una Feria del Libro de Madrid. Recuerdo que
estuve largo rato haciendo cola para una firma de Terenci Moix, quien, con
aquella simpatía que derrochaba, tan cercano y tan campechano como era –eso sí,
sin perder el glamour–, al ver que
también llevaba en la mano Amor América:
un viaje sentimental por América Latina, dijo: “Ese de Maruja es una buena
elección”. Así que, contenta y metida en situación como iba, me puse delante de
la escritora. Su sonrisa me cautivó. No conversamos mucho, me cuesta vencer la
timidez, pero desde ese momento empecé a quererla, a leerla, con mayor
intensidad, si cabe. Años después, nuestro trato es más fluido, gracias a las
nuevas herramientas de comunicación que proporciona Internet.
Una
de las cosas que más admiro en ella es la fortaleza que la caracteriza. Curtida
seguramente en el corazón del Barrio del Raval
–también conocido como Barrio Chino–, entre La Rambla y el Peral.lel, en el distrito de Ciutat Vella, de donde eran igualmente sus amigos Terenci Moix y Manuel Vázquez Montalbán. Tres hijos
de la posguerra creciendo entre dificultades, abriéndose camino entre
carencias, saltando los obstáculos de un tiempo tremendo y difícil. Con ellos compartió
parte de la vida, de la literatura, así como la pasión y el amor por el cine,
además del oficio, éste, de escritores, que tantas satisfacciones y bienestares
aporta.
Me
atrevo a escribir sobre Maruja Torres desde el respeto por supuesto. Con la humildad de alguien que
la admira, y con profundo agradecimiento hacia su persona. Por abrirme su casa on line, por ponerme en el camino de
César Rufino Sánchez, gran amigo y maestro de las letras, por regalarme manojos
de su tiempo, ese bien tan preciado que tenemos las personas. Por el conjunto
de todo su trabajo, por su manera de compartir, por ella misma, no puedo decir
otra cosa que no sea: gracias Maruja. Seguramente se me van a hacer extraños
los desayunos de los jueves sin su columna, y los de los domingos sin el Perdonen que no me levante… Pero al
finalizar estas palabras pasaré página tal y como ha sugerido ella. Esto no es
más que el final de una etapa acabada, un ciclo concluido, una experiencia
vivida con intensidad, como sólo pueden vivirse las grandes emociones que da la
vida. Quizá de otras cosas no estaré tan segura, pero de que la voy a seguir
leyendo, sí. Allá donde esté.
Quisiera
concluir con un poco de esperanza, invitando a que hagamos un llamamiento a los
medios, un toque de atención en clave de reflexión, para que el espíritu de
prensa independiente prevalezca por encima de todo. Entre otras cosas, porque,
si no recuperamos la ilusión, de poco
habrá servido el esfuerzo de aquellos que un 4 de mayo de 1976 –yo tenía
dieciséis años recién cumplidos– echaron a andar, en plena Transición
democrática, la rotativa del diario El
País. Así lo espero, sobre todo, porque aún queda gente dentro que opina
muy bien –por ejemplo, los compañeros de Maruja de la contraportada– y a los
que seguiré leyendo. Y, también, para que el imperio que con tanta inteligencia
estructurara levantó Jesús de Polanco no haga aguas. De sangre d'un compañeru…/Trailarai larai trailarai.
Nota: “En el pozo María Luisa”, también conocida como “Santa Bárbara
Bendita”, es una canción popular,
emblemática para los mineros asturianos y leoneses. De ella provienen los
versos que extraigo.
Publicado en InfoLibre. Pincha aquí.
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Precioso texto, Mayte. Siempre tendremos a Maruja, sea donde sea. Nuestra Maruja.
ResponderEliminarOvidio Parades
Comparto el sentimiento y es emocionante el cariño con el que tratar a Maruja Torres. Los que te conocemos sabemos sabemos que en ti reina la amabilidad, así que, no me extrañan nada tus palabras.
ResponderEliminarYo también comparto la admiración por Maruja Torres. En sus artículos, a la vez que denuncia, hay una gran dosis de humor y de libertad a la hora de afrontar los temas. Me parece que ha sabido compaginar una actitud de compromiso con el disfrutar de la vida. Un abrazo, Mayte.
ResponderEliminarSeguro que quedan grandes periodistas en El País, pero una dirección inteligente, no echa o deja que se vayan gente como Javier Valenzuela, Ramón Lobo o Enric González y por supuesto Maruja Torres. Periodistas, como dice Ramón Lobo, con polvo en los zapatos.
ResponderEliminarLourdes
¡Me gusta! Y lo comparto punto a punto.
ResponderEliminarUn abrazo, Maite
Muy bueno el reconocimiento a Maruja Torres ,y el toque de atención al grupo Prisa,que como dice aquí arriba Lourdes,está dejando marchar a los mejores.Un beso.
ResponderEliminarPienso igual que tú, alguna vez la he leído en "Perdonen que no me levante" y me encanta como dice las cosas.
ResponderEliminarSeguro que después de lo bien que hablas de ella, se acercará un poco más a ti.
Un beso fuerte
Me gusta como escribes, gracias por compartirlo.
ResponderEliminarConocí a Maruja más tarde y reconozco que siempre que la leo tengo la impresión de que se abre una ventana que ventila todo lo malo. Una suerte de Pepito Grillo que pone los puntos sobre las íes, no adelante, ni detrás, sino en el mero centro. Como debe ser...
Yoss
Comparto plenamente tus palabras Mayte. A mi Maruja me parece una tía cojonuda, con la cabeza muy pero que muy bien amueblada.Ójala tenga mucha suerte, le deseo lo mejor porque se lo merece.
ResponderEliminarUn beso con achuchón.
Ángeles Ahís.
Mi querida Mayte me sumo a tus palabras sobre Maruja Torres, decir en este país Maruja Torres es hablar de nuestra historia literaria y periodística como un emblema de fortaleza, trabajo y valor, ademas de ironía y saber hacer, yo también soy seguidora de Maruja hace muchos años y personalmente necesito mas, cuando la leo, siempre necesito mas, su última actuación con su marcha de el periódico El País, demuestra lo señora , lo íntegra y lo mucho que vale, seguiremos a Maruja allá donde vaya.
ResponderEliminarMuchos besos Mayte.