La cena está casi a punto. He
preparado ensalada verde con ahumados y salsa de queso de Cabrales; de segundo,
bocados de bacalao con tempura y patatas al vapor. Espero la llegada de uno de mis mejores
amigos, y quiero ejercer de buena anfitriona. Hace tiempo que no nos vemos. Ya
se sabe: las cosas del día a día, el trabajo
que absorbe, la rutina que atrapa…, total, que te vas dejando envolver y,
cuando quieres darte cuenta, pueden haber pasado dos años, fácilmente. Mientras
espero, descorcho un tinto de crianza, Mas
d’en Compte 2009, un Priorat
aterciopelado y muy agradable de beber. Me acerco a la parte del salón donde
tengo la música, y elijo un viejo vinilo de Janis Joplin, al que le tengo un
cariño muy especial. Llueve y, a pesar de que ha oscurecido, puedo imaginar
cómo, por los tejados de pizarra de las casas que tengo enfrente, se desliza el
agua hacia la nada. Trato de concentrarme solamente en eso: en la caída de una
gota, y después otra, y, a continuación, la
siguiente, y luego la de más allá…, pero los problemas y las preocupaciones
hacen que no pare de darle vueltas a las cosas, metiéndome en un círculo que, más que un sinvivir, es una guerra fría, con sus
respectivos daños colaterales. Y cuando la angustia te hace sentir que la
tierra puede abrirse bajo tus pies de un momento a otro y tragarte, vas
diciéndote muy suave al oído, sacando la energía no se sabe muy bien de dónde,
que vivir, dentro de lo complicado que resulta, tendría que ser mucho más
sencillo. Miro el reloj; todavía faltan algunos minutos para que venga mi
invitado, así que, a este lado del cristal, protegida de la tormenta y
acompañada por la voz inconfundible de esa magnífica cantante, cierro los ojos,
respiro profundamente, tomo de la copa un sorbo de vino, y hago grandes
esfuerzos por no hundirme, porque lo último que querría para esta velada sería
dejarme llevar por la tristeza. Dicho lo cual, y puesto que es inexorable
soltar las amarras del pensamiento, igual hasta me alivia, el dolor y la pena,
dejarme llevar…
Desde
muy joven he defendido, y lo seguiré haciendo hasta el final de mis días, la
liberación de la mujer en pro de la igualdad y la emancipación, luchando por el
espacio que nos corresponde en la sociedad y para que se nos reconozca con
todos nuestros derechos y todos nuestros deberes, como corresponde. Y lo he
hecho, allá por donde me he movido, involucrándome activamente en la causa
feminista, sin levantar los pies del suelo, porque mis principios me han dado
siempre a entender que una mujer económicamente independiente es una mujer
fundamentalmente libre para decidir por sí sola. Pero en el terreno emocional
las cosas no son tan fáciles, y las batallas que en este sentido nos quedan por
librar, tampoco. O como dice una de mis mejores amigas: eso es más de sentir y
actuar con las tripas.
De
todo esto me doy cuenta ahora que estoy sin pareja. Porque claro, tengas o no
puesta la firma en un documento oficial, vivas bajo el mismo techo o separados
por las razones que sean, ocurre que te enamoras y, al hacerlo, de alguna
manera pierdes el sentido de lo provisional, de lo prescindible, y, a veces, de
la independencia emocional, ese material tan delicado que hay que manejar con
dedos de orfebre. Sin duda, cuando amas, apuestas fuerte para que los
sentimientos sean honrados, para construir juntos un proyecto que confluya en
eso que inagotablemente buscamos las personas: complicidad con quien tenemos al
lado, y capacidad para reconquistarlo cada día. Estoy de acuerdo que hay fantasmas
que solamente habitan dentro de nosotros, pero el engaño y la mentira son
espectros que, al menor descuido, pueden aniquilarte. Confieso que soy una mujer fuerte
y dura, pero la ruptura con el amor de mi vida me está destrozando. Porque ¿cómo
se digiere el descubrir –por circunstancias que no detallaré– que el hombre que durante los últimos veinte
años ha sido tu soporte, tu sostén, tu compañero, tu refugio, los brazos a los
que acudías cuando pensabas que el resto de puertas estaban ya cerradas, resulta
ser lo contrario a quien creías que era? Por
favor: ¡cómo se mastica y se traga ese nudo! De
momento, yo, todavía, no he encontrado la manera de hacerlo. Encaro cada mañana
como puedo, con todos los órganos fuera de sitio, acudiendo puntual a atender
mis obligaciones, sacando el trabajo adelante, y llorando pegada a quien me
deja. No puedo exigirme nada más, o quizá una sola cosa: conservar la
perspectiva de la realidad y no perder el norte.
Pero
ahora, a punto de llegar mi amigo, no puedo permitirme que la desolación me
haga llorar. El desagradable ruido de la aguja sobre los surcos del vinilo me
trae de vuelta al salón de mi casa, pero, aunque lo lógico sería acercarme al
equipo y darle la vuelta al disco, me quedo con la cara literalmente pegada a la
ventana, la copa de vino en la mano, la amable elegancia del tinto en el
paladar, la mesa puesta hasta el último detalle, la lluvia que ha reducido su
intensidad, Janis haciéndome compañía, y el convencimiento, porque no me queda
otra, de que las cosas habrán de ir a mejor. Y me vienen a la memoria unas
palabras de Rosa Regàs, quien afirmó, no recuerdo muy bien dónde, que si buscas una mano que no te falle, la
encontrarás al finalizar tu brazo. Y así es: somos lo más fiel que tenemos
y el mayor de nuestros enemigos. Y, sin embargo, cuando suena el telefonillo de
abajo, no puedo evitar agarrarme a la urgente posibilidad de que Javier, ese
amigo al que quiero tanto, me proporcione el abrazo que, en estos momentos, tanto necesito.
Si esto no es sensibilidad...
ResponderEliminarMuy bueno, Mayte. De lo mejor que has escrito en este blog. Sincero y desgarrado como la propia vida, como la propia vida de la protagonista del relato en estos momentos. ¡Enhorabuena! Brindo con ese delicioso vino del que hablas.
ResponderEliminarMUY PROFUNDO....
ResponderEliminarMis felicitaciones al tal Javier. Tiene amigos muy deseables…
ResponderEliminarYo también brindo con el magnífico vino que has elegido para la ocasión, y con el abrazo final, y con todo el manantial de sentimiento que transmites. ¡Enhorabuena! ESCRITORA con mayúsculas.
ResponderEliminarLa protagonista llena de ternura el relato,pero ha sufrido el duro golpe del desamor.Temerosa y precavida, espera que nuevos abrazos la hagan felíz. http://youtu.be/xhldUd-nwYc
ResponderEliminarEl camino del desamor es una cuesta bastante empinada, la de la soledad es empinada, dura y desgarrada, dile a tu protagonista que todos buscamos el abrazo.
ResponderEliminarComprendo la sensación de soledad y abandono que sufre la protagonista, lo vivo en estos momentos y es angustioso.
ResponderEliminarEn el fondo todos estamos muy solos, ese Javier existe solamente en tu relato.
ResponderEliminarSí, es verdad, la vida es dura, no nos la regalan, pero creo que, quizás la propia vida o el destino, o quien quiera que sea, cuando nos cierra una puerta nos abre una ventana,
ResponderEliminarsiempre, afortunadamente hay alguien que nos salva..Yo brindo también por esa amistad
Si, en realidad la vida es muy sencilla....si no fuera porque somos humanos...Pero algun@s tenemos la suerte de que nos sigue latiendo el corazón.
ResponderEliminarBesos,
Lourdes
Exquisita sensibilidad. Una historia sin espectáculo, anécdota
ResponderEliminaro aventuras, pero que describe una situación muy habitual, al menos entre cierto tipo de personas. Me gusta la atención a los detalles, como lo de las gotas de lluvia sobre los tejados... Felicidades , en su santo, si es que lo celebra, a la Lourdes de arriba. Un abrazo.
Con tus palabras nos haces llegar y ponernos en el corazón de tus personajes. Mayte, me gusta, un buen relato lleno de sensibilidad.
ResponderEliminarMayte, cada día tus escritos reflejan más y más tu preocupación por un buen trabajo. Te felicito, porque has recorrido un largo camino y ahora disfruta de estos resultados.
Queda pendiente que brindemos juntas por estos momentos, puede ser con vino o... quizás ante un café sólo y sin azúcar....
Magnifica descripción de los sentimientos que todos hemos sufrido alguna vez, dichoso el que no los haya tenido, siempre descritos con la intensidad que te caracteriza, mi querida amiga, dulce y dura al mismo tiempo llena de energía pero llena de sensibilidad, esa mirada limpia que te llena de paz, amor y desamor, paz y guerra, tocar el cielo y sin esperarlo morir sin poder descansar.
ResponderEliminarTengo muchas ganas de verte. Un beso.