domingo, 10 de febrero de 2013

Vivir ha de ser más sencillo


La cena está casi a punto. He preparado ensalada verde con ahumados y salsa de queso de Cabrales; de segundo, bocados de bacalao con tempura y patatas al vapor. Espero la llegada de uno de mis mejores amigos, y quiero ejercer de buena anfitriona. Hace tiempo que no nos vemos. Ya se sabe: las cosas del día a día, el trabajo que absorbe, la rutina que atrapa…, total, que te vas dejando envolver y, cuando quieres darte cuenta, pueden haber pasado dos años, fácilmente. Mientras espero, descorcho un tinto de crianza, Mas d’en Compte 2009, un Priorat aterciopelado y muy agradable de beber. Me acerco a la parte del salón donde tengo la música, y elijo un viejo vinilo de Janis Joplin, al que le tengo un cariño muy especial. Llueve y, a pesar de que ha oscurecido, puedo imaginar cómo, por los tejados de pizarra de las casas que tengo enfrente, se desliza el agua hacia la nada. Trato de concentrarme solamente en eso: en la caída de una gota, y después otra, y, a continuación, la siguiente, y luego la de más allá…, pero los problemas y las preocupaciones hacen que no pare de darle vueltas a las cosas, metiéndome en un círculo que, más que un sinvivir, es una guerra fría, con sus respectivos daños colaterales. Y cuando la angustia te hace sentir que la tierra puede abrirse bajo tus pies de un momento a otro y tragarte, vas diciéndote muy suave al oído, sacando la energía no se sabe muy bien de dónde, que vivir, dentro de lo complicado que resulta, tendría que ser mucho más sencillo. Miro el reloj; todavía faltan algunos minutos para que venga mi invitado, así que, a este lado del cristal, protegida de la tormenta y acompañada por la voz inconfundible de esa magnífica cantante, cierro los ojos, respiro profundamente, tomo de la copa un sorbo de vino, y hago grandes esfuerzos por no hundirme, porque lo último que querría para esta velada sería dejarme llevar por la tristeza. Dicho lo cual, y puesto que es inexorable soltar las amarras del pensamiento, igual hasta me alivia, el dolor y la pena, dejarme llevar…
            Desde muy joven he defendido, y lo seguiré haciendo hasta el final de mis días, la liberación de la mujer en pro de la igualdad y la emancipación, luchando por el espacio que nos corresponde en la sociedad y para que se nos reconozca con todos nuestros derechos y todos nuestros deberes, como corresponde. Y lo he hecho, allá por donde me he movido, involucrándome activamente en la causa feminista, sin levantar los pies del suelo, porque mis principios me han dado siempre a entender que una mujer económicamente independiente es una mujer fundamentalmente libre para decidir por sí sola. Pero en el terreno emocional las cosas no son tan fáciles, y las batallas que en este sentido nos quedan por librar, tampoco. O como dice una de mis mejores amigas: eso es más de sentir y actuar con las tripas.
            De todo esto me doy cuenta ahora que estoy sin pareja. Porque claro, tengas o no puesta la firma en un documento oficial, vivas bajo el mismo techo o separados por las razones que sean, ocurre que te enamoras y, al hacerlo, de alguna manera pierdes el sentido de lo provisional, de lo prescindible, y, a veces, de la independencia emocional, ese material tan delicado que hay que manejar con dedos de orfebre. Sin duda, cuando amas, apuestas fuerte para que los sentimientos sean honrados, para construir juntos un proyecto que confluya en eso que inagotablemente buscamos las personas: complicidad con quien tenemos al lado, y capacidad para reconquistarlo cada día. Estoy de acuerdo que hay fantasmas que solamente habitan dentro de nosotros, pero el engaño y la mentira son espectros que, al menor descuido, pueden  aniquilarte. Confieso que soy una mujer fuerte y dura, pero la ruptura con el amor de mi vida me está destrozando. Porque ¿cómo se digiere el descubrir –por circunstancias que no detallaré–  que el hombre que durante los últimos veinte años ha sido tu soporte, tu sostén, tu compañero, tu refugio, los brazos a los que acudías cuando pensabas que el resto de puertas estaban ya cerradas, resulta ser lo contrario a quien creías que era? Por favor: ¡cómo se mastica y se traga ese nudo! De momento, yo, todavía, no he encontrado la manera de hacerlo. Encaro cada mañana como puedo, con todos los órganos fuera de sitio, acudiendo puntual a atender mis obligaciones, sacando el trabajo adelante, y llorando pegada a quien me deja. No puedo exigirme nada más, o quizá una sola cosa: conservar la perspectiva de la realidad y no perder el norte.
            Pero ahora, a punto de llegar mi amigo, no puedo permitirme que la desolación me haga llorar. El desagradable ruido de la aguja sobre los surcos del vinilo me trae de vuelta al salón de mi casa, pero, aunque lo lógico sería acercarme al equipo y darle la vuelta al disco, me quedo con la cara literalmente pegada a la ventana, la copa de vino en la mano, la amable elegancia del tinto en el paladar, la mesa puesta hasta el último detalle, la lluvia que ha reducido su intensidad, Janis haciéndome compañía, y el convencimiento, porque no me queda otra, de que las cosas habrán de ir a mejor. Y me vienen a la memoria unas palabras de Rosa Regàs, quien afirmó, no recuerdo muy bien dónde, que si buscas una mano que no te falle, la encontrarás al finalizar tu brazo. Y así es: somos lo más fiel que tenemos y el mayor de nuestros enemigos. Y, sin embargo, cuando suena el telefonillo de abajo, no puedo evitar agarrarme a la urgente posibilidad de que Javier, ese amigo al que quiero tanto, me proporcione el abrazo que, en estos momentos, tanto necesito.

14 comentarios:

  1. Si esto no es sensibilidad...

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  2. Muy bueno, Mayte. De lo mejor que has escrito en este blog. Sincero y desgarrado como la propia vida, como la propia vida de la protagonista del relato en estos momentos. ¡Enhorabuena! Brindo con ese delicioso vino del que hablas.

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  3. MUY PROFUNDO....

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  4. Mis felicitaciones al tal Javier. Tiene amigos muy deseables…

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  5. Yo también brindo con el magnífico vino que has elegido para la ocasión, y con el abrazo final, y con todo el manantial de sentimiento que transmites. ¡Enhorabuena! ESCRITORA con mayúsculas.

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  6. Manuel Vera.febrero 10, 2013

    La protagonista llena de ternura el relato,pero ha sufrido el duro golpe del desamor.Temerosa y precavida, espera que nuevos abrazos la hagan felíz. http://youtu.be/xhldUd-nwYc

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  7. El camino del desamor es una cuesta bastante empinada, la de la soledad es empinada, dura y desgarrada, dile a tu protagonista que todos buscamos el abrazo.

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  8. Comprendo la sensación de soledad y abandono que sufre la protagonista, lo vivo en estos momentos y es angustioso.

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  9. En el fondo todos estamos muy solos, ese Javier existe solamente en tu relato.

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  10. Sí, es verdad, la vida es dura, no nos la regalan, pero creo que, quizás la propia vida o el destino, o quien quiera que sea, cuando nos cierra una puerta nos abre una ventana,
    siempre, afortunadamente hay alguien que nos salva..Yo brindo también por esa amistad

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  11. Si, en realidad la vida es muy sencilla....si no fuera porque somos humanos...Pero algun@s tenemos la suerte de que nos sigue latiendo el corazón.
    Besos,
    Lourdes

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  12. Exquisita sensibilidad. Una historia sin espectáculo, anécdota
    o aventuras, pero que describe una situación muy habitual, al menos entre cierto tipo de personas. Me gusta la atención a los detalles, como lo de las gotas de lluvia sobre los tejados... Felicidades , en su santo, si es que lo celebra, a la Lourdes de arriba. Un abrazo.

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  13. Con tus palabras nos haces llegar y ponernos en el corazón de tus personajes. Mayte, me gusta, un buen relato lleno de sensibilidad.
    Mayte, cada día tus escritos reflejan más y más tu preocupación por un buen trabajo. Te felicito, porque has recorrido un largo camino y ahora disfruta de estos resultados.

    Queda pendiente que brindemos juntas por estos momentos, puede ser con vino o... quizás ante un café sólo y sin azúcar....

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  14. Magnifica descripción de los sentimientos que todos hemos sufrido alguna vez, dichoso el que no los haya tenido, siempre descritos con la intensidad que te caracteriza, mi querida amiga, dulce y dura al mismo tiempo llena de energía pero llena de sensibilidad, esa mirada limpia que te llena de paz, amor y desamor, paz y guerra, tocar el cielo y sin esperarlo morir sin poder descansar.

    Tengo muchas ganas de verte. Un beso.

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